Nuevas esperanzas

66 11 22
                                    

Aquella vez era Alexander quien debía consolar a John. Se sentía culpable en parte de la causa. Su encuentro no fue como esperaban. Debió haberle echo caso a Francis.

John estaba apoyado sobre el regazo de Alexander que lentamente le acariciaba el cabello. Ambos sabían que en algún momento debía iniciar una dura conversación. —Jack— dijo Alexander. —Si no te sientes cómodo, no es necesario que hagamos esas cosas— dijo Alexander. Estaba renunciando a sus propios deseos por amor. Porque sabía que algo no iba bien en el mayor. —Yo te quiero tal y como eres. ¿Podrías decirme que es lo que te preocupa?

—No es tu culpa, si es lo que te preocupa— respondió John un poco de mala gana.

—No me preocupa eso— respondió Alexander. No le gustaba que John hablase así, ese tono tajante era desgarrador para Alexander. —Solo quiero hablar contigo porque te quiero y quiero que estés bien y no estés triste y... y verte sonreír. Es tu cuerpo lo que te molesta, ¿verdad?

—¿Por qué dices eso?— Preguntó John.

—Porque lo deduzco— mintió. Obviamente no iba a decirle que hablaba con Francis de todas esas cosas.

—Sí, es por eso. Es un tema pendiente con mi terapeuta. Pronto lo trataremos— afirmó el mayor. —De momento, tengo otras cosas mas importantes que solucionar.

—¿Sí? Bien. Espero que puedas solucionarlo pronto. Eres muy guapo— aseguró Alexander dándole un beso en la frente. —¿Puedo preguntarte qué temas son más importantes que aprender a admirar de nuevo tu encanto?

—Eres muy curioso.

—Ese soy yo— respondió el pelirrojo.

—Hm...— pensó John que contarle. Sabía que tenía que saciar la curiosidad de Alexander. —Pues... Desde que empecé con mi terapeuta hemos trabajado muchas cosas. Mi padre la llamó porque dijo que una secta me había lavado la cabeza. Estuve casi dos años trabajando en eso hasta ser "normal" otra vez.

—Bueno, si te sirvió de ayuda. ¿Y después?— A veces Alexander se emocionaba demasiado con la curiosidad.

—Sobre Francis— susurró, seguramente supuso que no sería algo que Alexander quisiera escuchar.

—Bien, eso también fue muy importante. Está bien que lo superes— afirmó el pelirrojo.

—Lo último que estoy haciendo es tratar de aceptar que mi vida ha cambiado para siempre— afirmó. —Y que no podré hacer nunca más muchas cosas.

—Piensa que, si no fuese por todo esto tal vez no tendrías las cosas buenas de ahora.

—¿Qué tiene mi vida de bueno ahora?— Preguntó el rubio esperando que Alexander dijera algo. Claramente para John su vida después del accidente no era buena comparada con la que llevaba antes.

—Bueno, diseñas un montón en tu tiempo libre. Tienes una carrera prometedora. Has vuelto a hablar con Francis.

—Ya hablaba con él antes de todo esto.

—Me has conocido a mí— dijo el pelirrojo convencido y John sonrió. Era muy esperable que Alexander dijera aquello. —Y creo que me quieres al menos un poquito.

—Un poquito— repitió el rubio.

—Ajá. Y cada día me vas a querer un poquito más. Me hago de querer, ya verás— prometió el pelirrojo. —Sé que va a sonar muy cliché y que parece que sea tan inútil como decirte cuando estás triste que no lo estés, pero, deberías disfrutar cada día y no pensar en el pasado ni en el futuro.

—Es fácil decirlo cuando no estás en mi situación.

—Lo sé, pero poco a poco voy a ayudarte como sea que pueda— respondió el pelirrojo. —Estoy aquí para eso. Para hacerte feliz y por eso te  voy a ayudar a que aceptes que eres hermosísimo. Tus ojos son muy bonitos, tu pelo muy suave y tu piel perfecta.

—No creo que esos sean mis problemas.

—Dicen que lo impirtante son los ojos, que son la puerta al alma o algo así— afirmó el pelirrojo.

—Alex... Seamos evidentes. Me he quedado muy delgado. Incluso mi padre lo ha notado, Francis, Martha... Todos lo ven. No puedo hacer nada para evitarlo. Yo sigo comiendo como siempre.

—Sí, pero ahora que la nutricionista te ha puesto una nueva dieta todo irá bien.

—Me ha cambiado la dieta veinte veces en dos años— aseguró el mayor. —Encima, estoy tardando mucho en mejorar. Se supone que estoy bien, que no me debe doler nada y tengo la pierna entumecida y dolor en la pantorrilla.

—Sí, cuando vayamos esta tarde al médico deberíamos comentárselo. Seguro se puede solucionar— dijo el pelirrojo.

—Ya, y para culminar tengo ja raja por toda la pierna y me espera otra por si no era suficiente. No quieres imaginarte el tiempo que ha tardado en cicatrizar todo eso y lo horrible que ha sido.

—Te entiendo, pero también debes ver qué ahora estás mejor que cuando estabas recién operado y en cuatro meses estarás más feliz que ahora.

—Pues no sé qué decirte. Estaba muy bien estando dormido todo el día— afirmó John.

—No soy psicólogo para aconsejarte, la verdad, pero si necesitas algo estoy por aquí. No te avergüences de nada, estoy para ayudarte— aseguró el pecoso. —¿Estas nervioso por ir hoy al médico?

—Preferiría quedarme aquí estudiando o dibujando.

A pesar de que John no se veía altamente emocionado debían ir. Aquello lo agobiaba bastante. Sobretodo porque no entendía por qué las pruebas de una simple operación para cambiarle una prótesis se extendían tanto. Henry tarde o temprano iba a tener que explicarle la causa real de tantas pruebas.

La cosa no iba tan bien como Alexander pensaba. El tratamiento no estaba haciendo mucho efecto, el entumecimiento era culpa del tumor y necesitaba algo pronto. ¿A caso John no tenía suficiente con accidentsrse la pierna y ya?

Uno de los doctores sugirió una terapia de radiación. Era lo mejor que podían hacer ya que anestesiarlo y una operación común de aquel calibre sería muy riesgosa. Así sería mejor, de hecho, no tendría ni siquiera que permanecer alguna noche en el hospital. Era una buena idea para no matar a John de un ataque de ansiedad.

Lo citaron dentro de unos tres meses para terminar de decidir que hacer. Si sería más conveniente tratarlo en varias veces a pequeñas intensidades o si tal vez era mejor hacerlo todo de una. Parecía haber un poco de esperanza, pero quedaba contarle a John sobre aquello sin que se asustase demasiado.

El Ayudante De Cámara PERFECTO | LamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora