¡Buenos días!

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—¡Jack! ¡Buenos días!— dijo Alexander entrando animado por la puerta. Hoy tenía un día bastante libre. Aunque John tenía algunas clases y más tarde había quedado para hablar con el hombre que le iba a ayudar a sacar su primera colección. De todos modos la tarde la tendrían entera para disfrutar. —¿Cómo estás hoy?

—Un poco cansado, pero bien— afirmó John sentándose en la cama. —¿Sucede algo hoy?

—Hm... No. Solo estoy contento porque no tengo clase— afirmó el pelirrojo. Por desgracia para John, no podía compartir aquella suerte. —Voy a pensar en que organizar esta tarde. Tal vez pueden venir los chicos y Martha.

—Eso es una gran idea— dijo sonriendo por primera vez en el día y le dió un beso a Alexander.  —Te quiero.

—Yo también— respondió Alexander sintiendo la mano de John en su mentón. —Mira, tu vida es buena ahora porque me besas todo el día.

—Hm... Sí. Podríamos decir que sí— afirmó John y dejó a Alexander levantándose para elegir la ropa. —¿Puedes darme un jersey? Tengo frío.

—Es verano.

—Luego me lo quitaré— prometió el rubio y después de aquello bajaron a desayunar. Todo iba considerablemente bien hasta que cierto rubio trajo problemas. No quería tomarse cierta pastilla porque le causaba sueño. No era tonto. Ya había atribuido la pastilla a su cansancio. Sin embargo, John le convenció a Alexander diciendo que solo quería estar atento por la mañana, pero que la de la noche la tomaría sin falta.

Alexander se lo dijo a Henry. No sabía que tan pronto habría que decirle a John lo evidente. Estaban preocupados.

Por la noche vinieron William, Francis y Martha. Lafayette no, no tenía tanto trato con John desde hace años. No por nada malo, simplemente no se hablaban mucho.

Cenaron pizza, hablaron un buen rato, jugaron unos juegos de mesa y John de tomó sus medicamentos sin rechistar nada. Alexander se relajó. Tal vez no tenía intenciones de dejar el tratamiento, solo quería estar despierto.

Jugaron hasta tarde y después pusieron una película. John se quedó durmiendo encima de Martha y William sobre John. Alexander y Francis discutían sobre lo mediocre que era la trama y Martha intentaba enterarse de que iba la película.

Se marcharon muy tarde, fue difícil despertar a William. Francis casi debió sacarlo a rastras. Martha también estaba bastante cansada, pero prometió hacer próximamente otra visita a John. Alexander tenía mucho sueño, pero debía aún conseguir que cierto rubio se tomase una ducha o un baño, se pusiese el pijama y durmiese en su cama. Aunque tal vez lo del baño no apetecía mucho a aquellas horas.

—John, vamos— dijo sentado en el sofá acariciando el cabello del rubio. —Es verano, hace calor, vas a dormir bien si te duchas— dijo Alexander y John le miró cansado.

—Convénceme.

—Yo te esperaré en la cama y te arroparé un rato hasta que te duermas.

Eso convenció bastante a John. Sí tenía ganas de sus cursiladas. Le encantaban a Alexander, era demasiado tarde para negarlas.

Antes de que pasase mucho tiempo, John ya había regresado con el cabello suelto recién seco y con un pijama bastante bonito que había elegido Alexander. John se acostó bajo las sábanas y abrazó al pelirrojo. —Tengo un poco de frío.

Pasaron un rato bastante sereno hasta que Alexander vio que ya era hora de irse. John necesitaba reposar bien pues mañana sería otro día bastante largo.

Se quedó hasta tarde viendo un par de cosas en su móvil y cuando estaba a punto de cerrar los ojos una voz lo llamó. —Alexander— dijo Henry y el pecoso le miró, no entendía que hacia allí. —John no se siente muy bien. Quiere verte.

El Ayudante De Cámara PERFECTO | LamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora