La celda se le hizo más fría que de costumbre aquel día. Tal vez tuviese que ver con el hecho de que era su cumpleaños y un aire melancólico y triste rondaba el ambiente.
Dieciocho años. La extraña sensación de que debería hacer mucho más de lo que ha hecho hasta entonces le atacaba, como si las paredes de aquella celda se le cayesen encima. Como si sintiese una presión profunda y eterna en su pecho.
Le dolía más estar ahí encerrada, en aquella soledad extrema, que cualquier experimento que pudiese haber hecho sobre ella.
Dieciocho años, y ella sentía que no había vivido ninguno.
Muchas veces se había preguntado por que a ella. Casi tantas como como llegó allí.
Un pequeño mormullo salió, bajito y melancólico, de los labios gastados de la mujer. Una canción. Cantándose a si misma el cumpleaños feliz. Con las rodillas pegadas al pecho en aquella posición que siempre le hacía sentir un poquito menos sola.
- Feliz cumpleaños, lobita.
La voz retumbó en su cabeza como un mal presagio. Reconociendo ese tono de aquel con quien se topa al girar la cabeza asustada.
El hombre, de mediana edad y con el pelo algo desaliñado y descuidado le miró con una sonrisa desde el otro lado de aquellos barrotes, como todas las noches.
- Por fin dieciocho.- Murmuró casi para si mismo.- Te traigo un regalo.
La sonrisa macabra, incluso en un día tan oscuro como aquel, lo hizo todo aún más negro en el corazón de esa pequeña loba.
Dieciocho años, tan solo otros trescientos sesenta y cinco días más de dolor.
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"Una muestra. Tan solo un cuerpo sobre el que realizar pruebas y experimentos.
Aquellos científicos locos nunca te tomaron por lo que verdaderamente eres. Pero no yo.
Yo estaba allí el primer día, en aquel experimento cuando a penas eras una niña. Una niña preciosa. Yo estuve en tu primera transformación, en cada una de tus recuperaciones tras los estudios sobre tu cuerpo, curando tus heridas, en cada uno de tus días hasta que te transformaste en la deliciosa mujer que eres ahora. Siempre estaba.
Sobre todo estaba aquel día en el que decidiste escaparte. Mal agradecida. Después de todo lo que he hecho por ti, me pagas con tu huida.
A ellos les da igual. No piensan que valgas lo suficiente como para molestarse en recuperar a una muestra. Sabes que podrán sustituirte por cualquier otro lobo. Pero a mí no me da igual.
Yo veo ese brillo especial en ti. Siempre has sido las más fuerte, la más hermosa.
Me costó encontrarte, te lo admito. Mira lo lejos que has llegado.
Creías que podrías huir de tu pasado, pero te prometo, loba, que de mi no podrás huir jamás.
Ya queda menos, lobita."
Si no estuviese sentada en la cama, Luna se había desmayado en el suelo. Sus ojos se aguan en apenas unos segundos, mojando el papel y haciendo borrones en la tinta. Sus manos tiemblan como el primer día, como hacía mucho no lo hacían, y su respiración comienza a fallar dando inicio a un ataque de pánico.
"Respira, Luna." Se recuerda a si misma tratando de tranquilizarse. "Solo respira despacio."
Luego se queda así, con la mirada puesta en algún punto fijo entre la pared y la puerta. Casi como si su mundo se hubiese detenido de golpe. Sin tiempo, sin espacio, sin presente ni futuro . Sin nada más que sus peores pesadillas haciéndose realidad. Solo su pasado.
¿Qué debe hacer ahora?
Ahora no solo supone un peligro para si misma, si no también para las primeras personas que le importan, que le han tratado bien, como una persona. Sara, Darius...
Todo lo que ha vivido los últimos días podría esfumarse en cuestión de segundos. Alan al matará. Lo hará. Lo hará en cuanto él la encuentre, como prometió.
¿Cómo se supone que saldrá de esta? ¿Cómo?, cuando está metida hasta el cuello.
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Las manos que sostienen la carta tiemblan de ira retenida a cada palabra que lee y acaban arrugando el papel como objeto de todo su rencor al ver como se refiere de su propia mate. Su alma gemela.
Luna espera callada en una esquina, cerca de la puerta del despacho y sin atreverse a alzar la mirada. A pesar de que no la lee, las palabras de aquella carta se repiten en su mente sin parar.
Su primera reacción, después de superar el ataque de pánico, fue correr fuera de su habitación, por aquel pasillo, hasta su mate. Siguiendo ese delicioso olor como si fuese su único salvavidas en medio del mar. Lo hizo casi sin pensar, pues si alguien podía ayudarla, consolarla, era él.
No quiere preocuparlo, pero la preocupada es ella. Atormentada por aquel jarro de agua fría que había roto su perfecto sueño de los últimos días.
Darius respira profundamente antes de decir nada, eligiendo bien sus palabras para no empeorar la situación. Con cuidado dobla aquel odioso papel y lo guarda en uno de sus cajones, como si allí no pudiese hacer más daño a su Luna.
Con pasos lentos se levanta de la silla y camina hacia ella, escuchando su corazón latir rápido por el miedo. Si tan solo pudiese hacer algo para quitarle todos esos temores...
Darius levanta con cuidado su rostro con dos de sus dedos en su suave rostro. Sus ojos hacen contacto y no hace falta decir nada más, solo sentirse el uno al otro. El primer sollozo sale de Luna, liberándose por fin de ese nudo en su garganta que le ahoga.
- ¿Qué... vamos a hacer?
- No tienes nada por lo que preocuparte.- Susurra el Alpha acercándola a su pecho.- No dejaré que llegue a ti.
Y a pesar de que suena como una promesa, el miedo sigue instalado en la pequeña castaña, que de momento se conforma con el calor que desprende aquel lobo. Debe creerle y, sin embargo, sabe de lo que Alan es capaz. No podrá protegerla, no sin ser totalmente sincera con él.
- Yo... No se donde está la base exactamente.- Luna parece pensarlo unos segundos pero luego frunce ligeramente el ceño convencida.- Pero...Se que el edificio tiene unas treinta celdas en dos pisos distintos. Las salas de laboratorio... Están al final del pasillo. En la zona Oeste.
- Nos sacaban a los baños una vez al día, al bajar el sol.- Luna traga saliva con pesar.- Los experimentos son por la mañana, pero nunca nos sacan a todos a la vez, siempre en grupos de cinco y sin que coincidamos con las mismas personas. Para... Para que no creemos lazos emocionales.
El corazón de ambos late más rápido, siempre acompasados el uno con el otro. La voz de Luna suena rota cuando habla, sabiendo lo que debe hacer, lo que debería haber hecho hace mucho tiempo. No solo por ella, si no por la cantidad de personas que vivieron lo mismo que ella, que vivirán lo mismo.
No había tenido la valentía de hacerlo antes. El terror era lo que le paralizaba, pero es ese mismo el que ahora le impulsa a cobrar por fin lo que se merece. Su merecida venganza.
- Tienes que prometerme que los salvarás a todos.- Los ojos de Luna brillan al mismo tiempo que el lobo de Darius saque a relucir los suyos amarillos.- Prométeme que no dejarás que nadie más pase por lo que... por eso de lo que no puedo escapar ahora.
Una pequeña sonrisa surca los labios del Alpha. Una que parece más amenazadora que feliz.
Al fin algo que se le da bien, que si puede cumplirle. Destrozar ahí por donde pasa, como la mismísima muerte. Como el Alpha con el ejercito más poderoso del mundo. El Alpha más sanguinario.
Y por fin es libre de desatar toda esa ira contra algo verdaderamente importante. La seguridad de su mate la que juró proteger desde que la vio en aquella cama incluso sin saberlo.
- No te preocupes de nada, Luna. Eso está hecho.-Le asegura sellando el pacto con un beso en su frente.
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Si, Alpha
Werewolf¿Qué puedes esperar de la vida cuando no sabes nada de ella? Cuando aquella loba llegó a su territorio fue en las peores condiciones posibles. Aún así, comprendió que pondría su mundo patas arriba. A él, el Alpha al que nadie y nada podía parar. ¿Po...