Capítulo 11: Conocerte

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Karina

Me encontraba sentada en el asiento copiloto de Minjeong. Le di una breve mirada, estaba concentrada mirando al frente. Cada vez que cambiaba de marchas sus venas se marcaban en el brazo, y su manera de girar el volante era hipnótica. Hacía un movimiento circular que...

—¿Estas bien? —preguntó sacándome del trance.

—Hmm?

—¿Que si estas bien? Te has quedado embobada mirándome.

—Sí, estaba pensando. Perdona.

¿Perdona? ¿En serio, Karina? ¿Desde cuando pides disculpas?

El comentario de Minjeong en el parking me hizo pensar. No es que me ofendiera, pero si era cierto que la única persona esperándome en casa era Connor y Mery, ambas personas del servicio. Solo tenía a tres personas en mi vida, una es mi padre, que apenas lo veo y nunca me toma en serio. Después Irene, que la quiero con toda mi alma pero solo nos veíamos para temas laborales, y luego Giselle, que sinceramente no se haría sin ella. Si no hubiese sido por ella e Irene, no sé cómo habría salido adelante del accidente y la muerte de mi madre.

Pero era cierto. No tenía familia esperándome en casa. No tenía a nadie que me preguntara como me había ido el día o con el que comer en la mesa del comedor. No tenía a nadie.

—Oye... Siento lo de antes. No pensaba que te fuera a sentar mal.

—No me ha sentado mal, no estaba pensando en eso.

—¿En qué piensas? —dijo mirándome.

En ti, ahora mismo. Pero no de la manera que me gustaría.

—En que no sé si hice bien aceptando la invitación de ir a comer con Kim Minjeong —bromeé.

—Oh bueno, discúlpame, pero te recuerdo que te autoinvitaste primero.

—Luego me invitaste tú.

—Eso es cierto, pero si quieres que te lleve a casa puedo hacerlo.

Suspiré y le sonreí.

—No me apetece volver a casa.

—Esta bien.

Ella llegó a su casa y me sorprendí. Tenía una mansión enorme, no tan grande como la nuestra pero lo suficientemente como para sorprenderte. Minjeong dejó el coche frente al portal y bajamos.

—Ven por aquí.

La seguí sin decir nada. En la entrada principal tenían una fuente enorme con una figura de un angel al centro. La que parecía su mucama salió a recibirla.

—¡Buenos días, señorita Minjeong!

—Buenos días Leyla, ¿que tal te fue la mañana? —le dijo sonriendo.

La mujer abrió la puerta y entré en su enorme casa. Oh Dios. Se podía decir que era una casa bañada en marmol. Todo era bastante reluciente y llamativo, pero elegante. Una mezcla de blanco y negro se fundía en toda la entrada.

—Muy bien, entretenida. ¿Y a usted?

—Leyla deja de llamarme de usted, sabes que no me gusta —le dijo triste—. He traido a una amiga.

Una amiga...

—Hola, encantada —le saludé sonriendo.

—Oh, ¿usted no es Katarina Bluu?

Sonreí.

—Sí, la misma. Pero puedes llamarme Karina.

—Claro que sí señorita Karina. Mis hijos son grandes fans suyos, les emocionará saberlo.

The Only Exception | winrinaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora