Un nuevo percance

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—Alexander— dijo John desde su cama. El pelirrojo tan solo estaba esperando en la sala a ver si mejoraba o si le sucedía algo. Estaba sentado cerca de él, pensaba que estaba dormido.

—Dime— se acercó de inmediato. Le daba lástima verlo así de enfermo.

—¿Puedes llamar a mis médicos?

—¿No te sientes bien?— Preguntó el pelirrojo que creía que, después de la noche t toda esa medicación estaría mejor.

—Quiero hablar con mi terapeuta... ¿cuando va a venir mi padre?— Preguntó mirando a Alexander con cierta intriga.

—Lo llamaré. Le diré que quieres verle— respondió. Eran tan cruel pensar que tendría el mismo destino que su madre...

John estuvo hablando casi toda la mañana con aquella mujer que Alexander pensó que era psicóloga, sin embargo solo era una terapeuta de nosequé del carolino. John debía necesitar un poco de consuelo y aún no tenía la suficiente confianza con Alexander como para pedírselo.

Más tarde vino Martha a visitarlo por petición de Alexander. Sabía que ella podría animarle. De hecho, le despejó la mente un buen rato cuando le dejó dibujar y le enseñó sus diseños.

Ella era dulce con él, tanto que parecían pareja, aunque... Ya iba descubriendo que John no tiraba mucho por ahí.

Tras un buen rato, la joven se marchó y Alexander simplemente, al verlo de buen humor intentó seguir animándolo. —Veo que te lo has pasado bien— dijo. Habían estado a solas, seguramente conversando de cosas, y... Bueno,haciendo lo que sea que esos dos amigos hacían. De hecho, John tenía pintalabios en la mejilla. Debió haber sido del beso de despedida.

—Sí... Ha sido divertido.

—Llevas pintalabios en la mejilla— aseguró Alexander pasándole la mano a ver si saltaba. —Parece que tendrás que lavarte la cara— Después observó la libreta de dibujo sobre la cama. Ya imaginó que estaban haciendo. —No sé cómo consigues que las chicas quieran que las dibujes desnudas.

—Oh, no te pases. No siempre es así. Solo a veces— aseguró John.

—Bueno, te digo que pocos hombres las convencen tan fácil— dijo el pelirrojo.

—No soy un cualquiera— respondió. —Ellas son como arte. Tienen caras hermosas y cinturas pequeñas.

—No ha sonado muy gay de tu parte.

—¿Cómo estás tan seguro que no me gustan las mujeres?— Preguntó viendo la convicción de Alexander. —Tú mismo, Eliza, Fran... Me decís mujeriego.

—No te he visto besar a una mujer nunca. Nadie— aseguró Alexander.

—¿Y a un hombre sí? Omitiendo cuando me besaste.

—Bueno... Cuando salimos de fiesta firteaste como con cuatro chicos y andabas muy dispuesto a no solo darles besos— afirmó Alexander y a contra de lo que el pelirrojo pensaría, John se rió sutilmente.

—¿A que vienen estas conversaciones? ¿Quieres que te dibuje?— Preguntó el rubio y Alexander se sorprendió. ¿Quiere verlo desnudo? Podría haber sido un poco más sutil.

—Ehm... No. Gracias. No me apetece que tengas dibujos en bolas míos— respondió Alexander.

—Estás nuy equivocado. Yo no me los quedo. Son para mis modelos. Es un regalo de agradecimiento.

—Ajá... No sé cómo tantas mujeres pican en eso. Si te lo preguntas yo estoy hecho para las mujeres— dijo en su momento menos elocuente. Solo quería fingir cualquier tipo de atracción por John y más aún, tratar de que olvidase lo que pasó después de salir de fiesta si es que aún lo recordaba.

El Ayudante De Cámara PERFECTO | LamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora