Capítulo 18

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Me despierto siendo sacudida por el brazo, y lo que veo al abrir los ojos es a mi hermano con aspecto confundido. Me enderezo en la silla mientras me estiro hacia arriba.

—¿Qué es esto? —pregunta mirando mis dibujos y anotaciones sobre el escritorio.

Oh, mierda.

Me había quedado dormida mientras investigaba sobre llaves infernales, religiosas o todo lo relacionado a eso, quería buscar más pistas sobre lo que puedo llegar a hacer como así también el significado de porque vi dorado en mis venas, lo cual se me hace raro ya que vi que se lo llaman icor; en cuanto las llaves he copiado dibujos de varias.

—Tarea de arte. Religioso —mentí tomando los dibujos y guardándolos en una carpeta. Tengo que ser más cuidadosa con eso —. ¿Qué haces aquí?

Se encoge de hombros y va hacia mi cama. 

—Me aburría.

—¿Y decidiste venir a molestarme? —sonreí de lado viéndolo.

—Sería pecado no hacerlo.

Me reí por el tono de obviedad con el que lo dice. Entonces olfatee un delicioso aroma a salsa.

—¿Mamá está cocinando? —pregunté.

—No. Mamá y papá salieron a cenar con unos compañeros de trabajo de papá —responde con desinterés. 

¿Estamos solos? Aguarda. Entonces, ¿quién cocina?

Ay, no.

—¿Max, dejaste la hornalla prendida? —cuestioné asustada de que la cocina se esté quemada, ya a media salida de mi habitación.

—No. Ese es Michael.

Me tropecé chocando con la puerta. Giré hacia mi hermano horrorizada. 

—Estás bromeando —acusé.

—Baja y descúbrelo.

No. Está bromeando. No hay chance alguna de que Miguel esté abajo, cocinando la cena, otra v...

Carajo.

La incertidumbre y curiosidad me ganan por lo que termino corriendo escaleras abajo y al doblar hacia la cocina me quedé inmóvil viéndolo fijo.

Sí, está aquí.

Dándome la espalda, ancha seguro por años de entrenamientos físicos. El recuerdo de ver el contorno de luz de sus alas viene a mi mente, y las dibujo en su espalda ahora mismo, usando mi imaginación. ¿Podrían tener un tono más azul? ¿Ser más materializadas?

Sacudí mi cabeza. ¿En qué estás pensando, Camille?

Despacio, me muevo de mi lugar y camino hacia él. Su mirada se encuentra apenas con mi figura, volviendo la atención a la cocina pero luego se da cuenta de que sí estoy allí y regresa a verme, con la boca levemente abierta.

—Estoy bien —me atreví a decir primero, en referencia a lo que había sucedido ayer —. Estoy bien —me obligué a repetir para oírme más segura de mis palabras, quizás hasta para convencerme de eso.

Él baja la espátula y se acerca a mí. Su mano se posa por completo en mi frente, pero no cierro los ojos. No quiero hacerlo, no quiero dejarme llevar.

—Háblame —pide en voz baja.

Parpadeo con fuerza varias veces. Quiero hacerlo, quiero hablarle y expresar absolutamente todo lo que siento. Pero tengo miedo, no de él sino de descubrir que todo lo que me rodea es una verdadera falsedad.

Todavía no estoy lista de dejar ir toda esa ilusión en la que crecí.

—No ahora —respondí en susurro, y miré por donde vine, haciendo referencia a Max.

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