Prólogo

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Hoy en día, nadie cree que existan tales criaturas como los ángeles caídos. Bueno, de hecho las hay que creen que son aquellos seres con cuernos, cara diabólica y tridente rojo. La verdad es completamente diferente. Los ángeles caídos no se pueden diferenciar de los humanos a no ser que sepas dónde mirar, pero dado que casi nadie sabe de su existencia, se mezclan entre mortales.

Para alguien que sabe como son le bastaría con mirar su espalda. Allí verían una extraña cicatriz roja oscura, como si estuviese todavía sangrando, con forma de X, que empieza en los omoplatos y atraviesa toda la espalda.

Esta cicatriz es un recuerdo de lo que fueron una vez, ángeles. Es el recuerdo de un castigo peor que la muerte, pues sufrieron mucho, convirtiéndolos en lo que son ahora. Ángeles caídos. También podríais diferenciarlos por su rapidez y fuerza. Uno solo podría levantar hasta un camión entero lleno de mercancías con una sola mano y correr a la velocidad de la luz sin apenas sudar. Creeréis que serán seres fríos y crueles, pero no tiene por qué ser así. Si bien la mayoría lo son, también puede haberlos bondadosos y amables. Algunos son tan fríos e inexpresivos debido a que llevan ocultando un dolor tan grande que explotarían de volver a sentirlo de nuevo. En el fondo sufren; por cada muerte, por cada gota de sangre derramada, así que no os atreváis a juzgar a alguien solo por cómo parece ser. Aquel a quién has juzgado por ser frío y distante puede ser el que más muerte ha visto, más culpa, más sufrimiento. Los ángeles caídos también son inmortales, pero la edad no se puede adivinar debido a que son casi todos muy jóvenes físicamente. Adolescentes, hay incluso algunos que son niños, pero que pueden tener cientos de años.

Se dice que en un principio fueron ángeles que, debido a que mantuvieron relaciones con los mortales, fueron cruelmente castigados, arrancándoles las alas y mandándolos a la tierra, rodeados de humanos y que, cada vez que algún ángel caído se acercaba a un mortal, éste moría y dicho ángel caído era torturado.

Os preguntaréis cómo alguien puede provocar tanto dolor a un ángel solo por mantener relaciones con humanos y crear algo tan natural y extraordinario como un bebé. Bien, os diré algo. Dios no es tan genial como todos creen. Él es el responsable de este sufrimiento, de que odien a los humanos, de que sean rencorosos. Muchos mortales adoran este supuesto Dios, pero aquel al cuál dicen amar no existe. El verdadero Dios es un espíritu, un alma que corresponde a lo que se conoce como demonio superior. Es un ser sin cuerpo que vaga por todos los lugares, a veces por el mundo de los vivos, otras por el de los muertos, y da muerte y sufrimiento cuando y a quien a él le plazca. Él condenó a los ángeles a la inmortalidad y al dolor.

No me creáis si no queréis. Allá vosotros, pero os contaré mi historia. De cómo yo era una simple humana que no sabía nada de ángeles, demonios, arcángeles y demás criaturas místicas, a lo que soy ahora. Pero eso no lo diré. Os toca a vosotros descubrirlo, si os apetece acompañarme a una historia a simple vista mundana.

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