Capítulo 5

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Cometí un error al gritarle a Michael, mi madre me había oído y me había regañado por eso. Cuando ya estaba más tranquila me pregunto por qué lo dije, no pude decirle la verdad, no sabía cómo y ella tiene mucha influencia en el edificio al haberlo diseñado, podría hacer que lo echen y eso me haría sentir bastante mal. Terminé por decirle que fue por algo del colegio, una tarea que me pareció injusta y sin sentido, y me marché a mi cuarto para descansar un poco antes de irme al juego.

La puerta sonó dos veces, mamá se asomó.

—¿Puedo pasar? —asiento, aún acostada sobre la cama. Avanza y se sienta a mi lado. —Escucha, sé que a tu edad todo parece trágico e injusto pero algunas cosas no lo son y por lo que me dijiste en serio no parece ser malo... Sólo le agregó el aspecto religioso en su enseñanza pero no para que la profesen, sino para que sepan de ella.

Me sentí mal, me hablaba para hacerme sentir mejor de una mentira que le había dicho.

—Sé que quizás ahora no tenga sentido pero posiblemente en un futuro sí lo tenga, y necesites saber de eso. Algunos de los hombres más estrictos son los que más se preocupan. —Toma mi mano y la aprieta suavemente. —No seas mala con él, esa clase de hombre son los que más necesitan apoyo de alguien en algún momento, nadie quiere estar con las personas estrictas y sé que tú no eres como los demás, eres mejor. —Acaricia mi cabello con su mano libre, me encanta cuando hace eso, desde que era pequeña y sufría pesadillas era su método para calmarme. —No voy a decirte que te disculpes con él, esas cosas deben venir de uno mismo.

Le sonreí y ella se puso de pie dejándome sola en mi cuarto. Suspire, coloqué música y me fui a bañar pensando en las palabras de mi madre. Cuando llegó la hora de irme, me despedí de mis padres y mi pequeño hermano, al salir del departamento miré hacia la puerta en frente. Tomé aire y me acerqué.

Golpeé tres veces y me quedé esperando pero no escuché ni un ruido del otro lado. Mordí mi labio inferior, apenada, y volví a caminar hacia el ascensor.

—Camille.

Oír su voz me paralizó, se sintió como una llamada al alma, llena de sorpresa pero con una bonita calidez. Me giré y lo vi allí, a un paso de la puerta de su departamento. Lleva una camisa manga larga con forma de V en el cuello, una cruz colgada de un collar, se ve lindo y atrevido que lleve ese tipo de cuello.

—Yo... —Me acerqué unos pasos y empecé a jugar con mi pulsera nerviosamente—. Quería decir que lo siento por haberte gritado... Hoy en día pasan muchas cosas, más a las chicas; entiendo tu preocupación pero quiero que sepas que no quiero vivir escondida por el miedo, quiero salir, divertirme, reír... llorar. Quiero vivir.

Primero no dice nada, adentro parecía tener una discusión moral sobre lo que le acababa de decir. Luchando contra sí mismo, me sonrió apenas.

—Supongo que con eso quieres decir que de todas maneras irás a la fiesta.

Asentí.

—Sí...

—¿Puedes darme tu celular? —Fruncí el ceño. —Quiero agendar mi número en tu celular, si algo pasa y no quieres llamar a... —miró hacia el costado, a la puerta de mi departamento y bajó la voz—... tus padres, estaré disponible.

Algo se movió dentro de mí, no esperaba eso, para nada. Saqué el celular de mi bolsillo y se lo extendí ya desbloqueado, no tardó mucho en agendarse y devolverme el celular. Una electricidad me recorrió cuando nuestros dedos se rozaron.

—Iré al juego ahora. —dije guardando el celular. —¿Quieres ir?

—Tengo cosas del colegio qué hacer. —Una pequeña risa escapó de mí, eso había sonado muy irónico. —Pero quizás te vea ahí.

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