Epílogo

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—Aquí tenéis. —La voz de Tom hizo que me sobresaltara, pero su sonrisa afable me reconfortó. Tenía en su mano una bandeja con dos batidos de chocolate, que colocó sobre la mesa donde nos encontrábamos Jane y yo. El camarero llevaba su habitual gorra de color beis y el pelo lo llevaba recogido en una pequeña coleta—. Que aproveche.

Jane me miró y me sonrió, aunque fue una sonrisa forzada, como la que llevábamos portando ambas desde hacía unas semanas; desde los sucesos en Celleno, que descubrí hacía relativamente poco era el lugar en donde nos habíamos enfrentado a Häel, había sido incapaz de sonreír con naturalidad. Siempre era una sonrisa falsa, que nunca llegaba a los ojos; mis padres habían tratado de averiguar qué era lo que pasaba, pero ni Ethan ni yo habíamos sido capaces de hacerlo. No podíamos. ¿Cómo explicar que la razón por la que la risa era algo que ya no habitaba en nuestra casa era por culpa de un demonio que nos había quitado todo? ¿Cómo contarles que la razón por la que no podíamos dormir en la noche era el rostro de un joven de ojos oscuros y cabello azabache que había sido herido de una y mil maneras pero que sin embargo siempre había tratado de hacer las cosas bien? ¿Que había muerto protegiéndome? ¿Que Ethan lo había matado estando bajo el control de Häel? Era mejor que no supieran nada.

Mi hermano no había tenido otra opción que modificarles la memoria, como hizo conmigo de antaño, y hacerles creer que habíamos estado con ellos en todo momento; la única razón por la que no había podido ir al instituto en estos últimos meses era que había estado enferma con una fiebre muy alta. Era por eso que tendría que hacer trabajos extras para compensar el tiempo que no había asistido.

—Lith —Jane me llamó suavemente, cogiéndome una mano con delicadeza. Para cualquiera que estuviera viéndonos seguramente se pensaría que éramos pareja, pero esa no era la verdad. Nuestra amistad iba más allá de eso. No éramos simplemente amigas, pues ambas nos conocíamos más que a nosotras mismas; éramos hermanas en todo menos en sangre. Ambas conocíamos las inquietudes y miedos de la otra, y nos apoyábamos en todo momento, incluso ahora, después de lo que habíamos pasado.

—¿Has dicho algo? —pregunté, aún sin mirarla. Sabía que a Jane le bastaría una mirada para saber que estaba de todo menos bien.

—¿Cómo está tu hermano? —Jane le hacía pequeños masajes en mi mano, haciendo que me sintiera algo mejor.

—Creo...Creo que jamás podrá olvidar ese día —susurré, y pude notar un nudo en la garganta, producto de aguantar las lágrimas que mi cuerpo quería soltar—. Creo que ninguno de los dos lo olvidaremos nunca.

—Lith... —murmuró mi amiga, sonriendo con amargura—. Lo que habéis pasado ambos es algo que nadie debería pasar; pero lograréis sobrellevarlo. Puede parecer que nunca más podrás sonreir o reir de nuevo, pero llegará el día en el que lo conseguireis. No es un camino fácil, pero llegaréis. —Jane me soltó la mano y le dio un sorbo a su batido—. Perder a la persona que amas...debe haber sido horrible para Ethan.

—Häel no solo arruinó mi vida —afirmé—. A veces me pregunto qué habría pasado si la profecía nunca hubiera existido, o si yo no hubiera sido la protagonista de ella. ¿Habría podido conocer a Ambrose mejor?¿Mi hermano y Ethan habrían seguido juntos?

—Son preguntas que jamás sabrás su respuesta —respondió Jane—. Lo que importa es que estás aquí, viva. Disfruta la vida, Lith; o trata de hacerlo. Ambrose no hubiera querido que tanto tu hermano como tú estuvierais así. No fue tu culpa que muriera, ni tampoco de Ethan. Fue Ambrose quien decidió salvarte, y tu hermano estaba siendo controlado. El único al que debes culpar es a Häel.

Ante mi mirada, Jane suspiró y prosiguió:

—Lith, jamás había pasado tanto miedo como cuando estaba allí, en una esquina, viendo a todos luchar contra Häel, y cuando Ethan atacó y tú te pusiste delante, realmente pensé que te había perdido, que ibas a morir; entonces fue cuando Ambrose se puso delante. Sentí alivio, Lith, aunque esté mal. Sé que no debería sentir eso; una persona había muerto, pero tú estabas viva. Y después te enfrentaste a Häel. Estuve a punto de correr a tu lado, detenerte, lo que fuera; pero lo derrotaste. Acabaste con su vida. Jamás podría haber sentido más alivio por eso; ni siquiera cuando me sacaron de las mazmorras me sentí tan feliz.

LILITHDonde viven las historias. Descúbrelo ahora