Desconformidad

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—Buenos días— dijo Alexander cómo era costumbre. Esta vez sin tratar de putear a John demasiado, últimamente trataba de ser un poco mejor con él.

—Buenos días— respondió la voz de John desde el sillón asustando al pelirrojo.

—¿Ya te has despertado o no has dormido?— Preguntó viendo al de ojos azules. —¿Hay algo que te preocupa?

—No, solo son mis pensamientos—Respondió John levantándose. —Iré a estudiar matemáticas— afirmó y Alexander se quedó algo sorprendido.

Fue a la universidad con normalidad, le compartió su número a Elizabeth y a Francis. A partir de ese momento todo sería distinto. Lafayette, su amigo tan ocupado últimamente también estaba allí. Se olvidó un buen rato del malestar de John.

Gabriel se acercó al grupo con algunos libros en las manos y de forma muy animada saludó a Francis con varios besos en la mejilla. —Mi hermoso príncipe— aseguró Francis —, qué guapo estás hoy.

Alexander se preguntaba si John sería así cuando estaba con Francis. No es un hombre al que le vayan esas cosas.

Después, por la noche salieron sabiendo que tenían clase a primera hora al día siguiente. No le importó a ninguno, celebraban cualquier tontería. Bebieron demasiado como para recordar todo con claridad y, en algún momento fumaron algo que ofreció Elizabeth. A partir de ahí, las siguientes dos horas fue un viaje astral y Alexander llegó a casa abatido.

Durmió muy fácil, hasta que la alarma le despertó. Ni siquiera tenía resaca, aún parecía estar completamente borracho hasta que Henry le llamó y en aquel momento hasta el alcohol de sus venas huyó.

Henry quería que John y Alexander fuesen una semana a Estados Unidos para su campaña. De hecho, ya había comprado los vuelos.

Por otra parte, tenía un mensaje de la noche anterior, donde Elizabeth parecía estar muy unida a Martha. ¿En que momento Martha había aparecido allí? Intentó contactar con Eliza pero no hubo respuesta.

Algo molesto fue a despertar a John que por fin descansaba plácidamente. Le dió algo de lástima pero el vídeo de Eliza le regresó a la mente. —¿Podrías controlar que demonios hace tu novia?— Dijo Alexander lanzándole el teléfono a la cama y lo despertó.

—¿Qué? ¿Qué ha pasado?— Preguntó John incorporándose y vio el teléfono de Alexander. —¿Qué quieres que haga con él? 

—Entra en WhatsApp— dijo el pelirrojo acercándose.

—¿En qué?— Preguntó John mirando el teléfono.

—No te hagas el tonto— Alexander miró a John que le observaba y le devolvía el teléfono. —¿A caso no sabes usarlo?

—Lo básico.

—¿Y no sabes mandar un WhatsApp?

—Se llamar— aseguró el rubio y Alexander suspiró buscando el vídeo en el teléfono.

—Tu novia te ha puesto los cuernos con la mía. Más te vale darme una explicación.

—No es mi novia— dijo John. —¿Y que explicación debería darte yo? Yo no he hecho nada.

—Ya, pero ¿a quién le puedo pedir una explicación? No conozco a tu rubita.

—Martha— corrigió el más alto. —Deberías pedirle una explicación a Elizabeth.

—¿No piensas hacerte cargo de mi dolor? Aunque no sea tu novia es tu amiga— aseguró Alexander mientras se sentaba en la cama al lado de John. Lo decía con total tranquilidad, no tenía mucho sentido, pero tampoco se encontraba en sus facultades.

—Tu tampoco te haces cargo del mío. No es algo que te importe.

—Yo lo he intentado, pero me rechazas siempre. No quieres que te acompañe, se supone que debemos ser amigos.

—Me gusta que mis amigos sean más sutiles— aseguró bajando la mirada.

—A mí me gustaría que Eliza no me mintiese. No me merece, ¿verdad?— Dijo el pelirrojo observando a John hasta que decidió besarlo.

—¿Qué haces?— Preguntó apartándose. —No te vengues de Elizabeth conmigo— murmuró pasando su cabello por detrás de las orejas algo alterado. Al final decidió levantarse y marcharse al jardín a pesar de lo que su padre pudiese haber ordenado.

Al principio Alexander ignoró el hecho, cuando pasaron algunas horas pensó que John entendería que lo había hecho atacado por el celo y el rencor. Sin embargo, John no se veía feliz. Decidió intentar hablar con él, se sentía traicionado y confuso por lo que estaba sucediendo.

—Se supone que eres mi ayuda de cámara. Qué tu trabajo es ayudarme— dijo John mirando desde su ventana —no complicarme las cosas más.

—Ya te he dicho cuánto lo siento— repitió el pelirrojo de pie en la habitación viendo cómo John se marchaba a sentarse.

—No estás haciendo bien tu trabajo. No lo has hecho como correspondía desde el primer día.

—Si tan insatisfecho estás, ¿por qué no le has dicho a tu padre que me eche?

—Porque me alegraba tener un ayudante joven. Pensé que podríamos hablar y tener cosas en común— afirmó John. —Pero eso no significa que no debas hacer las cosas bien. Si vienes y me gritas, como si pudieses mandarme... Cuando me despiertas tan bruscamente... No entiendo cuál es el problema conmigo. Creo que las órdenes eran sencillas.

—Nunca me explicáis como debo tratarte. Ni siquiera entiendo que demonios te pasa. Nunca hablas y cuando parece ir todo bien... Me ignoras. No me das explicaciones de nada.

—Yo no debo darte explicaciones de nada— aseguró John. —Yo te digo lo que quiero hacer, me das tu opinión y elijo si ignorarla o no. Deberías ser la primera persona a la que veo en el día y a la última. Con lo que eso conlleva, ser mi primera y última conversación. Se supone que tienes que estar a mí lado e intentar divertir este aburrido mundo. No soy como un perro al que le puedas dar comida y te olvidas de él el resto del día.

—¿Y qué quieres que haga? ¿Cómo entretengo al señor?

—Hablando de señores, deberías haberme hablado de usted. Todo el mundo, menos mi padre y Martha lo hacen.

—Oh, claro, era obvio— dijo Alexander sarcástico. —Perdone mis ofensas, vuestra merced.

—No estás siendo gracioso, si es lo que pretendes. No me importa ya como me hables. Pensé que eso indicaría que podríamos ser mejores.... Mejores compañeros. Simplemente empieza a hacer tu trabajo bien a partir de ahora y hazlo perfecto antes de que debamos ir a América para la campaña de mi padre.

—¿Y como puedo mejorarlo?

—Solo quiero que seas más humano conmigo. Cómo lo fuiste en el jardín.

—¿No crees que eso es excederme de confianza?— Preguntó el pelirrojo.

—¿No crees que yo quiero conversar con alguien a lo largo del día?

—Tu mismo dijiste que no querías sentir invadido tu espacio personal.

—Puedes conversar conmigo sin invadirlo. Inténtalo.

El Ayudante De Cámara PERFECTO | LamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora