25 de Enero de 2011.
Visiones de Miguel.
Me quedo a un costado de la pared empedrada, bajo la espera de la llegada de mi hermano; su hermano. Soy consciente que no estoy más que observando un recuerdo por parte del Arcángel, hay algo en esta escena del que estoy seguro me ayudará a entender algo más adelante.
La noche apenas está cayendo, puedo ver el ocaso por la izquierda, donde el oeste se encontraría, y cómo las matices de un naranja fuego van pintando todo lo que toca mediante sus rayos. Un sentimiento de calidez me rodea cuando dichos rayos tocan las mejillas de Miguel, y el interior ronronea a gusto, en agradecimiento. Cuando Uriel quiere, de verdad que sabe reconfortar a sus hermanos... Aunque, está la leve teoría de que ni el Arcángel del Sol conoce la magnitud completa de sus poderes divinos.
Por lo que tengo entendido, esta escena ha transcurrido varios siglos atrás, creo que cerca de las primeras civilizaciones humanas, pero eso no es algo en lo que Miguel se detiene a explicarme. Sigo observando a través de sus ojos, de sus recuerdos; nuestros recuerdos. Y lo que veo a continuación me deja una leve inquietud que decido encerrar y eliminar de mi sistema.
Con el cabello revuelto por el descuido que está teniendo en sí mismo y ese rostro agotado, ya no parece haber vida plena en el Arcángel de la Salud, lo que es algo malo. Muy malo. Y mientras él, cubierto de su traje verde con tonos bañados en oro, camina cada vez alejándose del portal que conecta al Empíreo, donde el Trono de Dios se encuentra, puedo distinguir que sus pasos son con un peso mayor que sus hombros están dispuestos a soportar.
Sin embargo, allí está Rafael, avanzando como bien sabe hacer, sin detenerse y procurando mantener la cabeza en lo alto. Es lo que mejor puede hacer... aunque...
—Te estás dañando —dije con la voz neutra, tomándolo por sorpresa. Mi hermano se queda a medio camino, entre los pilares guardianes del portal, con la cabeza girada hacia mi dirección. Su mandíbula comienza a tensarse—. Lo sabes bien, no lo niegues. Los demás comienzan a notarlo.
—No es asunto de ellos, sino mío.
Hay algo en su tono de voz que provoca que entrecierre los ojos, estudiando aún más su comportamiento y energía. Está agotado, cada día que pasa sentado en aquel lugar, más y más se desgasta; y como si fuese poco, aún se niega a trasladar la comandancia de su esfera, por alguien que sepa cubrirlo hasta que él pueda regresar por completo... Si es que puede.
Desde el este, las estrellas comienzan a tener más fuerza y los espirales de las galaxias se van dibujando sobre nuestras cabezas.
—Puede que así sea. No obstante, seguimos siendo hermanos —me atreví a resaltar, ya alejándome de la pared y permitiendo que lo último de sol me cubriera—. Nos apoyamos entre nosotros.
Rafael comienza a negar con la cabeza. Incluso en la hora dorada, su cabello ha perdido el brillo habitual. Está rozando el uso de sus reservas energéticas, y con eso tan sólo... El pensamiento de lo que ocurrirá destroza mi corazón, no quiero ver a mi hermano convertido en partículas hasta poder regenerarse mediante la Shekinah.
—Incluso con su ayuda, hay mucho por sanar entre los Nueve Cielos —repuso, haciendo gestos con sus manos mientras hablan. No lo había notado, pero también está perdiendo su tez habitual—. Lo que ese Dios hizo, no tiene comparación alguna. Nos rompió desde dentro.
La ira aparece en su voz de una manera rasposa, como si parte suya se negara a dejarlo salir por completo. Y es que, le encuentro cierto sentido a que lo haga. Las últimas veces en que se dejó llevar por esa emoción, de verdad sucedieron hechos desastrosos, y se dieron castigos tan atroces que dudo poder replicar, aunque sí pueda hacer algunos que tengan el mismo nivel.
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Elegida
ParanormalneMichael se cruza de brazos, como si no pudiera creer lo que acabo de decir. -¿Estás descubriendo que existen dioses y otras razas pero te ofendes que Santa Claus no se incluya en la lista? Hago una mueca, es un buen punto. Suspiré llevando mi cabel...