Capítulo 42

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Probablemente no deba de odiar a nadie en esta vida, más cuando soy consciente de que existe un Cielo en el que, si mal entiendo, uno de los requisitos para ingresar es el perdón, lo cual refiere dejar de sentir aquella emoción. También es algo que mis padres me han enseñado desde niña, creo que empezó cuando salí de jardín a los gritos porque otra niña había roto mi muñeca favorita.

Sé bien que odiar no es una emoción buena, sino que trae consigo muchas cosas negativas y encierra  a uno en su mente, sin aceptar demasiado al otro y su pensamiento. Pero yo sé bien qué es lo que piensan los padres de Samara, cómo son muy sobre protectores con ella al ser su única hija, y por más de que me conozcan desde muy chica, sigo sin entender esa falta de confianza en ella, en mí, en mi propia familia.

Es una mierda, siendo honesta. Mis padres han intentado calmarlos todo el tiempo que les fue posible, estando allí para ellos cada vez que podían, más que nada porque saben que Sam es como la hermana que nunca tuve, como si hubiese sido mi gemela, entendiéndonos con la mirada. ¿Por qué sus padres son tan ciegos en eso? ¿Por qué nos dan ocasionan tanto dolor al querer mantenernos separadas?

Resulta que luego de que llegáramos de la casa de mi abuela después de que nos costó casi la vida ese viaje, ellos se preocuparon por demás porque Sam no ha respondido todos sus mensajes o llamadas, sin mencionar de cómo se exaltaron al vernos acompañadas por Hayden y Matt. Decidieron castigar a mi mejor amiga diciendo que no debe ni puede acercarse a mí, siquiera en la escuela.

Los odio por eso.

Pero más los odio porque le dijeron perra frente a nosotros.

Estoy cansada de tolerar esa clase de comportamiento con cosas que ella no ha hecho, con cómo la ahogan cuando quiere disfrutar su vida, saber lo que es vivir.

En comparación soy afortunada por todo el amor y respeto que recibo de mis padres, por cómo aceptan los momentos que regrese de mal humor del colegio y buscaron la manera de apoyarme, siempre manteniendo por delante la idea de querer comprenderme. Esa misma noche, mi madre se quedó dormida conmigo, acurrucándome mientras lloraba de la impotencia.

Lo que ella no sabía y sigue sin saber es que esa impotencia se produce porque mi abuelo, su padre, ha muerto hace mucho tiempo atrás, su cuerpo ha sido poseído por un demonio malvado, y ahora no existe. No sólo merece saberlo, sino que también merece llorar su pérdida, merece hacer un duelo.

Pero mi abuela insistió en que no deba decirle nada.

Ella es una perra. Arrastrando a su propia nieta a que mantenga más mentiras, y más allá de eso, obligando también a Max a que le mienta a su propia madre.

No debería odiar.

Y aun así, lo hago.

Odio a los padres de Sam, pero no tanto como odio a mi abuela.









—No estás bien, puedo notarlo —susurra Hayden asomado desde su asiento hacia el mío, había cambiado lugar con uno de sus amigos. No le miré, seguí intentando resolver las preguntas de la clase —. Algo en ti cambió, ¿qué es?

Pase por arriba el hecho de que podría haber hablado con Miguel, o Michael, cuando salí del departamento esta mañana. Sólo no quise hacerlo, no tengo ánimos para hablar sobre esto, es la primera vez que no siento tristeza, depresión, un vacío. Quiero sentir esto por un rato más...

—¿No es por el trato que hiciste ayer, verdad? —insiste en saber.

Suspiré dando una mirada hacia delante. Sam había sido cambiada de lugar, sentándose para su suerte adelante de Cal. Bueno, eso en realidad fue un buen acto por parte de mi demonio guardián, aunque me da la idea certera de que en realidad lo hace para ayudar a su amigo y que de alguna manera también lo hace por ella, sé que en el fondo Sam le agrada.

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