—Todo está en orden, meus dominus —una joven habló. La estancia, previamente silenciosa y fría, retumbó con su voz, que, aunque débil e insegura, portaba un aire de satisfacción al haber cumplido con su deber, obedeciendo a su amo.
—Bene factum. Quid Ambrosium. Cito veniet tempus. —Unos ojos color fuego observaron cómo la joven bajaba la cabeza con miedo y nerviosismo. El portador de dichos ojos permanecía sentado en una silla de piedra al final de la estancia, hablando con una voz monótona y fría mientras observaba a la chica irse con paso acelerado, no sin antes hacer una reverencia, mostrando respeto hacia su señor.
—Sapientior Aethan, persuasum habeas sumus hoste erratis. Illa nobis erit tutum, cum.
El hombre, cuyas pupilas llameaban como el fuego, cerró los ojos con una sonrisa maliciosa mientras unas alas enormes y negras aparecían desde los omóplatos del hombre, que ni se inmutó con este hecho. La única señal de que este se había dado cuenta de la aparición de las alas era la mano que paseó con suavidad sobre estas, deteniéndose cuando una pluma negra cayó al suelo, haciendo un pequeño hoyo en este.
. . . . . .
¿Dónde estaba?
Esa fue la primera pregunta que me vino a la mente en cuanto desperté, al recuperar la consciencia. Me encontraba en un lugar incómodo y duro, como si estuviera acostada sobre una piedra y hubiese estado gran parte del día allí, teniendo en cuenta las molestias que sentía por todo el cuerpo.
¿Qué me pasaba últimamente? En los últimos días había estado más veces inconsciente que en toda mi vida.
Cuando abrí los ojos, descubrí que no me equivoqué en afirmar que parecía estar sobre una piedra. Estaba en lo que parecía una mazmorra. No había ni muebles, ni ventanas, y tanto el suelo como las paredes parecían hechas de piedra.
—¿Ethan?¿Dónde se supone que estamos? —pregunté, alzando la voz, a la vez que me levantaba despacio del suelo y me asomaba a la puerta.
Rectifiqué. Parecía más una cuadra que una mazmorra, lo que pasaba era que la cuadra ni tenía caballo ni tenía paja. Estaba vacía. Solamente me encontraba yo en ella.
¿Dónde estaba mi hermano?
Entonces recordé todo lo ocurrido. Al hombre que se apoderó de mi cuerpo y habló en un idioma desconocido, para después agarrarme de la muñeca y perder el conocimiento.
Aún me sentía un poco mareada, por lo que me dirigí despacio hacia la salida de la cuadra y me apoyé sobre esta. En cuanto me sentí algo mejor, miré por la puerta e intenté abrirla, aún sabiendo que esta no se abriría. Sería demasiado fácil.
Sin embargo, al tirar de esta con demasiada fuerza de la necesaria, me caí al otro lado del lugar.
—¡Agg! —maldije sin poder evitarlo, mientras me llevaba la mano a mi rodilla izquierda, donde estaba segura que me saldría un moratón.
Al cerrar la puerta descubrí que esta tenía un sello bastante familiar. Era el mismo que estaba en el sobre de la carta que me habían entregado aquellas personas de parte de Jane. Dos calaveras aladas enfrentadas y una espada en el centro.
Sin embargo, al acercarme me di cuenta de que el grabado no era exactamente el mismo. Había una pequeña diferencia. La calavera de la izquierda tenía las alas blancas mientras que la otra las tenía negras.

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LILITH
Fantasi¿Qué dirías si te dijera que todas las leyendas, mitos y cuentos son reales? ¿Que los demonios, arcángeles, ángeles caídos y ángeles son reales? Lilith Anderson es una adolescente de dieciséis años cuya vida es de lo más normal. Tiene una familia:...