Nueva vida

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John seguía con el humor por los suelos. ¿De qué le servía tener prótesis nueva si no podía moverse? Todos los días, algunas enfermeras le ayudan a cambiar de posición y un fisioterapeuta muy agradable le ayudaba a tratar de conseguir algo de independencia.

Alexander había sido obligado por John a ir a clase. No hay nada que Alexander pudiese cambiar. Ya hacía suficiente con acompañarlo todas las noches. —¿Cómo está?— Preguntó Francis y Alexander asintió con una pequeña sonrisa.

—Llora mucho, pero está despierto. No tiene el habla afectada... Está cuerdo. Bien, supongo.

—Me alegra escuchar eso— aseguró Francis. De todos los pronósticos posibles, aquel no estaba entre los peores, pero su cuerpo se consumía con velocidad.

Por la tarde compró flores para John. Desde que lo hizo por primera vez juró repetirlo. Le encantó. Se podía decir que la joven de la floristería ya le conocía bien. —¿Qué le llevarás esta vez?— Preguntó la chica.

—No lo sé, quiero algo de colores alegres— dijo Alexander.

—Es época de tulipanes. A las chicas les encanta.

—Sí, chica...— dijo Alexander. —Es para mí novio.

—Oh, entonces, ¿prefieres algo más discreto?

Alexander estaba indeciso. Todas eran bonitas para John. Al final se decantó por un ramo de flores en colores naranjas. —Gracias, Alex— dijo John con una sonrisa.

—¿Todo bien?

—Normal. No hago muchos avances, pero tampoco retrocedo.

—A la gente le encanta tu colección. Está siendo una sensación incluso en América.

—Eso he visto. Estoy un poco cansado de estar aquí— afirmó. —¿Creed que sería posible trasladarnos a Carolina o a Nuevo York?

—No sé, Jack. Tal vez es mejor para ti esperar un poco aquí. Te están cuidando bien— dijo el pelirrojo. —Aunque sea un poco aburrido.

—Tú debes salir a divertirte— afirmó John. —No quiero que estés aquí todo el día.

—No quiero que te quedes solo.

—No te preocupes, los médicos me mantienen ocupado todo el día. El logopeda viene cada comida a intentar que trague algo... Hay alguna enfermera agradable.

—¿Quieres estar solo?— Intuyó Alexander.

—A veces— respondió. —Ahora todo el mundo está encima de mí. Ni siquiera puedo ducharme solo.

—Lo sé, lo entiendo— afirmó el más bajo. —Si me necesitas avísame.

—Yo te avisaré. Ves a descansar a casa, que llevas muchas noches durmiendo mal.

Alexander se dirigió solo a casa. Estaba el lugar vacío sin su presencia, pero entendía que John quería estar solo. Henry le llamó para comentar el estado de John, aunque estaba demasiado ocupado como para atender la conversación más de cinco minutos. Rápidamente colgó y Alexander regresó a estudiar.

Pasaron casi tres meses donde su vida no variaba mucho. Seguía siendo así. Todo estaba exactamente igual con John. Aún no comía, no se levantaba y a veces Alexander dudaba de que tan vivo estaba. Sus conversaciones se volvieron silenciosas. No tenían mucho de lo que hablar, al menos John. Alexander llegaba y contaba su día mientras John le escuchaba atentamente.

En cuanto a sus diseños, algo empezó a hacer como buenamente podía. Era su único entretenimiento. Seguía creciendo su popularidad aunque no muchos lo conocían de cara ya que, lógicamente, no hacía apariciones públicas.

A veces Alexander se sintió como un hombre cruel. No siempre tenía ganas de ir a pasar tiempo con John. Él a veces estaba de mal humor y otras veces quería estar solo con sus pensamientos. Trataba de ayudarle en algunas cosas, pero John se enfadaba porque según él, Alexander asumía un rol de enfermero que detestaba.

—Sé que no quiere que sea su enfermero, pero tiene que comprender que no podemos hacer nada. No puedo llevarlo a pasear a un parque ni hacer algo interesante— afirmó en la cafetería de la universidad. —Está todo el día postrado en la cama o con el fisio.

—Creo que deberías reconsiderar la pérdida de tiempo y desgaste que te provoca esa relación— dijo Elizabeth tomándose su café. Hacía algunos días que habían vuelto a hablar.

—La verdad es que es agotador. Él me importa pero...

—Pero no sabes como decirle que ya no quieres estar con él sin que se lo tome mal— dijo Elizabeth.

—¿Qué? No, no, no es eso. Solo no sé qué quiere que haga. No sé qué necesita.

—Estar solo. Lo conozco hace muchos años. Me sorprende que esté contigo, él no es de relaciones.

—Estuvo con Francis.

—Y le pudo los cuernos un par de veces— afirmó Eliza. —Siempre engaña a todos con esa cara.

—Él ha cambiado mucho estos años. Créeme que es una persona nueva. Cuando llegué era un hombre desagradable— afirmó Alexander.

Cada quien le decía una cosa. Francis le decía que debía hablar con John, Martha que debía dejarlo pasar y Eliza que se separase de él. Optó por hacerle caso a Francis. ¿Quién conocía a John mejor que él?

—¿Qué necesitas!

—Un abrazo, por favor— dijo y Alexander se acercó con cuidado.

—No quiero hacerte daño.

—No me harás daño. Siéntate a mi lado— dijo viendo la cama y Alexander se sentó en al esquina y le rodeó con sus brazos.

—Gracias— dijo con una pequeña sonrisa. —Quiero volver a ir al jardín. Está Noche he soñado con él.

—Puedo traerte más flores si lo precisas. Una planta tal vez te sube el ánimo.

John sonrió. Solo quería irse de aquella habitación. —¿Vas a salir esta noche? Francis dice que han abierto una nueva discoteca.

—No lo tengo claro. Le había dicho que en principio no.

—Tal vez deberías ir. Sé que te despejarás un rato. Yo descansaré y si se me ocurre algo pintaré como pueda— sus habilidades artísticas si se habían visto claramente afectadas, sobretodo por su mano, pero no me quedaba más que practicar con la otra.

Finalmente Alexander salió. Se encontró primero con Francis y Gabriel. Martha tenía función aquella noche. Después, cuando se aburría de la fiesta, empezó a chatear por WhatsApp con Eliza y finalmente ella le dijo que estaba en un antro cercano.

Ambos se encontraron en un parque cercano y empezaron a caminar hacia la casa de los Laurens, que ya era la casa de Alexander, sin haberlo pensado. Hablaban de variedad de temas. Sobretodo de la relación. —No quiero ser negativo, pero no creo que vaya a recuperarse nunca.

—Es difícil, sé que tampoco quieres desperdiciar tu tiempo.

—Ahora mismo no siento que esté en una relación con él. Aunque los clichés dicen que hay que estar para lo bueno y lo malo es muy difícil.

—Francis no estuvo con él por pena cuando se quedó cojo.

—Es diferente.

—No lo es. Tienes que pasar página— dijo Elizabeth. —No te digo abandonarlo, solo saber que tu juventud es importante.

—¿Sabes que es lo peor? Que si le digo algo, él estará de acuerdo. Cree que solo es una carga para mí.

—Y lo es, pero no puedes decírselo. Tienes que fingir que no te importa cuidarle y estar sentado a su lado horas sin hablar, perder el tiempo...

—A veces estoy cansado de eso, pero le quiero.

—¿Le quieres o te da pena?

—Ambas— dijo Alexander abriendo la puerta

***

Hola, lamento no haber publicado. Os aviso que no estoy pudiendo escribir mucho por un problema ocular que me hace tener que mantener los ojos cerrados gran parte del día :')

El Ayudante De Cámara PERFECTO | LamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora