Capítulo 26

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El sentimiento que siento en el momento en que me estabilizo sobre el suelo no es solamente una metáfora. De algún modo siento que los eventos del comienzo de mi semana son como engranes que encajan en su lugar violentamente, con mis rodillas ardiendo por la manera que caí en el ya usual salón del trono.

En cuanto levanto la mirada me sorprende encontrarme con Lucifer de pie, a varios centímetros de distancia de mí, observándome con arrogancia mientras que su mano derecha sostiene una copa dorada y plateada.

A diferencia de la última vez en que le vi, no tengo miedo. Tengo enojo. Mucho pero mucho enojo.

—Tú... ¡Tú tomaste mi memoria! —acuse.

Ahora sé bien que ese vacío que he estado sintiendo ha sido nada más porque la última vez en que me tocó, lo hizo en mi cabeza.

Me borró la memoria.

Borró todo rastro de que he estado en contacto con él.

—De hecho, sólo la bloquee —corrige con un tono aburrido. Ya no es el Lucifer enojado de hace un par de minutos atrás —¿Vas a pararte o acaso quieres limpiar el suelo?

Los huesos de mi manos suenan de lo fuerte que las aprieto. Me pongo de pie pero no porque él lo diga, sino porque quiero nivelarme.

—Eres un maldito idiota. ¿Cómo te atreviste a hacerme eso? —replique, estoy bastante segura que cada milimetro de mi cuerpo demuestra mi enojo.

Hay una leve sorpresa que su rostro que dura un par de seguros y luego, contrario a todo pronóstico, él se ríe.

Realmente... se ríe.

Su risa es ronca y tan sonora que retumba en las paredes de este salón.

Me cruce de brazos. Bueno, tal parece que el Diablo sabe lo que es reírse.

—Mírate, de pasar a ser una pequeña tímida ahora eres una pequeña violenta —dice con clara burla, una que me sacude por dentro y genera un nudo en mi estómago —. El enojo es una mecha muy peligrosa, dulce Camille. Deberías tener cuidado.

—¿Ahora me das consejos? —cuestione. El mal gusto de mis encuentros con él no cambia.

—Si lo aceptas como tal, tal vez.

Puse los ojos en blanco. Mierda. ¿Por qué todos los que viven en el infierno les gusta hablar de la misma manera? Son odiosos.

Él se lleva su copa a los labios, dejo de verlo cuando veo un líquido rojo. Por Dios, que sea sólo vino...

El espacio no tiene nada extraño o fuera de lugar a la última vez que estuve aquí. Las mismas sombras y las mismas luces, el mismo espacio visible, todo sigue igual.

—¿Quién era ella? —pregunté de repente, recordando la patinadora antes de que Lucifer apareciera. Por lo que me dijo antes de agarrarme, él parece conocerla.

¿Será una amante? ¿Otra demonio? ¿Algún trato? ¿O quizás... una hija?

—Ella no es de tu asunto.

Hay algo en su sentencia que me producen escalofríos, unos tan profundos que me siento acunada tenebrosamente por la mismísima muerte.

No hablar de ella. Punto entendido. Pero...

—Miguel dice que veo visiones, ¿es algo del futuro? —indague.

Al menos tengo que saber eso. Tengo que saber si es una de las chicas elegidas como yo, si ella está en peligro, quizás pueda verla y salvarla...

—No, para nada —. Mismo tono, aunque más amenazante.

Trague saliva, girando a encararlo.

—Si está en peligro...

ElegidaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora