Del automóvil negro se bajaron un hombre y una mujer con gafas de sol oscuras. Ambos iban con el pelo engominado e iban vestidos con chaqueta y corbata; la mujer llevaba una coleta alta de color oscuro que contrastaba con la palidez de su piel. Parecían salidos de una boda.
—¿Es usted Lilith Anderson? —preguntó la mujer al acercarse hacia donde nos encontrábamos Carroll y yo, aún sin quitarse las gafas de sol.
—S-Si —respondí, preguntándome cómo podía saber mi nombre, mientras notaba la mirada de Ambrose, a mi lado, sobre mí. El hombre, que se encontraba a la derecha de la mujer, se limitó a sacar de su bolsillo un sobre.
Inesperadamente, tal y como había sucedido hacía unas horas, cuando me encontraba en la biblioteca y escuché las voces de distintas personas en mi cabeza, oí la voz de Ambrose Carroll.
«¿Qué haces Anderson? ¿Acaso los conoces?»
A pesar de que algo parecido había pasado hacía algunas horas, nunca me había ocurrido que alguien tratara de comunicarse conmigo a través del pensamiento. No creía que fuera posible. Porque Carroll me daba a entender que él trataba de hablar conmigo. Sin abrir la boca para producir sonido alguno. Era algo que él hacía conscientemente.
No sabía lo que estaba pasando. Era imposible que alguien pudiese comunicarse telepáticamente. ¿Cómo era posible que yo pudiera? ¿y que Carroll lo hiciera con tanta normalidad? ¿Qué estaba ocurriendo?
«Lilith»
Fue entonces cuando me di cuenta de que la mujer me había preguntado algo, por lo que ahora tanto esta como el hombre me miraban fijamente, ya que llevaba un rato en silencio. Además, Carroll también me observaba sin decir nada, contemplativo.
—Disculpe, ¿ha dicho algo?
—Jane Clearwater me ha mandado que te entregue esto —respondió el hombre, con la mirada al frente y el rostro impenetrable, entregándome el sobre que había sacado previamente de su bolsillo. Este era de color pergamino, con un sello bastante extraño. Eran dos calaveras aladas, enfrentadas, y una espada en el centro.
—Gracias pero, ¿por qué os ha mandado a ustedes a darme el mensaje? ¿Quiénes sois? —pregunté, mientras guardaba el sobre en mi mochila para leerlo más tarde.
Todo esto parecía una broma. Jane no era alguien con mucho dinero, por lo que no tenía sentido que contratara a dos personas con aspecto de ricachones para entregarme una carta. Si ella quería decirme algo era tan fácil como que encendiera el móvil y me escribiese o llamase.
—No se nos permite decir nada más. En cuanto lea la carta sabrá todo lo que debe saber, Srta Anderson —habló la mujer, sin contestar a ninguna de mis preguntas. A continuación, y sin decir otra palabra, el hombre y la mujer se subieron en el vehículo y se fueron, dejándome perpleja.
«¿Tu amiga es millonaria?»
—¡Deja de hacer eso! ¡No sé si te has dado cuenta, pero hablar con la mente no es normal! —exclamé, al oír de nuevo la voz de Carroll en mi mente. No sabía cómo el pelinegro lo hacía, pero jamás me acostumbraría a que me hablaran telepáticamente.
—¿De qué hablas? —preguntó Ambrose, fingiendo ignorancia.
Al mirar la hora en el reloj que saqué de mi mochila pude ver que era bastante tarde, por lo que me dirigí decidida hacia la parada de autobús, sin dirigirle una última mirada a Carroll. Él sabía perfectamente lo que estaba haciendo. No estaba loca. Y lo hacía para burlarse.
—¿A dónde vas? —preguntó Carrol, siguiéndome. Afortunadamente, la parada de autobús para volver a casa se encontraba más cerca que la que me dejaba el autobús para llegar al instituto, por lo que llegué a esta en apenas unos minutos.
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LILITH
Fantasy¿Qué dirías si te dijera que todas las leyendas, mitos y cuentos son reales? ¿Que los demonios, arcángeles, ángeles caídos y ángeles son reales? Lilith Anderson es una adolescente de dieciséis años cuya vida es de lo más normal. Tiene una familia:...