La gran sala olía a productos de limpieza y medicinas. Pretendía parecerse a un hospital, ocultar lo que verdaderamente era... Un laboratorio.
En fila, con la mirada gacha y los brazos a cada uno de sus costados, cinco personas. Porque eso es lo que eran, a pesar de que no las tratan como ello. Si no como animales de prueba.
Fue la primera vez que Luna sintió tanto miedo. Parada la última de aquella fila de condenados. Por aquel entonces tan solo era una pequeña niña de cinco años. Y eso formaría parte de uno de sus primeros recuerdos.
Tres hombres vestidos con bata debatían sobre cosas que ella no era capaz de comprender. Medicamentos, pruebas, efectos secundarios...
Ella trataba de hacerse la fuerte. Aguantar las lágrimas de terror e incomprensión que pretendían salir de sus grandes ojos color celeste. Sin embargo, alguien más adelante no pudo retenerlas. Se oían sus sollozos, bajos y lastimeros, como los de una cría de gato abandonada en la cuneta de una carretera.
- Empecemos. Los efectos son inmediatos, no tardarán en aparecer.- Le explicaba uno de ellos al resto ignorando a sus víctimas mientras cargaba en aquella jeringuilla un espeso líquido color plata.
Los ojos de aquella pequeña niña buscaron una salida, paralizada por el temor. Pero solo se toparon con el rostro de aquel guardia en la puerta. Con su sonrisa sádica y su mirada lujuriosa sobre la niña.
Tenían razón. Los primeros síntomas no tardaron en aparecer en la primera víctima de sus desalmados experimentos, tres personas más allá de ella.
Aquellos gritos se clavaron en su mente para siempre. Esta vez no pudo evitarlo, no pudo retener el llanto. Lo vió. Vió como la piel de aquel hombre se tornaba roja, negra, quemada. Como se revolvía como si estuviese en llamas.
Cerró sus pequeños ojos y trató de taparse los oídos con sus pequeñas manos, pero eso no logaría aislara. Es otra de las cosas que aprendería muy rápido.
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La luz del amanecer se cuela por la ventana. Sin embargo, no es eso lo que la despierta, si no los discretos golpes en la puerta.
De nuevo, se abstiene de decir un "adelante", por lo que tan solo espera a que la puerta se abra. Sin embargo, al contrario que la noche anterior, no se trata de aquel Alpha, y no entiende por qué se siente decepcionada por ello.
- Buenos días, Luna.
Una chica más o menos de su edad, de pelo claro y amable sonrisa aparece con una bandeja entre las manos.
Su primer instinto es alejarse, buscando mantener su espacio personal. Siempre alerta, como la vida le ha enseñado. Sin embargo, tal vez por el sueño o el aura tranquila de aquella chica, en vez de huír le contestar con una suave y tímida sonrisa.
"Luna" No es la primera vez que la llaman de ese modo. Tambien lo hizo él.
Desde que lo oyó de sus labios, cuando se coló en su habitación la noche anterior, no ha podido sacárselo de la cabeza. Un nombre. Uno propio solo para ella.
- Mi nombre es Sara y te traigo el desayuno. El Alpha me manda para que tengas todo lo que necesites.- Dice la joven de forma parlanchina mientras acomoda la bandeja en una pequeña mesa al lado de la inmensa cama.- Solo pídemelo y lo tendrás.
- ¿Dónde ... Dónde estoy ex... exactamente?
Sara detiene sus tareas al oír la rota voz de su Luna.
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Si, Alpha
Werewolf¿Qué puedes esperar de la vida cuando no sabes nada de ella? Cuando aquella loba llegó a su territorio fue en las peores condiciones posibles. Aún así, comprendió que pondría su mundo patas arriba. A él, el Alpha al que nadie y nada podía parar. ¿Po...