Capítulo 34

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—Mis pies tienen uñas largas y filosas —sugiere Lucifer con una sonrisa burlona.

Aprieto mis uñas con fuerza contra mis palmas, sin importarme el dolor que me hace sentir. Ni siquiera repare en prestar atención a la sala de trono en la que estamos, en palabras latinas que me han enseñado unos amigos de muy buena influencia: me chupa un huevo.

—Entonces te sugiero pedicura —respondí masticando mi hirviente enojo.

Me había costado convencer a Miguel, por no decir que me ha costado todo cuando le conté sobre mi experiencia de viaje astral la noche anterior. Se enojó, claramente que se enojó, y tan sólo se contuvo porque mamá llegó a la casa y teníamos que aparentar estar bien.

Qué difícil que fue convencerla de que queríamos estar estudiando a solas; el chico ángel tuvo que hacer uso de sus encantos angélicos para que nos permitiese aquello.

Entonces ha hecho protecciones a mi alrededor, sentada yo al lado de la cama, rodeada de hojas con garabatos y custodiada por él mientras me encuentro aquí.

El diablo suelta una risilla sarcástica. Su sonrisa me recuerda a la de los gatos.

—Déjame adivinar, pequeña humana. ¿Conociste a Gabriel?

Me mordí la mejilla por dentro. ¿Cómo sabe?

Ay, no.

—¿También lees mentes? ¿Corazones?

Su rostro sigue siendo similar al de una estatua de marfil, tan suave y lisa, realista como las de Corradini. Y es precisamente por esos detalles que puedo ver lo sombrío que se tornó su mirada.

—No, no soy como mi hermanos. Y a diferencia de ellos, no me es un requisito de utilizar tales dones para leer al otro —contesta con un ademán egocéntrico —. Soy el Diablo, querida, con tan sólo ver a la persona puedo saber qué necesita, cómo está, sus deseos y tú, pequeña Camille, necesitas soluciones, estás llenando de ira y deseas besar al horrible de mi hermano.

Qué...

Demonios...

Ha...

Pasado...

Quedo tiesa con sus palabras.

Ha adivinado todo en cinco minutos. Corrijo, menos de cinco minutos.

—Él no es horrible —refute en un susurro. Y me doy pena a mi misma. No puede ser que mi única defensa ha sido esta.

Digo que no quiero ser más la doncella en peligro y termino haciendo el ridículo mucho peor que antes.

Gracias Dios. De verdad. Gracias.

—Ante tus ojos, ante los míos que han visto su estado más salvaje e irracional, sabe de todo lo que es capaz de hacer —justifica, ambas de sus manos reposan en los antebrazos del trono, y la extensión del respaldo, sus tonos oscuros, le hace más grande de lo que ya es —. Puedes creer que te encanta su manera de ser, que todo a su alrededor es un tierno color de rosas. Ya ansío verte cuando él se quite la máscara y demustre el león que es.

Trago saliva, con dolor. La historia siempre ha contado la rivalidad de los hermanos angelicos, y verla de esta manera, en primer plano, me duele porque lo veo como una hermana mayor, y yo daría lo que sea por Max.

—¿Te lo dice la experiencia? —replique, buscando el método para que no me afecten sus secas palabras —¿Acaso alguien te ha amado alguna vez, viendo incluso a través de tu máscara?

Las sombras de su rostro adquieren un espeluznante brillo. Es como el volcán que explota en plena noche, lo ves desde lejos y de todas maneras sabes su peligrosidad.

ElegidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora