No más fiestas

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Le estaba viendo desde la distancia. Menos mal que no iban a acabar muy borrachos. Alexander sabía que aquello no debía ser bueno. Ni siquiera iba a querer darle la medicación después de tanto alcohol. Había sido una idea de Francis, pero a Alexander no le había parecido tan mal... Sin embargo, no le apetecía cargar toda la culpa.

John parecía estar pasándoselo bien firteando con algunos muchachos. Ni siquiera parecía estar centrado en uno, pero no estaban molestos. En cuanto a Francis, llevaba un buen rato en la barra charlando con Gabriel y... Lafayette... Había vuelto a desaparecer.

Alexander parecía un amargado sentado en la mesa, fumando de la cajetilla que le había dejado Francis mientras controlaba a John. No quería que se fuese con ninguno de esos tipos y, en el fondo estaba molesto por verlo comportarse de aquellas maneras. Le hervía la sangre al verlo bailar con algunos hombres, besarlos descaradamente y no parecer ser muy responsable. Sabía que estaba siendo un poco hipócrita, no es nada que el propio Alexander no hubiese hecho en su vida cientos de veces, pero le molestaba que fuese John, quién se supone que estaba enfermo.

—¿Va todo bien?— Preguntó John sacando a Alexander de sus pensamientos. En algún momento John se había acercado a la mesa y se había sentado frente a Alexander.

—Sí— respondió viendo cómo John dejaba su vaso sobre la mesa. —¿No has bebido ya suficiente?— Preguntó tomando el vaso y echándolo al suelo.

—Oye— dijo el rubio. —Solo estamos pasándolo bien.

—Deberíamos volver a casa. No es bueno que salgamos— aseguró Alexander viendo como John también tomaba un cigarro de la cajetilla.

—Tú salías bastante de fiesta con Eliza. ¿Entonces no era malo?— Preguntó John un poco molesto. —Solo quiero disfrutar un rato. Imagínate que te encierran en casa de un día para otro. Quiero revivir un poco la juventud. Llevo mucho tiempo encerrado en casa.

—Podemos encontrar otros pasatiempos— dijo Alexander levantándose de la mesa y tomó del brazo a John. —Vamos a despedirnos de Fran, nos vamos a casa.

A pesar de la insistencia de John por quedarse un rato más, Alexander consiguió llevarlo hasta la casa, caminando, a ver si con suerte se le bajaba algo el alcohol. —No deberías beber porque te estás medicando. Una copa vale, pero no más.

—Pero ya me estoy curando. Me siento bien, Alexander— dijo John sentado en su cama mientras Hamilton escogía un pijama. —Pronto mi vida volverá a la normalidad.

—Saliendo de fiesta no. Tienes que ser responsable. Ya entiendo a lo que se refería Francis contigo. No piensas las cosas dos veces.

—Te juro que sí lo hago— aseguró el rubio. —No he hecho nada malo.

—Entonces piensa las cosas tres veces, ¿sí?— dijo Alexander acercándose a dejarle sobre la cama la ropa. —¿Quieres un baño, una ducha...? Tal vez te viene bien.

Entonces, John le tomó de la mano. —Solo quiero ser normal. Me he equivocado algunas veces, pero quiero ser como los jóvenes de mi edad otra vez— afirmó John. —Ya he aprendido mi lección. Quiero recuperarme, salir a bailar, enamorarme, estudiar en la universidad...

—John... Hasta que no te operes olvida esas ideas, ¿sí? Vamos a centrarnos en otras cosas. No debía haberte sacado de fiesta. No sé para qué le hago caso a Francis— murmuró el pelirrojo. —Iré a prepararte un baño.

Antes de que se soltase de su agarre, John lo tomó con más fuerza y lo acercó a él. —¿Me entiendes?

—No...— contestó Alexander. —Tú no eres así. John es un chico desagradable, engreído, con aires de superioridad, elegante, serio... No sé qué te está pasando. Pensaba que estabas agradecido con tu padre por haberte cambiado la vida y creo que estamos tomando un camino erróneo.

—Claro que lo estoy. Él me ha sacado de mis meteduras de pata pero... No quiero estar más tiempo solo pudiendo hacer amigos.

—Por tu seguridad, no te descontroles mucho hasta que tu padre lo considere.

—Alexander, no soy tan idiota como para meterme en las carmelitas otra vez— dijo John intentando convencer a Alexander y, entonces el pelirrojo recordó como Henry dijo que John era extremadamente manipulable.

—¿Quién te ha metido todas estas ideas en la cabeza? ¿Ha sido alguno de los chicos con los que has hablado?— Preguntó el pelirrojo y John negó dándole un intenso beso en los labios. Supuso que tal vez el alcohol era el único que le había metido aquellas ideas en la cabeza. Aunque no parecía estar extremadamente torpe o tonto por el alcohol, ya le había visto mínimo tomar tres cubatas en menos de una hora y media, así que supuso que si estaba bastante borracho. —John— dijo cuando se separaron del beso.

Alexander suspiró y miró a los ojos azules del chico. No podía molestarse, el mismo Alexander lo hizo meses atrás cuando llegó borracho y se enteró de la infidelidad de Elizabeth. Lo peor es que a él si le había gustado el tacto de aquellos labios.

John jugaba a darle algunos besos en el cuello y Alexander se dejaba. Se colocó sobre él en la cama y le devolvió un par de besos. Sintió el cuerpo del carolino cerca del suyo y llevó las manos a su pecho. Se sintió absolutamente maravillado y en cierto punto llegaron a deshacerse de gran parte de sus ropas.

Alexander sintió sus mejillas rojas por el calor que le recorría todo el cuerpo. John lo tenía en la cama repleto de algunos besos y por primera vez en su vida sintió lo que conllevaba compartir un espacio íntimo con otro hombre. Su miembro ardía de una forma extraña le gustaba la sensación de la fricción entre ambos.

La verdad es que se avergonzaba un poco de lo que pasó aquella noche. Era la primera vez que estaba con un hombre y no era culaquier hombre. Además, si se le añadía el hecho de que John estaba lisiado hizo aquello más peculiar. Lo complicaba todo un poco más para él, aunque no para Alexander. De cualquier modo, no había nada que el alcohol por si solo no solucionase.

También Alexander sintió un poco dañado su orgullo de macho... Fueron demasiadas cosas en una sola noche y él tampoco estaba muy sobrio como para pensar con razón. Era él esta vez quién recibía y por unos instantes le ofendió sentirse "la chica" de la relación aunque en verdad no tuviese nada de malo.

Hubiese apartado a John. De hecho, lo correcto hubiese sido mandarlo a dormir para que se le pasase la borrachera, pero se sintió tentado y le terminó gustando el tacto de John, como enredaba la mano en su cabello y como lo besaba con delicadeza. Descubrió que le gustaba más de lo que pensaba. No recordaba que la espalda de John fuese así y tampoco se imaginó que tuviese tanta fuerza en los brazos. Debía ser genética porque deporte... Tampoco es que se mataba haciendo.

Se alegró tanto al descubrir que John a la mañana siguiente no recordaba sus gritos de idiota que incluso le alivió. Sabía que había estado mal lo que sucedió, ya no podía verlo igual. Prefería excusarse con que simplemente dejó a John hacer lo que quiso aquella noche y la situación transcurrió sin mucha intervención de Alexander, no hizo nada para impedirlo, pero tampoco la manejaba él. Eso le hacía quitarse algo de culpa, además, después lo dejó arropado entre las mantas para descansar. Al menos fue un poco decente... Más de lo que él había sido con algunas de las chicas con las que había estado.

El Ayudante De Cámara PERFECTO | LamsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora