cap 2

332 32 0
                                    

«Un día a la vez»

Siempre me repetía lo mismo cada mañana, lo repetía una y otra vez a la hora de levantarme.

Esa frase se formulaba automáticamente en mis pensamientos internos siempre y cuando tenía pesadillas en las noches, era una mierda tener la misma pesadilla recurrente cada vez que no me encontraba en condiciones para afrontarla.

No pegue ojo en toda la noche, me levanté sudorosa, temblando y con unas ganas enormes de llorar, los ojos me picaban y las ganas aumentaban pero me reprími a mi misma para no terminar con una crisis de ansiedad irremediable.

Mientras estaba en mi cama tratando de calmarme de nuevo sentí los golpes en mi puerta.

No me hacía falta abrir para descubrir quién se encontraba detrás de esa puerta, como todas las mañanas Eidan subía a mi habitación y tenía la dura tarea de levantarme.

En otro momento hubiera necesitado más de 3 golpes y 10 llamadas perdidas para poderme levantar y aún así llegaríamos tarde solo por mi pereza.

Pero hoy no tenía el día para eso así que al segundo golpe me levanté y le abrí la puerta.

- En 5 minutos bajo - fue lo único que pude articular - pero era lo único que Eidan necesitaba para saber que algo no andaba bien.

No era de las que tenía la mejor puntualidad del mundo al menos no para la escuela y mucho menos era de las que se levantaba a abrir la puerta en las mañanas y menos en bragas y camiseta.

- Tu madre quiere que bajes a desayunar - me dijo mientras sus ojos se perdían en los míos.

Sentí una corriente electrificante pasar por mi cuerpo, no sabría explicar que sentí en ese preciso momento, solo pude ver como mis ojos pedían a grito que fuera mi amigo y no solo un guardia más.

Creí poder ver duda en sus ojos, pero cuando creí ver al chico dulce de años atrás, pero me tope con la frialdad que lo caracterizaba y solo pude sentir algo decepción.

Cerré la puerta y decidí darme una ducha sumamente larga con agua hirviendo así todo pasaría mejor.

Me coloque la falda del colegio, era de color negro y su indistinguible pullover blanco con el logo del instituto.

Seque mi cabello y lo recogí en un medio recogido colocándome una cinta negra y blanca, tome todos mis libros y baje a desayunar con mi madre o bueno intentar no pelear con mi madre.

Al bajar las escaleras pude sentir el olor exquisito del tocino, y aunque mi casa era demasiado grande.

El olor a comida era algo que yo percibía a kilómetros, tenía un físico admirable, demasiados años practicando defensa personal y combate armado.

Los años en la academia militar habían hecho maravillas con cada parte de mi cuerpo, moldeando mis caderas, endureciendo mis piernas y glúteos.

Luego de regresar a casa hace un tiempo me ejercitaba todos los días, pero eso sí, me alimentaba como un chico, la mayoría del tiempo tenía un hambre terrible supongo que eso lo heredé de mi padre.

Cuando entre en la cocina vi a mis otros dos hermanos mayores junto a la isla de la cocina tomando un café mientras otro estaba leyendo el periódico.

Solamente al entrar percibí la mirada de mi madre que se encontraba junto a la nevera tomando su jugo de frutas natural mientras desde la mesa veía su laptop.

Mamá tenía esa mirada de hielo que te hacía encoger tu alma en el mismo sitio , pero conmigo no funcionaba.

Había heredado su misma mirada o bueno todos así que no se sabe quién le clavaba más dagas a quién con los ojos.

Besos En Sangre [+18] Libro#1 Saga Dominante Donde viven las historias. Descúbrelo ahora