Destino

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—¿Crees que su padre le empujó por la ventana?— Preguntó Alexander sentado en uno de los parques del campus con Gabriel y Francis.

—No creo— aseguró Francis. —Veo bastante probable que John solo se tirase o se cayese. Cuando se estresa no piensa mucho. Está bastante cambiado pero lo veo bien. No parece infeliz.

—Tampoco muy feliz— dijo Alexander viendo como Gabriel se encontraba acurrucado sobre Francis. Si eran una pareja hermosa. —Le estoy buscando algún pasatiempo.

—Sí... Se lo merece. Es mejor que esté tranquilo— respondió. —Gabri, deberías acompañarme el próximo día a hacerle una visita.

—¿Yo?— Preguntó el joven. —¿Crees que sea buena idea?

—¿Por qué no? Es mi exnovio, pero no muerde— aseguró Francis. —Seguro le encanta que le cuentes cosas tuyas de arquitectura. Alex, ¿tenéis el domingo ocupado?

—Sí, vamos a la ópera. ¿Qué tal el sábado por la mañana?— Preguntó Alexander. —O por la tarde. No suele estar muy despierto por las mañanas— afirmó el pelirrojo.

Cuando llegó a casa tuvo una agradable sorpresa. Al parecer John había conseguido que diseñar ropa fuese su pasatiempo. A veces Alexander consideraba que él mismo era un genio. Hizo varias cosas que, tras unas dos semanas de trabajo de un sastre ya tenían la ropa. —Es muy bonita— dijo Alexander viendo la chaqueta.

Todo parecía marchar sobre ruedas. Incluso había congeniado con Gabriel. Efectivamente John disfrutaba escuchar al joven hablar de arquitectura y curiosidades. También tuvo la visita de Martha por la tarde y el sábado fueron a la ópera. Había sido una semana muy productiva. —Es tan original— dijo Martha viendo la chaqueta. —¿Por qué lo me diseñas un vestido? Quiero que sea única. Tengo una función muy importante en dos meses.

—¿Yo? Si no sé diseñar casi— dijo John.

—Pero tienes muy buen gusto— afirmó con una sonrisa. —Seguro que puedes hacerlo. Así te me entretienes un ratito.

La mayoría de días eran así, John ya tenía algo que hacer un poco más interesante. Alexander por ese lado estaba más tranquilo. Al mes y medio de marcharse de América recibió una llamada de Henry para asegurarse que todo marchaba considerablemente bien. Lo único que preocupaba un poco a Alexander era el sueño que tenía John toda la mañana. Hacía poco que lo había encontrado dormido en el escritorio mientras pintaba y la verdad es que estaba bastante profundo.

—John, vamos— dijo despertándolo al rubio. —Arriba. Ves a acostarte— consiguió tras un poco de esfuerzo que le hiciese caso. Le acompañó hasta la cama y lo escuchó quejarse de un leve dolor de cabeza. 

Alexander se quedó sentado a su lado un rato leyendo los prospectos del nuevo medicamento. John no había dormido tanto desde hace tiempo, pero al parecer era algo medianamente normal. De cualquier modo, después de dormir un rato se encontraba como nuevo.

Otro de los días hicieron una pequeña fiesta de pijamas en el cuarto de John con Gabriel y Francis. Más tarde, la siguiente semana, de aquella fiesta de pijamas Alexander decidió ver una película con John. Algo nuevo para el rubio que se vio bastante interesado. Era algo distinto al teatro pero también le gustaba.

—¿Te ha gustado esta peli?— Preguntó Alexander y John asintió. —Bien, pues es un poco tarde, eso hora de ir a dormir. Pronto podremos ver otra.

—¿Qué hora es?— Preguntó el rubio y Alexander contestó que era algo más de la una de la mañana. —Mi padre no me dejaría estar despierto tanto tiempo.

—Bueno, las cosas han cambiado un poco.

—¿Tienes algo que ver con todo esto?— Preguntó John y Alexander negó. —Mi padre nunca había sido así hasta ahora. Se me hace un poco extraño.

—Tu padre me ha prometido que vendrá en un mes a visitarte. Seguro quiere escuchar de tus nuevos pasatiempos— afirmó con una pequeña sonrisa.

—Aún no tengo sueño— afirmó John. —¿Podemos hacer algo más antes de ir a dormir?  ¿Vamos al jardín?

—Será mejor que no, hace mucho frío fuera. Acuéstate y tómate los medicamentos. Podemos hablar un rato hasta que nos entre el sueño— aseguró el pelirrojo y, aunque en un principio no lo convenció terminó haciéndolo. —Have mucho que no sales, ¿no? ¿Qué te parece ir a algún lugar a comer?

—No conozco muchos lugares ahora— aseguró John.

—¿Qué hacías cuando salías?— Dijo Alexander.

—Ir de fiesta, pasear por el parque, ir con Francis a por helado, salir de fiesta, volver a salir de fiesta, ir a las carmelitas.... Mejor olvidemos lo último — Respondió algo avergonzado. Si tenía hobbies, algunos mejor no recordarlos pero otros no estaban mal.

—Bueno, puedo llevarte de fiesta un fin de semana con nosotros, pero no te portes muy mal. No me gustaría que tu padre se enfade y vuelva a poner tantas restricciones.

—Por supuesto que no lo haré. Me comportaré como un joven medio normal— bromeó el mayor.

Al día siguiente Alexander sacó a John un rato a la ciudad. Tuvieron un día completo. Fueron a comer, pasearon por el parque y después fueron a por helado. Es cierto que John desencajaba bastante a ojos de Alexander de la ciudad, él era más elegante, más bonito y más perfecto. Era John y le empezó a gustar así. Ya no era un idiota arrogante, siempre lo había tomado por uno, pero ahora empezaba a divertirse con él. Lo único que hacía falta era darle un poco más de libertad. Sin embargo, Alexander aún no entendía cuál era el rumbo que John le quería dar a su vida, aunque ya tuviese uno predestinado no estaba de más soñar.

El Ayudante De Cámara PERFECTO | LamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora