Capítulo Veintidós

10 0 0
                                    


—¿Somos hermanos entonces? —pregunté, observando a Ambrose con detenimiento, en busca de rasgos que fueran similares a los míos. Ambrose me mantuvo la mirada, mordiéndose el labio.

—Medio hermanos.

Lo miré, aún sin creerme lo que el pelinegro me decía. En sólo minutos, todo lo que había creído acerca de mi vida había cambiado. Ethan no era mi hermano biológico. Ambrose lo era. Lo que significaba que Husn también era mi hermana. Häel, quien me había arruinado la vida, quién había arrancado la vida de mi hermano, era mi padre; y mi madre era un ángel, quien había matado a miles de demonios, sólo por poder, y quién me había dejado tirada en el bosque al nacer, sabiendo que moriría si nadie cuidaba de mí. Y le había dado igual.

Si no fuera por Ethan, que me adoptó cuando él tan solo tenía diecinueve años y me crió, habría muerto años atrás.

—Un momento...¿Cómo sabes todo esto?

—Soy un ángel caído —respondió Ambrose, encogiéndose de hombros—. Me entero de la mayoría de las cosas. Los rumores circulan rápido.

—¿Cuándo conociste a Ethan? —pregunté súbitamente, haciendo que el pelinegro me mirara detenidamente, antes de responder. Parecía estar pensando muy bien qué responder.

—Antes de encontrarte en el bosque —habló el pelinegro, antes de ponerse en pie—. Crecimos juntos.

Tenía muchísimas preguntas que me moría por preguntar, pero por la forma en la que Ambrose me evitó la mirada y se puso en pie, me dio a entender que la conversación se había dado por finalizada. El resto de preguntas habrían de esperar a otra ocasión.

—¿Y ahora qué? —cuestioné, poniéndome en pie también y siguiendo a Ambrose. Este se encontraba caminando lentamente hacia el bosque que se extendía a unos pasos de nosotros; donde el césped acababa y empezaban los árboles, dejando atrás la cabaña.

Ambrose no contestó, pero se giró y me observó por unos minutos, hasta que le alcancé y exhaló lentamente.

—No puedes enfrentarte a Häel sin siquiera saber cómo coger una espada o un cuchillo. No pienso ser el culpable de tu muerte.

—¡Lo prometiste! —exclamé, irritada. Ambrose empezó a caminar de nuevo, esta vez desviándose hacia el norte—. ¡Ambrose!

—Déjame enfrentarme a él, Lith. Tengo más experiencia que tú —habló el pelinegro sin detenerse.

Ni se te ocurra

Te dije que iba a vengar a mi hermano, con o sin tu ayuda.

—Bien. Si es así lo que deseas —suspiró Ambrose tras unos segundos, observándome con resignación en la mirada.

—Pienso vengarme de Häel —respondí.

Entonces llegamos a un claro en el bosque, despejado de los árboles que habíamos ido esquivando en el camino hasta aquí. Ambrose me echó una última mirada antes de adentrarse en él a paso ligero, haciéndome una seña para que le siguiese.

—¿Eres consciente de que es tu padre? —Ambrose se detuvo para mirarme, pero entonces me percaté de un animal que se encontraba a unos metros nuestra, pastando. Era una yegua blanca con manchas negras; una yegua que reconocería en cualquier lugar. Hope.

¿Cómo había venido hasta aquí? La última vez que la vi fue cuando Ambrose vino a mi casa, al establo; antes de que tuviéramos que huir de Inglaterra; antes de que Ethan muriera; antes de que mi vida se viniera abajo. Veía esos días muy lejanos, cuando probablemente no habrían pasado más de un par de semanas; aunque, quién sabía; tal vez habían pasado meses. A estas alturas no sabía ni qué día era.

LILITHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora