Capítulo 40

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Mis dedos rozan el mango del cuchillo pero no logro llegar al mismo. Mi visión cada segundo que pasa se oscurece cada vez peor.

Sé que no quiere matarme. Me lo ha dicho.

Pero que esté estrangulándome para dejarme inconsciente lo hace aún peor.

Estoy asustada hasta la muerte y aunque trate de quitármelo de encima no puedo.

Soy muy débil.

Estoy más que preocupada. Pero no por mí. Mi hermano está abajo. Y puede estar en peligro.

Seguí intentando en alcanzar el cuchillo pero con cada intento lo termino deslizando más y más lejos de mi. Oh no. Necesito al menos distraerlo conmigo.

No importa qué me suceda. No debe agarrar a Max. No debe tocar a Sam. Tengo que mantenerme consciente y quizás hasta que Aaron llegue, o de milagro Hayden o Matt.

Alguien...

—¡Aléjate de mi nieta!

Escucho algo romperse. Caen trozos de cerámicos desde arriba de Baphomet mientras él cae hacia un lado mío.

Inmediatamente siento un tirón de mi brazo que me desliza lejos suyo, seguido de un abrazo de protección en el que también se asegura que esté bien, que me sienta a salvo. Es la calidez del mismo lo que me hace sollozar.

—¿Abu...ela? —pronuncie como podía, sintiendo mi garganta arder peor que cuando tengo un ataque continuo de tos.

—Shh... shh —responde ella con calma, acariciando mi cabeza.

Me tense al escuchar gruñidos y bufidos, por el rabillo del ojo puedo observar al demonio que había tomado el cuerpo de mi abuelo querer ponerse de pie. Sin embargo, lo que más me aterra y producen arcadas es cómo su cuerpo está cambiando, desde la punta de sus dedos hasta los codos, la piel es putrefacta, es como si estuviese podrida y saliéndose de su cuerpo, y no es que hubiese piel rojiza debajo sino carbonizada.

No entiendo qué palabras escupe con desprecio, nos escupe.

—Párate.

Mi abuela vuelve a tirar de mí, poniéndome de pie y abrazándome por la cintura. Su voz suena madura, firme, sin miedo. No balbucea como antes, y por lo que puedo ver apenas de ella, no se parece para nada a la triste imagen que veía el mundo pasar a través de esa ventana.

Hay humo saliendo de los zapatos del demonio. Con cada segundo que va pasando mis sentidos van regresando, por eso me doy cuenta de la alta temperatura dentro de la casa. Él desprende ese calor.

Sus ojos me recuerdan a la de una cabra cuando la iluminas en medio de la oscuridad, en los costados de su cabeza hay dos rastros de una sangre tan espesa que parece más bien petróleo.

—شب افتاده است

Fruncí el ceño. No tengo ni idea qué ha dicho pero...

—La tuya por si acaso —respondí.

Mi imprudencia también dejó al demonio en duda por el modo en que retrajo su cabeza, pero eso duro tan sólo un segundo antes de que decida dar un paso adelante.

Fue en ese momento en que Matt entró al ático corriendo a velocidad y embistiendo al demonio hacia atrás, hacia la ventana donde cayó por el vacío.

Escuché el estruendo de su caída.

—¡Aaron! —llamó Matt observando por la ventana —¡Sácalos de aquí, ahora!

Está hablando de alguien... Se refiere a alguien.

Me libere del agarre de mi abuela para ir también en la ventana, por más de que mis piernas todavía tiemblen y no tengan la fuerza suficiente para sostenerme.

ElegidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora