Capítulo Dieciséis

128 4 0
                                    

Presente

Podía sentir cómo el aire se me escapaba de los pulmones, cómo lágrimas corrían por mis mejillas sin poder evitarlo.

De un momento a otro, me encontraba sobre el cuerpo inerte de mi hermano, que tenía un arma—una lanza—, clavada en el corazón, donde le brotaba sin parar un líquido escarlata.

Esto no podía estar pasándome

—Ethan... —susurré, arrancando con todas mis fuerzas un trozo de tela de la túnica que llevaba puesta y apretándola contra la herida, intentando evitar que más sangre saliese. No me atrevía a sacarle el arma del pecho, por miedo a perderlo completamente. Aún conservaba la esperanza de poder salvarlo—. No te mueras...por favor...

Ninguna pesadilla que hubiese tenido antes se igualaba a esto. Mi hermano era la persona a la que más quería; no podía perderlo.

Por favor, Ethan...

¡Abre los ojos!

No me dejes sola...

—Es inútil —habló la voz de Häel a mis espaldas, sobresaltándome. Había olvidado que Husn y él seguían en la habitación, observando la escena que se desarrollaba ante ellos con curiosidad—. Una vez le clavas una estaca o cualquier arma similar a un ángel, este muere de inmediato.

Mis lágrimas resbalaban por mis mejillas, sin control. Mis manos temblaban, junto con mis labios, al darle un beso en la frente a Ethan, con todo el cariño e impotencia que sentía.

—Ethan... —susurré, sujetando la cabeza de mi hermano entre mis manos, con delicadeza, mientras apartaba el cabello negro azabache de sus ojos—. Por favor... No puedes irte...t-te...n-n-necesito...Eres mi hermano...mayor.

Sin embargo, podía notar la temperatura fría de su cuerpo, tan diferente a su habitual calor corporal, que siempre me abrigaba cuando sentía frío. Incluso en pleno invierno su cuerpo se mantenía caliente. Siempre le había preguntado cómo lo hacía, pero él tan solo me había dicho que era muy caluroso. Ahora sabía por qué, o, al menos lo suponía. Ser ángel tenía sus ventajas.

—¡Vamos! —musité, abrazando a Ethan con todas mis fuerzas, como si eso fuera a hacer que mi hermano volviese a la vida, mientras lágrimas se deslizaban por mi rostro, hinchado de tanto llorar, y caían sobre el cabello de Ethan—. Despierta...p-por f-favor...

—El muchacho ha muerto —dijo Häel, mientras se acercaba hacia donde me encontraba, con mi hermano entre mis brazos—. No hay nada que puedas hacer.

—Tú... —gruñí, con una voz entrecortada por el dolor y la rabia, mientras me levantaba poco a poco, al darme cuenta finalmente que Ethan había muerto y nada ni nadie podría devolverle a la vida. Ni siquiera ser ángel le salvaría esta vez—. Tú has hecho esto.

Al levantar la mirada del cuerpo de mi hermano—porque me negaba a referirme a él como cadáver—, me encontré con los ojos del color del fuego de Häel observándome con tranquilidad y frialdad. Häel estaba apoyado contra una columna, a unos metros de mí, y a su lado estaba Husn, en una pose similar.

—Cierto —habló tranquilamente el demonio, acariciando sus alas negras, como si lo que hubiese en el suelo no fuese mi hermano, muerto—. Siento la pérdida de tu hermano, pero era necesario. Sé que estabas planeando escapar junto a él en cuanto te lleváramos a despedirte de Ethan. No podíamos permitirnos eso.

Podía notar como un odio y rabia como nunca antes había sentido crecía en mi interior. Tal era el sentimiento que mi respiración se aceleró, y de repente, sentí como si todo a mi alrededor se desvaneciera, y tan solo estábamos Häel y yo en la habitación. El primero mirándome con intensa curiosidad.

LILITHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora