Otros Alphas

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Aquellas celdas de barrotes estaban hechas, específicamente, para que apenas pudiesen moverse en su forma animal. La idea de las habitaciones claustrofóbicas es que no puedan luchar ni romper nada. Sentirse acorralados constantemente. Hacerles perder la cabeza.

Aún recuerda, su primera transformación. Tan dolorosa, tan lenta y solitaria. Nunca había deseado más que alguien le hubiese explicado cómo funcionaba la vida al llegar a los dieciséis.

Tan solo era una adolescente, y Luna pensaba que la condición de las "muestras", convertirse en lobo, se debía a alguno de los experimentos que hacían en ellos.

Le costó un año, y una docena de transformaciones más, comprender que eran así de nacimiento. Que había una verdadera loba en ella. En todos ellos.

Y que las pastillas que debían ingerir cada noche retenían aquel animal, prohibiendo la transformación si ellos no la provocaban. Menos en luna llena, por supuesto.

"Debe haber alguna forma de controlarlo." La castaña no paraba de darle vueltas a eso todas las noches. Mirando con recelo las pastillas en aquel pequeño plato junto al pan.

- No tengo todo el día, preciosa.

La horrible voz de aquel hombre erizaba siempre su piel por el miedo. Sabía de lo que Alan era capaz de hacer. Lo sabía muy bien.

Ya no era una niña ingenua e inocente, por desgracia, así que sabía lo que significaban aquellas miradas. Él se lo hacía saber, acosándola desde que tenía uso de razón. Desde aquel primer experimento.

Hacía mucho que aprendió que era mejor hacerle caso, solo para que desapareciese lo antes posible.

Sin pensarlo más tragó aquellas pastillas, sintiendo poco a poco apagarse aquello en su interior. No había remedio, no había escapatoria. No aún.

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Cinco días. Ha pasado casi cinco días completos y ni siquiera ha sabido nada de él.

De vez en cuando lo siente cerca de la puerta, pasar por el pasillo y, incluso si se esfuerza, puedo oírlo entrar y salir del despacho. A veces se siente una acosadora por ello, pero es como si su loba interior no pudiese evitarlo.

A veces se repite lo tonta que es por ello.

Encerrada de nuevo. Si. La habitación es más grande y lujosa y no le hacen daño físico, pero esta no es la libertad que ella buscaba. La puerta no está cerrada, pero esa orden había sido tan clara como colocar un candado y tirar la llave al río.

El silencio lo invade todo de nuevo. Piensa que, si no fuese por Sara, con la que charla un rato cuando le trae la comida, se olvidaría de nuevo de hablar.

Las piernas de Luna cuelgan de aquella cama mientras se entretiene buscando formas en las manchas extrañas e irregulares del techo, creadas por la pintura. Ya se ha duchado, dejando el largo pelo secar al aire. Ya ha desayunado, aunque Sara ha tenido que marcharse con prisa, obligándola a quedarse sola con las sobras aun enfriando en aquella bandeja.

La espera la está matando. Cuando está sola los recuerdos la atormentan. La idea de que algo así vuelva a ocurrirle, de volver. De no saber cuál va a ser su papel aquí.

Tal vez Darius la deje hasta que se olvide de ella y deje de mandarle comida. Después de eso será cuestión de días que se muera de sed y hambre. Sus pensamientos dramáticos varían.

Tal vez encuentren su cuerpo en aquella cama meses después y pasará a la historia como el fantasma de la loba que aún busca su libertad en el otro mundo.

Si, AlphaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora