Capítulo 39

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Sam y Max

Asimilar un mundo surrealista no es tan simple como llegar a asumir las pruebas científicas de que llegue a haber vida en otro planeta, aunque sean muy primitivas como células. Sin embargo, no es como si alguna vez sintiese que creer en algo más superior y poderoso suene descabellado.

Cuando era niña vio varias veces a sus padres agradecer de rodillas al borde la cama, una oración que no recuerda las palabras. Aunque tampoco es que haya crecido asistiendo a las misas de la iglesia o sea miembro de alguna religión.

Tampoco lo es su mejor amiga. Tan sólo fue bautizada, al igual que ella. Y eso fue todo el contacto que han mantenido con las religiones, al menos hasta que Camille conoció a Matt, hasta que Michael apareció y hasta que Hayden decidió hacer más acto de presencia. ¿Quién diría que hay ángeles y demonios caminando entre estudiantes?

Parece una fantasía sacada de Disney, debía admitirlo. Pero jamás lo haría en voz alta, no insultaría a su amiga con un chiste de ese estilo.

Camille lo había pasado demasiado mal ocultando ese secreto, y no dejaría que vuelva a pasar por lo mismo. No... Aún si no cree en toda esta verdad de mundo paranormal, no dejaría a su amiga sola. Aún si estar en la casa de sus abuelos le recuerda a una terrible película de terror.

Samara tragó saliva en cuanto salió del auto, ya la travesía por el camino de tierra le daba una mala señal, sobre todo por lo lejos en que se encuentra la casa y que esté en medio de un descampado rodeado de un pequeño bosque es también otra mala señal.

¿Cuántas películas hay de adolescentes que van al medio de la nada y un asesino lunático aparece para matarlos de a uno?

Bueno. En este caso serían más bien demonios dispuestos a hacer más que asesinarlos.

Casi vomita por esa idea, casi...

—No me digas que te mareaste —dice sarcástico Hayden viéndola de reojo —, si que no aguantas un poco de movimiento.

Sin responder ni girar a verlo, le muestra el dedo del medio.

Camille y Max ya han ido a reunirse con su abuelo en la puerta de entrada, mientras que Matt se quedó quieto por delante del auto, mirándolo.

Sam suspiró.

¿Cuánto tiempo más pasaría hasta que su mejor amiga se de cuenta de que hay un chico enamorado de ella? Más allá de que sea un arcángel compartido con su vecino maestro, Matt se comporta como un genuino adolescente flechado por Cúpido.

Aunque... Él no ha sido el único que se ha encariñado demasiado por ella.

—¿Estás bien con esto? —preguntó con suavidad Sam, acercándose al baúl del auto para ayudar a Hayden a sacar las mochilas. El mismo frunció el ceño para estirarse y observar aquello a lo que la chica se refiere, soltando un pesado suspiro —¿Por qué no seguiste intentando? A ella sí que le atraías...

—¿Has visto como muchos chicos demuestran desinterés hacia la chica que les gusta para hacerse los misteriosos, inalcanzables y más deseados? —cuestionó él dándole una mirada de lado. Sam se tentó en contestar de manera pero por algún motivo prosiguió callada —Bueno, era de esos con el motivo de no querer involucrarla mucho más en todo esto así mi tarea era más fácil... Hasta que la rata alada llegó. Siquiera le importó acercarse de esa manera con ella, supongo que estaba...

—¿Celoso? —ofreció como palabra, a lo que él asintió —¿Te acercaste más a ella por celos?

Él se encogió de hombros.

—No quería que robara lo que siempre estuve cuidando, tanto que me distraje demasiado de hacer justamente eso —continuó explicando, esta vez sin mirarla —. Lo mejor sería borrar esas emociones humanas de mi sistema. Así que yo hice mi elección y ella la suya.

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