Capítulo Veinte

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El paisaje que se extendía ante los ojos de Lilith era uno que ella jamás pensó llegar a ver jamás, ni siquiera en sus más remotos sueños. Se encontraba en una explanada desierta, sin árboles ni ninguna otra forma de vegetación. Tampoco había animales a la vista, ni siquiera insectos tan comunes como hormigas o moscas. Había un surco enorme en la tierra, símbolo de que alguna vez había habido agua corriendo por el lugar, sin embargo, este se encontraba completamente seco. Tal vez en algún momento este canal había sido un río repleto de agua y peces. El cielo no era de un azul celeste, como el que acostumbraba a haber. Este era de una mezcla de colores cálidos. Rojo, naranja, amarillo y marrón se mezclaban, formando una mezcla homogénea de colores. Si bien esto sería normal en una puesta de sol, Lilith podía ver que este no era el caso. La luna estaba en lo alto del cielo, y el sol no se podía contemplar desde ningún ángulo. Las estrellas acompañaban a la luna, formando distintas formas. Lilith no entendía demasiado de astronomía, pero podía vislumbrar las constelaciones de la osa mayor y la osa menor en lo alto del cielo. Aunque el color del cielo fuese algo excepcional, lo que más le sorprendió no fue eso, sino el gran número de criaturas aladas que se encontraban luchando unas con otras, en un claro deseo de conseguir la victoria y derribar al contrario. Había criaturas en el aire y otras en tierra, pero todas las allí presentes se encontraban batallando. Había incluso algunas que se encontraban en el suelo, sin poder moverse.

Lilith se encontraba a unos metros de una pareja de lo que parecían ser ángeles batallando a un demonio. La pelirroja sabía la diferencia basándose en lo que ella había oído acerca de estas criaturas en el pasado. Los ángeles, con unas alas blancas inmensas, y el demonio al contrario, con unas alas igual de enormes que las de los ángeles, pero negras. Además de las espadas y demás armas afiladas que sostenían, cada criatura legendaria soltaba una llamarada de sus manos de distintos colores. Blanco, azul, naranja, verde, amarillo, negro, morado...

—Rendíos —uno de los ángeles luchando el demonio habló, con sudor mezclado con sangre cayéndole por la frente. El otro ángel le cogió del hombro, en una muestra de apoyo. Ambos parecían estar agotados.

—Eso jamás ocurrirá. —La voz del demonio era suave, aterciopelada. Este, al igual que los ángeles, se encontraba fatigado. No parecía tener más de quince años, pero su postura y decisión en el rostro hacían que el joven demonio aparentase mayor edad—. Vosotros fuisteis quienes empezasteis esta guerra. Es todo vuestra culpa.

—Mientes. Si vosotros no hubierais empezado a atacarnos, esto no estaría sucediendo. Tanta guerra, tanta sangre derramada, sólo por vuestro ego y poder —habló con odio uno de los ángeles, sacando su espada y golpeándola contra el cuerpo del joven demonio, que, sin darle tiempo a frenar el golpe, cayó al suelo.

El joven de quince años, sorprendido del impacto de la espada del ángel en su pecho, empezó a toser, y sangre salió de su boca. Cada vez que intentaba dar una bocanada de aire, tosía más y más, echando más sangre de su boca. Por lo poco que sabía Lilith de medicina, el joven moriría en cuestión de minutos.

La chica pelirroja, a pesar de no querer ser vista por los seres alados, no pudo hacer otra cosa que correr al lado del chico. Ella no era médica y sabía que su presencia al lado del demonio sería inútil, pero no podía quedarse parada y dejarlo morir. El joven tendría quince años. Fuese o no un demonio, apenas era un niño. Ni siquiera era mayor de edad.

—¿En qué puedo ayudar? —preguntó Lilith en cuanto llegó al lado del joven herido. La chica ni siquiera estaba segura de si el demonio seguía con vida, pero al apoyar su oreja al pecho de la criatura, sintió el movimiento del pecho subir y bajar irregularmente. No parecía que fuera a vivir mucho tiempo.

LILITHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora