"Da igual, me voy a morir"

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Tanto tiempo con John le tenía saturado. Por primera vez en mucho tiempo volvió a salir de fiesta con Francis, su novio y Lafayette. Habían tenido una pequeña discusión que terminó por colmar la paciencia de Alexander. De verdad trataba de entenderlo y de no hacerle caso, sabía que muy bien de la cabeza no estaba. De hecho, consideró varias veces traerle un psicólogo o alguien para que fuese un hombre un poco más soportable.

Vale, tal vez Alexander pensaba eso porque estaba molesto. Durante aquel periodo todo fue extraño. Quería a John, siempre le había atraído, pero este ya no le hacía caso ninguno. Eso le molestaba... Mucho. También no terminaba de ser consciente de lo que significaba la muerte, ni siquiera parecía estar en un contante padecimiento, ni requerir cuidados paliativos... —Alexander— dijo Elizabeth. Le sorprendió verla allí. No la esperaba.

—¿Eliza?

—¿Cómo va todo?— Preguntó la joven y Alexander levantó los hombros.

—Harto, supongo. ¿Y tú? ¿Estás con Martha?— Preguntó el pelirrojo tomando su bebida recien servida.

—Qué va. No tenemos nada que ver. Fue cosa de una noche. Ella es tan... Tan... Pija— murmuró la de ojos oscuros. —Y no deja de hablar de John. Creo que deberíamos de superarlo todos cuanto antes.

—Oh, ni me lo menciones. Lleva un tiempo que me pone de los nervios— aseguró Alexander.

—Bien, ¿bailas?

—¿Y todo esto a qué viene ahora? ¿Estás volviendo a ligar conmigo?

Alexander se hubiese distanciado de ella si no estuviese considerablemente borracho, pero al final fue bien y todo. Arreglaron sus diferencias y quedaron en buenos términos sin haber tenido que recurrir a acciones de dudosa procedencia. Siendo sinceros, no tenía nada de sueño pero, como Francis conducía, él indicaba la hora de irse.

Ni saludó a John. Seguía molesto por sus tonterías. No le gustaba estar así con él, todo se había ido al garete. Alexander no sería así si John no lo complicarse todo y no hiciese un drama de una mota de polvo. John sí era así: exigente, perfeccionista, serio, crítico y un poco egoísta. Demasiado para Alexander.

Entendía que no debía tomar en cuanta las palabras de John y bla, bla, bla... Qué si situación era mala... De cualquier modo, sus estúpidas acciones solo le perjudicaban a él mismo. “No quiero ir. Alexander, déjame” daba igual, él era el dueño de las decisiones sobre su proyecto y si no quería ir a la sesión de fotos de la campaña de la siguiente temporada no iba a ir. Otra discusión esa mañana fue por una chorrada más a ojos de Alexander: habían llamado a su queridísimo rubio a iniciar en unos estudios a distancia serios sobre diseño de moda para extraer algo de su potencial, pero llegó la frase que John utilizaba para justificar absolutsmente todo: "Da igual, me voy a morir"

Lo mismo decía cuando Alexander le decía que debía ser algo más simpático para caer bien, preservar a sus amigos y regresar a ser lo que era. (Menos mal que Alexander pensaba que el John arrogante no volvería y que ya había conseguido coger confianza con él). Habían vuelto exactamente al punto de partida. La cosa estaba fría. Al menos hasta esa noche donde volvió a hablar con Elizabeth.

Alexander estaba mirando su teléfono, esperando que le diese sueño y, de la nada se asustó al sentir alguien acercarse a él. Rápidamente encendió la lampara y miró a John. —Qué susto, ¿qué pasa?

—¿Puedo sentarme?— Dijo mirando la cama de Alexander y el pelirrojo asintió. John volvió a apagar la luz y se sentó, al parecer quería hablar y prefería no tener que mirar a Alexander a la cara. —Lo siento. Lo siento por haber sido un idiota contigo. Debería agradecerte en vez, por estar todos los días soportando mis berrinches y mis idioteces.

—¿Por qué dices esto?— Preguntó el pelirrojo extrañado y se acercó a él para posar su mano en su espalda.

Al principio John no quería confesarlo, pero, finalmente admitió que los pensamientos le perturbaban y que había empezado a soñar por las noches. Ni siquiera podía descansar y sentía que debía disculparse con Alexander. —He pagado mi frustración contigo, cuando solo estoy molesto conmigo porque no puedo hacer todo lo que quisiera y con el resto que parecen haberse olvidado de mí. Me gustaría que pudieses olvidar este último percance y... Regresar a las tardes de películas raras de esas tuyas. ¿Me puedes perdonar? Sé que me he equivocado muchas veces.

—Sí— dijo. Ni siquiera había pensado en la respuesta. Había sido involuntario. Aquella misma noche había estado ligando con un montón de chicas y con Eliza, pero ver a John endeble en su regazo le jugó en su contra.—¿Quieres todo como siempre?

—Sí— murmuró abrazado a Alexander. —Quiero confiar en ti para lo que me queda y saber que alguien me quiere.

—Sabes que mucha gente te quiere. Tu padre pregunta cada día por ti.

—¿Y por qué no quiere verme ni hablar conmigo? Nadie quiere hacerlo, ni Francis, ni Martha...

—Pirque te quieren mucho y... También es doloroso para ellos. Si te vas, tú no te darás cuenta, pero vamos a sufrir. Ellos creen que si se alejan de ti van a sufrir menos.

—¿Y tú?

—Yo no creo eso. Estaré tranquilo sabiendo que hemos vivido bien todo el tiempo, por eso no quiero verte haciendo berrinches.

—Lo siento.

—Si te hemos ocultado algo es porque te pones histérico solo de pisar un médico— afirmó el pelirrojo. —Ven, acuéstate— dijo el pelirrojo abriendo sus brazos y John se acostó así lado. —Empezamos de nuevo. Olvidaré lo anterior, como si fuese una noche de fiesta.

—Gracias. Sé que estos cambios tan radicales de un día para otro son extraños. Hay días que no estoy de humor.

—Creo que debes gestionar eso. Mañana pensaré con más claridad.

—Sí, mañana mejor. Ni siquiera te acordarás mañana de esto. ¿Cómo has salido de fiesta sin mí?

—Porque te pones tontorrón. Tampoco he bebido mucho. Me acuerdo de todo.

—¿Sí? ¿Me puedes dar un beso de buenas noches?

Alexander sonrió y le dió un pequeño beso. —¿Ahora sí quieres luchar por lo nuestro?

—Supongo. Ya que me voy a morir tendré que... Aprovechar.

El Ayudante De Cámara PERFECTO | LamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora