Los Mates Equivocados

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El salón parece un lugar concurrido, pero lo suficientemente apartado para que Luna pueda relajarse. O al menos intentarlo. Mantener la mente en blanco se ha convertido en algo imposible, ha perdido el apetito y las horas de sueño ahora son aún más limitadas.

Aun así, no puede quejarse. No cuando tiene tanta gente trabajando por su bienestar. A una manada completa.

De repente, entre el va y viene de la gente de servicio y guerreros, la loba reconoce la rubia y brillante cabellera de su amiga.

- ¡Sara!

Ella se detiene de golpe, y va en su dirección con una sonrisa, como volviendo de su propio mundo.

- Luna. Perdona, iba tan rápido que no me he dado cuenta de que estabas aquí.

- No sabía a donde más ir.- Es lo único que dice haciendo un gesto para que se siente a su lado.

La habitación de Luna llevaba ya tres horas siendo examinada como el lugar de un delito. Aunque ni aunque le dejaran volvería a esa habitación en la que Alan se metió mientras dormía.

Darius le pidió que se mudara a su dormitorio, y no le podía haber parecido una mejor idea. Sin embargo, no piensa ir hasta que su Alpha termine de trabajar en el despacho. Un irracional miedo a que vuelva... A estar sola, le invade solo de pensarlo.

Así que no encontró otro lugar, quedándose en aquel salón en el que al menos, con el tráfico de personas, se siente más segura.

- ¿Estás bien?- Pregunta de forma sincera Luna al ver las ojeras que adornan el rostro de la Omega.

Hacía mucho que no hablaban de ese modo. Con la sinceridad de dos amigas. Supongo que las prisas y tensiones por los cazadores no le han dejado fijarse en que tal vez otros también estén preocupados con sus propios problemas.

- Si. Mucho trabajo.- Asiente dejándose querer por la castaña que le escucha atentamente.- Pero no te preocupes. Todo se solucionará.

- Lo sé.- Suspira Luna.- Es lo que trato de repetirme todo el rato. Lo que todo el mundo me dice para consolarme. No lo creeré hasta que esos lobos estén lejos de los cazadores.

"Hasta que Alan esté muerto." Quiere añadir. Pero tan solo decir su nombre hace que sus ojos se aguen por las lágrimas.

Ambas amigas se tumban sobre el sofá, tomándose unos segundos de descanso en todo ese caos.

- Pero, quiero saber su tú estás bien. No yo. No creas que no me doy cuenta de que siempre evitar mis preguntas.

Un silencio se hace entre las dos por unos segundos, uno cómodo y paciente.

- Estás marcada.- Nombra lo evidente Sara.- No sabes cuanto te envidio.

- ¿No es normal entre los mates?- Pregunta de forma inocente.- ¿No deberías estarlo tú también?

Los ojos de la rubia se abren por la sorpresa, mirando incrédula a su amiga de repente.

- ¿Cómo...? ¿Lo sabes?

- Los cazadores me enseñaron muchas cosas. A veces trataban de crear super lobos para dominarlos y usarlos como armas. Mi olfato es privilegiado... Efectos secundarios, dice el médico.- Es lo único con lo que trata de justificarse.- ¿Qué es lo que ocurre entre vosotros dos?

- Somos mates, pero ninguno de los dos quiere aceptarlo.- Suspira al fin soltando todo el aire de sus pulmones.

Está agradecida de por fin decirlo en alto, después de tanto tiempo. Como si el nudo en su garganta se aflojase, dejando salir sus sentimientos de golpe.

Si, AlphaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora