Cita

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—Buenos días— dijo Alexander despertándolo. El día anterior llegaron un poco tarde de la ópera.

Por la noche el pelirrojo estuvo reflexionado. Ya sabía por qué le gustaba John. Mejor dicho, que le gustaba de él. Le gustaba su sonrisa, sus ojos y su personalidad peculiar. A veces era más serio, otras veces era más burlón... Dependía de la ocasión.

—¿Aún quieres descansar?— Preguntó Alexander a John que ya había abierto los ojos.

—Sí...— murmuró. —No dormir, pero si estar aquí un rato más. Estoy adolorido.

—Lo siento mucho— dijo Alexander. —¿Quieres que veamos un documental? ¿Una peli? Pero antes tienes que desayunar. Te traeré algo.

Pasó la mañana bastante tranquila ningún percance. Después, se animaron a ir un rato al jardín, aunque John iba suficiente agarrado a Alexander pues el bastón ya no era suficiente. —¿Por qué debo esperar tanto para la operación?

—Porque estás débil últimamente. No has comido mucho. Tienes que estar fuerte— afirmó Alexander.

—¿Y cuando vendrá mi padre?

—Lo antes posible. Te lo prometo— dijo Alexander. Él no podía hacer nada más que jurarle cosas que no podía cumplir. Estaba jugando con las esperanzas de John y se iban perdiendo poco a poco. Seguía sin poder decirle que su padre no quería visitarlo. Era muy hiriente saber que tenía un tumor, ya suficiente con Eleanor. Al menos el de John dijeron que era benigno y que no tendría que soportar tratamientos tan duros. Aunque eso fue al principio, la cosa no parecía mejorar.

—Últimamente te noto un poco triste— afirmó Alexander.

—Sí. Me siento un poco mal y no puedo hacer casi nada. Me gustaría viajar al monte, acampar... Y no puedo hacer nada de eso. También quiero pasear horas y horas y no puedo.

—Lo sé, pero... Encontraré una solución— aseguró el pelirrojo. —Voy a levantarte el ánimo un poco.

Aquello fue lo que inspiró a Alexander. No podían viajar y acampar muy lejos, pero si considerablemente cerca y estuvo toda la semana preparando aquella voluntad del rubio.

—No es exactamente como viajar a una acampada en los Alpes, pero el campo abierto no es tan horrible, ¿no?— Preguntó Alexander esperando que el deseo de John estuviese satisfecho.

—Gracias— dijo con una sonrisa. Aquel día se lo pasaron muy bien. Hacía mucho que John no dormía fuera de casa. Incluso vieron las estrellas y jugaron algunos juegos de mesa al lado de una pequeña hoguera.

—No te heles— dijo Alexander cubriéndole con la manta mientras observaban las estrellas.

John estuvo muy contento. Alexander lo pudo notar. Estaba muy orgulloso de haber hecho bien su trabajo. Incluso John le dió un abrazo que sorprendió al pelirrojo. También hizo un picnic muy bonito. —¿Puedes ayudarme? No puedo levantarme— le recordó John al pelirrojo que se había levantado con toda la tranquilidad del mundo para ir a ver un riachuelo cercano.

—Oh, sí, claro, perdón. Se me olvida a veces— dijo algo avergonzado por haberlo olvidado y se dirigió a ayudarle.

Después de un último paseo fueron a dormir. John cayó dormido de inmediato acomodado sobre Alexander. El pelirrojo tampoco tardó mucho en hacerlo. Se sintió especial al poder rodear a John con sus brazos.

Después de aquello fue repitiendo aquel tipo de "citas" más a menudo. De hecho, planeaba toda la semana cosas que hacer con él. Había dejado de salir de fiesta con Francis y Lafayette bastante, pero así era mejor para John. Alexander estaba realmente arrepentido de lo que sucedió. Sabe perfectamente que no debió acostarse con él. Francis lo dejó extremadamente claro y tenía razón, John tampoco dio su consentimiento, ni Alexander el suyo pero cuando tuvo la oportunidad de elegir, decidió continuar. Deseaba saber si de verdad John no recordaba nada, si estaba tan ebrio aquella noche... Por otro lado, no quería sacar el tema, no quería estropear lo que tenían.

—¿Sabes que el otro día vi un vídeo de un restaurante nuevo que hace una cosa muy rara?— Dijo Alexander tirado en el sofá captando la atención de John. Desde que su pierna no dolía tanto y salían más, todo iba en buen camino de nuevo. —Es una cena a oscuras. Cuando te sirven el plato apagan las luces porque un señor raro hizo un estudio que dijo que así la comida sabía mejor.

—Eso es un poco raro, pero puede ser divertido— afirmó dejando de ver la película que estaban viendo.

—A ver. Cierra los ojos— dijo Alexander tomando una palomita y dándosela. —¿Sabe más a palomita?

—Sabe a sal— afirmó John. —Sabe igual.

—¿Seguro? Eso debe ser que las palomitas no funcionan— bromeó el pelirrojo intentándolo. —Se me ha ido un poco la mano con la sal.

—Un poco.

—También el otro día vi un vídeo donde hacían ruidos agradables con una sopa de madera.

—¿Qué es una sopa de madera?— Preguntó el más alto.

—Es un cuenco de madera con agua, con cosas de madera dentro y una cuchara de madera y hacen ruiditos para dormir.

—¿Cómo ves esos vídeos tan raros?

—Ya... Me salen en Instagram. También hay vídeos de gatitos. Yo quiero tener un gato, pero no se ni cuidarme a mí voy a cuidar un gato— dijo Alexander. —¿Tú sabes cuidar gatos? Eres más de caballos, ¿a que sí?

—De vacas— respondió. —Aunque te parezca raro.

—En el fondo me caes bien. No eres todo lo que te dije. Solo lo pareces un poquito.

—Yo pensaba que eras más inútil— se sinceró el otro. —Te portaste mal conmigo.

—Eras muy seco. No me hablabas. ¿Podemos ser amigos ahora?

—Sí— dijo contento. —Me agradas.

—Tú a mi también— dijo Alexander tomándolo discretamente de la mano.

—¿Cómo te "agrado"? ¿En qué sentido?

—En todos los sentidos que quieras— confesó Alexander y está vez estando bien sobrios John le dió un pequeño beso en la comisura de los labios.

—Gracias por cuidarme.

—Te quiero— confesó Alexander algo enrojecidos.

El Ayudante De Cámara PERFECTO | LamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora