Capítulo 28

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Me acuerdo de todas aquellas veces en que iba a la casa de mis abuelos. La tan sola idea de saber que viajaría a verlos animaba de por si mi día, para mí era toda una grandiosa aventura para incursionarme en las hectáreas de campos bajo su nombre, bordear los bosques y asomarme entre los árboles de modo vigilante, esperando que alguna bestia salvaje apareciera aunque algunas veces terminaba siendo mi abuelo para asustarme y jugar conmigo.

Todas las veces antes de que papá llegase incluso a frenar, yo ya me quitaba el cinturón y me aventaba hacia afuera, corriendo hacia los brazos de mis abuelos. Ellos me recibían con tanto cariño y dulzura, y yo me inundaba de sus aromas frutales, pues ellos solían cosechar de los árboles frutales para hacer inmensidades de comidas.

Todavía se me hace agua en la boca de tan sólo recordar lo delicioso que era comer aquella tarta de manzana que mi abuela siempre tenía preparada para cuando llegáramos.

Es demasiado difícil pensar y hacer memoria de aquellos días de mi infancia, pues no hace nada más que acrecentar este nudo que ata tanto mi estómago como mi garganta. Pero aún así no puedo deshacerme de ello tan fácilmente, incluso al día siguiente cuando estoy en clases termino por garabatear al borde de la hoja sin poder concentrarme del todo en lo que mis profesores exponen. Para mi buena fortuna, ninguno de ellos me ha hecho responder alguna pregunta o resolver algún ejercicio en la pizarra.

Al menos en esto sí pude ser honesta con Sam, ella notó mi decaimiento de inmediato, arrastrándome hacia el patio trasero hasta que anuncien el inicio de clases. Fue la mayor privacidad que pudo darme, y sus abrazos realmente me ayudaron a sentirme más aliviada, acompañada. Pensé mucho en hablar con mamá de la abuela, rechacé la idea porque no me siento lista para hacerlo ni tampoco de ver a mi madre preocuparse, que sus ojos pierdan su hermoso brillo.

Sam también se encargo de amenazar con dientes y uñas a Hayden, si se atrevía a querer molestarme o empeorar mi humor, ella se convertiría en el bully número uno de todo el colegio. Yo no había notado que él se había acercado mucho más antes que todas las otras veces, veces en que suelo ser yo quien lo busca a él o espera. Quizás tenga alguna leve noción de lo que siento al ser mi guardián, y sé que está dándome mi tiempo a que pueda digerir todo antes de contarle lo que pasó el día anterior.

La cabeza de mi mejor amiga recae sobre la mía con sus brazos rodeándome mientras disfrutamos un poco del sol. En el receso preferimos tomar nuestros almuerzos afuera, en el asiento más lejano.

—Me hubiese gustado conocerla —admite en voz baja.

—Sí... A mí también me hubiese gustado conocerla más —coincidí con ese pulso de nostalgia en mi pecho.

Decido estirarme para cambiar la canción de Olivia Rodrigo del celular de mi amiga, si no lo hago se me atorara todo el resto del día. Amo sus canciones, pero ahora no me siento del humor correcto para gozarla perfectamente.

—¿Y si vas a visitarla? —su pregunta me hace mirarla —Podría acompañarte, ambas tenemos nuestras licencias.

Me mordí el labio inferior, si lo veo desde un punto objetivo, esa es muy pero muy buena opción. Irnos ambas a la casa de mis abuelos, y más allá de verlos, encontrar lo que sea que haya de ella, lo que sea que me está uniendo a este mundo y me convierte a mí en la persona elegida.

—Un fin de semana, después de clases el viernes, volvemos el domingo en la tarde—opiné. La formulación de un plan comenzó a despejar mi mente de todo dolor que la nostalgia me trajo.

—Me parece bien, sólo hay que idear cómo convencer a mis padres.

Ah, sí. Está ese detalle.

Tomé aire y me acomodé mejor en el asiento mientras Sam saca una lapicera junto su cuaderno, entonces empiezo a olvidarme de todo lo que había recordado en las últimas horas y empiezo a concentrarme de nuevo.



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