18 RENACIMIENTO

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—Déjenla pasar. —dijo Séptimo sentado en su silla de trono con vendas en el pecho y las piernas, tapado solo con una camisa de botones abierta.

—Mi rey, ya no hace falta que siga ayudándome, ya descubrí que no tengo remedio. —dijo apoyada en una muleta con su brazo derecho. —Mi hermano se esfuerza mucho por encontrar una solución, y si ya no necesitamos de tus recursos, tampoco es necesario que siga trabajando para usted. —terminó diciendo.

—Tu hermano hace un buen trabajo para este reino a parte de ayudarte. No puedo decirle que estas pensando en abandonar, porque él también lo haría y eso puede perjudicar a mis investigaciones.

—¿Estás diciendo que aunque ya no hagáis nada por mí, él deberá seguir trabajando para ti? —preguntó ella muy confusa.

—Exacto.

Ella salió de la sala frustrada, se dirigió a la biblioteca del castillo, fue a su estantería de siempre.

—¿Dónde está? —decía muy nerviosa mientras miraba entre los libros. —Lo encontré, que suerte.

—¡Allí está! —gritó un guardia señalándola.

—No ha esperado tanto para intentar deshacerse de mí. —pensó mientras se metía aún más entre las estanterías de la biblioteca.

Los guardias fueron tras ella, siendo muy astuta, lanzó su muleta en dirección contraria a la salida, los guardias fueron al lugar guiados por el ruido y ella tambaleándose salió corriendo de la biblioteca.

—No hay más guardias siguiéndome, parece que es un caso oculto, voy a aprovechar eso para escapar.

Dalia consiguió salir del castillo moviéndose y ocultándose de los guardias que la perseguían hasta hallarse en el gran pueblo que había bajo el castillo.
Estaba muy cansada, su cuerpo era débil y sentía que ya no podía más. Vio a un cazador con un carro lleno de paja arrastrado por un caballo.

—Señor, por favor, necesito su ayuda. —dijo Dalia con el cuerpo muy cansado.

—Parece enferma. —pensó el cazador. —No quiero meterme en tus asuntos, así que, por favor aléjate. —dijo.

Ella se sacó los pendientes, las pulseras y las cadena.

—Tengo joyas, te puedo pagar con ellas, solo necesito que me saques del pueblo por favor.

El cazador la miró, pensó en que ganaría dinero vendiéndolas pero si le descubrían sería ejecutado porque Dalia tenía pintas de venir de palacio.

—Sube, deprisa. —dijo el cazador cogiendo las joyas.

Dalia se subió al carro metiéndose entre la paja, el cazador cabalgó hasta la puerta principal del pueblo, los guardias inspeccionaron, uno de ellos clavo su lanza en la paja varias veces para asegurarse, y luego dejaron pasar al cazador.

—Oye, tu lanza esta manchada de sangre. —dijo un guardia.

—¿Qué? —dijo el otro mientras miraba su lanza.

Los dos se dieron cuenta y gritaron al cazador, Dalia salió de la paja sangrando en la pierna izquierda, cojeando se dirigió a la otra parte del bosque.

—¡Niña, no vayas por esa parte del bosque! —gritó el cazador.

Dalia se metió en el bosque y el cazador se fue por la otra parte lo más rápido que pudo con miedo a que le interrogasen. Saltando raíces y pierdas, Dalia se adentró aún más, mirando hacia atrás, se tropezó con una piedra, se cayó al suelo y se desmayó.

EN OTRO LUGAR

—No todo está perdido, aún puedo arreglar las cosas. —se decía Leaf tumbado en la cama.

—¿Puedo pasar? —dijo Darknes's tras tocar la puerta de la habitación de Leaf.

—Si, puedes pasar.

Darknes's entró, tenía la lencería puesta y estaba algo sonrojada, caminó con paso lento.

—Me siento sola y me apetece dormir contigo. —le dijo ella.

—Bueno, esta bien. —respondió Leaf.

Darknes's se subió a la cama lentamente, se tumbó de perfil dándole la espalda a Leaf y le dijo que la abrazara.

—Padre, ¿estaría mal que yaciera contigo? —preguntó Darknes's algo sonrojada.

—Pues... —Leaf estaba algo nervioso. —En realidad, sabes que no somos familia, solo tienes mi apellido por ser yo el gobernante del único clan de elfos. —dijo poniéndose boca arriba.

Darknes's se sentó en la cama al lado de Leaf, le miró y le tocó el pecho de manera sensual.

—No creo que este bien hacer esto de todos modos. —dijo Leaf. —Eres el guerrero que más confío, y ésto arruinaría todo.

—Ssssh. —intervino Darknes's poniendo su dedo sobre los labios de Leaf. —Al menos nos relajaremos.

Darknes's se deslizó por encima de Leaf con una sonrisa lasciva en los labios. Sus manos recorrieron sus hombros, y su boca se posó en el cuello del rey. Los besos de ella eran lentos y dulces, mientras sus manos exploraban el cuerpo de Leaf y le desnudaban. Los dedos de Darknes’s se enredaron en el cabello de Leaf, mientras sus besos se convertían en besos más apasionados. Descubrió los contornos de sus labios y los besó con más fuerza, mientras sus manos se deslizaban por el cuerpo del rey, tras haberse quitado la ropa, Darknes's pudo sentir la pasión arder en su interior.
Sus dedos acariciaban suavemente el pecho de su rey trazando círculos alrededor de sus pezones, que se endurecieron bajo su toque experto. Sus labios se deslizaron más abajo, explorando el abdomen de Leaf con besos ardientes y mordiscos juguetones.

—Vaya... No sabía que eras así de lujuriosa. —dijo Leaf en el silencio de la habitación.

Sin embargo, en medio del éxtasis, un pensamiento oscuro se apoderó de la mente de Darknes's. Un deseo de poder y control se apoderó de ella, sus ojos se llenaron de una mirada fría y calculadora mientras un plan retorcido se formaba en su mente. Lentamente, sus caricias se volvieron más intensas, pero ahora con una intención diferente. Sus dedos se deslizaron hacia el cuello del rey aplicando una presión sutil pero firme.
Leaf, ajeno a las intenciones mortales de Darknes's, se entregó completamente al placer que ella le brindaba. Sus gemidos llenaron la habitación mezclándose con el aire cargado de tensión. Pero justo en el momento en que la pasión alcanzaba su punto máximo, Darknes's apretó con fuerza el cuello del rey. La expresión de sorpresa y confusión se reflejó en los ojos de Leaf mientras luchaba por respirar. El placer que había experimentado se convirtió en angustia y miedo.
Darknes’s, sin mostrar ningún tipo de remordimiento, se mantuvo impasible mientras asfixiaba al rey. Su rostro se volvió más y más salvaje, sus ojos brillaban con una mezcla de lujuria y crueldad. La vida se desvanecía lentamente de los ojos del rey Leaf, mientras Darknes's continuaba ejerciendo presión sobre su cuello. Un escalofrío de recorrió el cuerpo de Darknes's, alimentando su sed de poder y dominio.
Finalmente, el último aliento abandonó el cuerpo de Leaf y Darknes’s dejó escapar una risa macabra. Se separó del cadáver desnudo contemplando su obra maestra con satisfacción. La habitación se llenó de un silencio sepulcral, solo interrumpido por el sonido de los latidos acelerados de Darknes’s y su respiración agitada por la excitación del momento. La adrenalina aún corría por sus venas, mientras se regocijaba en la sensación de poder absoluto que había obtenido.

—Lo has hecho bien, padre, pero es mi turno. —dijo mirando el cuerpo muerto y desnudo de Leaf.

......

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