Tarda unos minutos en orientarse, después de aquel sedante que le suministró el hombre de gafas.
Está en aquella habitación, ataviada con un pijama suave que no recuerda haberse puesto y entre aquellos cómodos almohadones. Aprovecha para darle un vistazo al lugar a pesar de que ya es noche cerrada, y casi no puede ver nada.
El dormitorio es muy grande, con un par de ventanales y un largo armario al fondo. Incluso tiene una zona con dos sillones alrededor de la chimenea. Dos puertas, la de salida, y la que supone que es el baño. Un lujo que no tenían en aquel laboratorio.
Las paredes son de color claro y las sábanas de un tono tierra a juego con los muebles de madera del lugar. Algo impersonal, pero acogedor. El mejor sitio en el que había estado en su vida, eso sin duda.
Solo entonces recuerda aquella pelea. La forma tan avergonzante en la que la sometió, le demuestra que, sea quien sea, tiene un gran poder aquí.
Se queda ahí, tumbada sin poder conciliar el sueño, sin atreverse a hacerlo. Aún con esa extraña sensación en la boca de su estómago. ¿Dónde está? ¿Qué querrán de ella? Dijeron que no le harían daño pero, ¿acaso puede fiarse de ellos?
Sin quererlo evoca el recuerdo de aquel hombre.
Su pelo perfectamente peinado y su postura poderosa en aquel ajustado traje. La elegancia de su forma humana, la ferocidad en su forma animal.
Alejado de ella pero sintiéndolo cerca, tan cerca que se sentía ahogada en él. No puede borrarlo de su mente. Ni siquiera ahora que está en aquella habitación, sola, acurrucada en aquellos almohadones.
Solo quiere dormir, olvidarlo todo y despertar en aquel bosque. Saborear de nuevo la libertad, o lo que ella cree que lo es. Pero por más que lo intenta su mente parece no querer dejarla descansar.
Entonces lo escucha. La puerta abrirse con cautela y unos pasos acercándose a ella dentro de aquella habitación. Fuertes y seguros pero silenciosos.
Su corazón comienza a latir deprisa y piensa en saltar de la cama y enfrentarse a quien quiera que sea. Sin embargo su cuerpo se paraliza, y tan solo puede entrecerrar los ojos fingiendo estar dormida.
"Es él." Es lo primero que piensa la joven al reconocer aquella imponente figura que se forma por las sombras nocturnas. Lo reconoce. Aquella fragancia que se instaló en ella después de la pelea.
En su mente revive el recuerdo de sus ojos oscuros, aquellos que los miraban como un depredador a su presa. Su adorada presa.
Los pasos se detienen entonces, solo cuando la cama no le deja avanzar más. La mujer agradece que esté a su espalda, ayudándola a fingir un sueño en el que claramente no está sumergida.
Lo escucha suspirar y una presión extraña se instala en el pecho de la muchacha. Uno que no puede comprender. Luego más silencio. ¿Qué hace ahí? ¿Qué quiere?
Darius se pregunta lo mismo. Culpa al lazo de haberlo traído aquí en contra de su voluntad. De haber hecho crecer esa necesidad de ver a su mate. De asegurarse de que está bien.
La luz de la luna se cuela por la ventana iluminando a aquella muchacha. Su pelo tapa parte de su rostro pero aun así puede adivinar sus hermosas facciones. Se ve tan tranquila... Pero está tan turbada en realidad. Lo ocurrido hace unas horas da fe de ello.
No tuvo más opción que someter a su propia Luna, a pesar de haberlo hecho con el máximo cuidado posible, para no dañarla.
Débil. Es una Luna débil. Y él es experto en cargarse a la gente frágil como ella. ¿Por qué entonces se la ha mandado la Diosa Luna? ¿Por qué? Si ella ya ha sufrido bastante.
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Si, Alpha
Werewolf¿Qué puedes esperar de la vida cuando no sabes nada de ella? Cuando aquella loba llegó a su territorio fue en las peores condiciones posibles. Aún así, comprendió que pondría su mundo patas arriba. A él, el Alpha al que nadie y nada podía parar. ¿Po...