Una nueva relación

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Alexander sabía que tenía que hacer algo. Llevaba días intentando animarle, le había pedido consejo hasta a Francis que, solo le dijo que ese caballo llevaba unos veinte años en la finca e iba a ser difícil.

John pasaba todas las tardes con Brutus hablando, y ahora, se sentaba en el sillón de su habitación a ver las horas pasar.  Era complicado invitar a John a hacer algo. Con Harry y James jugaba al jardín al tenis, pero ¿cómo iba a decirle de jugar a John si no podía correr?

Optó por una mejor idea, sabía que John no era mucho de películas por lo que lo invitó a ver un documental sobre exploraciones urbanas. Llevó a la habitación algo de comida y un poco de agua, iban a pasar la tarde como dos amigos que realmente no eran pero podían intentarlo.

John se veía distraído en aquel documental aunque no comentó nada. Al parecer le había gustado aquellas exploraciones y Hamilton se sintió algo más tranquilo. Cuando terminó, el rubio se levantó y se acercó a su mesita para tomar unas pastillas. —¿Para qué son?— Preguntó Alexander con curiosidad

—Me dan muchos calambres en la pierna por la noche— aseguró bebiendo de su vaso de agua.

—¿Cuanto tiempo hace de eso?— Cuestionó el pecoso y John contestó que ya hacía unos tres años. —¿No se te irá nunca?

—No lo sé— murmuró sentándose en la cama. —Creo que no. Ya me he acostumbrado.

—¿Por qué te accidentaste?— Preguntó sentándose a su lado.

—Hacía unos meses que había muerto mi madre... No me sentía bien y en un instante de locura me tiré por una ventana. No entiendo por qué— dijo esperando que Hamilton no preguntase más.  Ni siquiera el mismo entendió aquella acción, no fue consciente de lo que estaba haciendo ni de todo lo que pasaría después.

Una vez John se acostó, Alexander salió a una discoteca con sus amigos y estuvo parte de la noche pensando en aquello. —¿Cómo puede alguien no ser consciente de que se va a tirar por una ventana?— Preguntó Alexander tomando su copa mientras hablaba con Francis y Eliza.

—Tal vez había tomado algo— propuso la joven.

—Un pensamineto intrusivo, ¿nunca habéis tenido uno?— Preguntó Francis.

—Sí, pero no los cumplo, ¿sabes? No me tiro por un puente— añadió Alexander. —Él es extraño.

—Oye, no digas eso de mí ex-rollete— dijo el de ojos verdes. —No es extraño, la muerte de su madre desquició un poco a su padre y ahí empezó esa maldita lista. Si no existiese esa lista, no se hubiese tirado por una ventana, no estaría cojo y yo estaría con él.

—¿Lo hizo por ti y por la lista?

—No sé, no he hablado con él desde que me echaron de su casa. Dos días después se accidentó, así que... sí.

—¿Y si consigo reuniros?— Preguntó Alexander. —¿Eso cambiará algo? ¿Le hará feliz? Cuando te mencioné sin querer pareció reaccionar. Vi algo en sus ojos.

—Escucha, no quiero verle— dijo Francis.

—¿Qué? ¿Por qué?— preguntó Elizabeth.

—No quiero quedarme estancado en eso. Hace tres años, he conocido a gente nueva. Ya he superado a John y... Si sigue enamorado de mí yo no puedo hacer nada. He pasado ya de etapa. No he querido esperarle tantos años. Pensé que cuando cumpliese la mayoría de edad me buscaría o saldría de la casa de su padre, pero no lo ha hecho y yo no quiero esperar más por algo que no llegará nunca— afirmó el de ojos verdes. —Es hora que me supere también.

—¿Cómo le introduzco a personas nuevas? Él es muy difícil— dijo Alexander. —Solo se hablaba con Brutus.

—¿Y si le consigues otra mascota?— Preguntó Elizabeth.

—Tiene animales de sobra— aseguró Kinloch. —Aún tiene vacas, ¿no?

—Sí, ¿y que?— dijo el pecoso. —¿En que me ayuda eso? Me desquicia este hombre a veces.

—Me desquicia más su padre— murmuró el más alto. —No sé, intenta hablar con él. ¿No tiene ninguna actividad interesante que hacer?

—Es que no lo entiendes, Fran. No hace nada en todo el día, es una piedra. Tipo, estudiar y esas cosas, pero nada en su tiempo libre. Sólo respira. Es frustrante, ni siquiera quiere venir de fiesta con nosotros.

—¿Crees que su padre le va a dejar?

—Ya es mayor para pedir permiso a su padre— afirmó Elizabeth.

—A ver, su padre estaba muy disgustado con su comportamiento. Supongo que lo está intentando reformar— añadió Kinloch. —No sé ya de él, pero los rumores van por ahí. A lo mejor no es verdad, pero dicen que el médico hizo una carta para habilitar a su padre como tutor hasta... no sé, hasta que esté en su facultad de decidir cosas sanas. Qué vaya, tampoco creo que estaba tan mal, no me lo creo mucho.

—Bueno, no tenemos ni idea— dijo Elizabeth. —Yo hace tiempo que no lo veo.

Un jovenzuelo apareció en el lugar y abrazó a Francis por la espalda. —¡Gabri! ¿Qué haces aquí?

—Había venido con los chicos— dijo señalando a un grupo de hombres. —Me preguntaba si querías unirte un rato esta noche.

—Por supuesto— dijo Kinloch. —Os presento a Gabriel. Es el chico que os dije que estoy conociendo.

—Es fantástico— dijo Elizabeth. —Ves con él, no te preocupes— dijo la chica que, en verdad ansiaba tener un momento a solas con Alexander.

—Está bien, nos vemos luego— aseguró con una sonrisa y así es como, aquella noche, desaparecido Kinloch del lugar y no lo volvieron a ver hasta el día siguiente.

En cuanto a Alexander, estuvo con Elizabeth bailando y se lo pasaron bastante bien. La invitó a algunas copas hasta que, puede ser que se fueron al coche y terminaron acostándose. Llegó muy tarde a la casa de los Laurens, pero nadie le dijo nada. Aquella noche descansó bastante satisfecho, nunca se había planteado la opción de mantener una relación con Eliza... bueno, sí, pero tenía novio. Quedaron en volver a encontrarse lo antes posible, Hamilton la hubiese llamado si en aquella casa se le permitiese utilizar su teléfono. Deseaba verla, incluso una noche se marchó hacia su casa para buscarla. Podían decir que habían iniciado una relación.

El Ayudante De Cámara PERFECTO | LamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora