FIN

72 15 41
                                    

Hubo un día en el que por primera vez pudo sostenerse de pie. Aquel fue el punto de inflexión para regresar a casa. Por fin. Medio año que no se tumbaba en su colchón y disfrutaba de su habitación.

Miraba entretenido el jardín desde la ventana, como si nunca lo hubiera visto. Trataba de compartir su emoción con Alexander, él le preparaba como siempre su ropa y sus cosas. Contrataron dos enfermeros ya que John se negaba a ocupar a Alexander para tareas pesadas.

Con ello, Henry decidió que John podía regresar a Carolina Del Sur. Fue un poco triste porque iba a echar de menos a sus amigos. De hecho, Alexander no quería volver, aquello significaba dejar a Eliza de lado.

En Estados Unidos tuvo asistencia en casa. Su propio logopeda, un fisioterapeuta y dos enfermeros que lo cuidaban todo el día. Se acostumbró rápido, volvió a hacer vida normal (o lo que más se asemejaba a ello). Salía a tomar el sol en el jardín de su casa en Carolina. Se sentaba en una silla y a su lado lo hacía Alexander. En silencio completamente.

Por la.mente de Alexander a veces de aparecía Elizabeth. Terminó dejándola porque por su razonamiento durante aquellos meses, una relación a distancia era perder el tiempo.

En cuanto a la universidad, decidió estudiar a distancia, nada de ir a una nueva universidad en Carolina. Era más fácil seguir en la de siempre y hacerlo todo gracias al maravilloso internet.

John pasaba el día rodeado de animales y plantas. Había días que estaba mejor y otros que no tanto, pero tenía un poco de ánimos y su padre lo notaba. Su padre solía estar en Washington casi todos los días del mes, pero iba algún fin de semana a pasaf tiempo con John. Alejados de los periodistas que siempre iban detrás de él.

John sacó otra colección. Estaba muy contento. Iba a una por estación, aquel ritmo era uno bueno. Incluso permitía alguna entrevista y pequeñas apariciones públicas que no le llevasen mucho esfuerzo. Habían algunas personas que se preocupaban por su aspecto, pero realmente no le toma importancia.

—La gente te ama, Jack— dijo Alexander. —Las celebridades se mueren por qué les diseñes algo. Si vieses todo el éxito que tienes en las pasarelas.

—Nunca he podido verlas en directo. Sería gratificante.

Alexander siempre sacaba el trabajó de John hacia delante y asistía a todos los eventos que John no podía ir. Se había convertido en una especie de representante. Henry le dejaba manejar las gestiones de John, él seguia sin tener autorización para ser un adulto funcional, aunque lo deseaba, su padre no lo comprendía.

El mundo conocía a Alexander como parte de la marca de John, por eso nunca de atrevió a dejarlo. Ahora estaban teniendo éxito. Cuando acabó los estudios de jurisprudencia, no buscó trabajo, vivió de llevar las cosas de John. Eran felices viviendo de aquello, sobretodo porque les iba muy bien.

Alexander consiguió olvidar sus dilemas mentales un tiempo. No había lada que el dinero no pudiese solucionar. A veces estaba estresado con el trabajo, por lo que un día, John le propuso que debería irse de vacaciones.

Aquello fue ideal. Un mes en el caribe con chicas hermosas. Era justo lo que necesitaba. Comprendió que le convenía no dejar nunca a John. A veces habían algunos rumores oro ahí, pero al mayor le daba bastante igual. Comprendía que, en caso de que fuese cierto, Alexander podría encontrar personas más interesantes que él, que se pasaba todo el día sentado en su habitación.

Cuando llegó de su viaje le sorprendió escuchar que John de nuevo, tras dos años de su alta, no se encontraba especialmente bien. Entró a la habitación y se quedó perplejo. Él descansaba allí, con John, cuando se lo pedía. Ahora estaba lleno de plantas, parecía aquello un hibernadero. —¿Qué pasa, Jack?

—Llevo una semana con algunos dolores— dijo sentado en el sillón y Alexander suspiró. —Ha venido un doctor y me han puesto calmantes. Ahora duele menos.

—Lo siento...— dijo dándole un beso en la frente. —Deberías descansar.

—Sí... Gracias.

A la noche siguiente, la situación empeoró. Fueron al hospital, por si acaso. Henry estaba allí presente. John estaba adolorido y hablaba algunas cosas sin sentido de vez en cuando. Alexander llevaba algunas horas sentado a su lado sujetando su mano. —Tengo frío— dijo el rubio. —¿Puedes cerrar la ventana?

—Está cerrada— contestó el pelirrojo.

—Hoy me han hablado, vamos s ir a la ópera.

—Jack, hace años no vamos a la ópera.

—Hoy voy a ir porque voy s ver a mi madre.

—...— Alexander suspiró y se levantó. Le miró tumbado en la cama. No esperaban mucho, lo estában manteniendo como buenamente podían. Era tortuoso estar allí. Tenían claro que no iba a salir. Cuando no estaba medicado estaba algo cuerdo, pero tan adolorido que no podía moverse. Esos dolores no iban a marcharse jamás. Le recorrían el cuerpo entero y a veces lloraba.

Le pidió a Alexander y a su padre que tuviesen un poco de piedad por él, que firmasen la hoja y que todos descansarían. Henry se negaba rotundamente y Alexander a veces lo llegó a pensar. Supuso que amar también era dejar ir. —Por favor, papá— dijo John. —Es mi decisión. Ya no puedo moverme ni comer. Estoy sufriendo cada día.

—Mientras yo sea tu responsable vas a intentarlo todo, Jack— dijo el hombre tomando sus manos. —Porque la gente te necesita.

Su marca estuvo abandonada dos temporadas enteras. Estaba en una situación crítica, hasta que un día todo terminó. Fue tranquilo, durante la noche, con medicación.

Alexander por una parte se sintió libre. Se soltó de una vida que no le gusta y le ataba completamente. Se quedó con el dinero de la marca, podía vivir tranquilo el resto de sus días. Salió una última colección con algunos diseños que no había mostrado nunca y, después de eso se desapareció de la vida pública.

Entonces abrió los ojos y miró a la habitación de paredes de madera y miró a su alrededor. Estaba en el caribe, con bonitas vistas. De viaje, le dando en él, con un nudo en la garganta tras un sueño inquietante.

No soportaba estar más en aquellas playas. Tomó un avión a quince días de acabar sus vacaciones y regresó a Carolina del Sur. Entró a la casa tan rápido que nadie pudo preguntar algo. Fue a la habitación de John, en la planta baja, con vistas al jardín y entró.

La habitación no tenía plantas. Estaba blanca, minimalista, limpia, ordenada... Olía a lavanda, la habían fregado a primera hora.

Allí estaba John sosteniéndose de pie, como buenamente podía tras tanto trabajo con el fisioterapeuta. Estaba mirando por la ventana. Se dió la vuelta y le sorprendió verlo. —¿No estabas de vacaciones, Alex?

—No puedo estar tanto tiempo lejos de ti— aseguró Alexander. —Mi cabeza empieza a inventar cosas— aseguró dándole un abrazo.—¿Sería mucho pedir que te cases conmigo?— Preguntó Alexander y John sonrió.

El Ayudante De Cámara PERFECTO | LamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora