Final

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Para cuando Minho y Han se dieron cuenta, ya habían transcurrido cuatro años y medio desde que decidieron construir algo juntos, como resultado de eso y gracias a la insistencia del castaño en que el pelinegro tenía que aprovechar su talento al máximo, lograron, con mucho esfuerzo y otros trabajos extra, crear su propia escuela donde Han comenzó siendo el maestro, enseñando sus dotes de pianista.

Fue difícil al inicio, pasaron días en los que pensaron que todo su esfuerzo podría hundirse, pero justo en el momento indicado recibieron un poco de ayuda.

Un día, cierto chico de cabello colorido llegó, como un Ángel caído del cielo que dijo querer ayudarlos, claro, después de que Minho le pidiera una gran disculpa.

Fue emotivo e incluso hubo lágrimas por parte de Jeongin, hubo muchos abrazos y un Han un poco entrometido cuando pensó que el abrazo duro más de lo necesario.

Luego de eso, muchos de los clientes de Jeongin llegaron a la pequeña escuela de Han y Minho, comenzó a tener tanto trabajo que con el tiempo tuvo que contratar a más personas para que no fuera tan pesado para él.

Y no solo eso, Minho hizo un trato con Jeongin, como el poseía una gran mente y demasiado talento para el diseño de ropa, propuso hacer realidad todo lo que el chico pensó solo se quedaría en un sueño. Mientras que Minho contribuiría con el dinero, Jeongin sería el que diseñara todo, en ocasiones con ayuda de Han siendo el modelo de una que otra prenda.

Así fue como además de su modesta escuela de música, también lograron crear una línea de ropa que si bien apenas estaba siendo conocida fuera de Corea, dentro de su ciudad natal era todo un éxito.

Apenas estaban comenzando a resaltar entre la multitud, pero sabían que dentro de poco lograrían todo lo que se propusieron y aún más.

Con el tiempo, Han solo se encargaba de dirigir la escuela, enfocándose más en las presentaciones que tenia en cenas de gran importancia o reuniones de alta categoría que lograron encontrar al prodigio pelinegro

También habían vendido la enorme casa donde vivieron antes, no porque no pudieran seguir teniéndola, sino porque tanto Han como Minho decidieron mudarse a un lugar más hogareño y cerca del bosque, aún así, la casa no era pequeña, pero en definitiva era más del agrado del pelinegro.

Lo mejor de todo, era que no tenían vecinos, la casa estaba dentro de un terreno de considerable tamaño por lo que tenían una gran privacidad.

Y era lo que Minho más disfruta, Han organizaba "conciertos" privados para él en la parte trasera de la casa, preparaba todo un escenario, en su mayoría con cajas de cartón que estaban por tirar, la decorada y montaba un gran espectaculo, hacia todo eso solo para alegrar el día de Minho.

Mientras que Minho estaba sentando sobre una sábana que tendió en el césped, Han cantaba suavemente mientras tocaba un pequeño piano portatil que compró hace tiempo para poder llevarlo consigo a todos lados, estaba de pie delante de su escenario improvisado, donde también había colgado una luces de colores, haciéndolo brillar como una gran estrella.

Minho sonrió, viendo como Han caminaba hacia él sin dejar de cantar hasta que se sentó en sus piernas, abrazandolo por el cuello y murmurando la última parte de la canción sobre sus labios para después besarlo dulcemente. El mayor abrazó al pelinegro por la cintura, dejándose caer sobre la sábana.

-¿Te gusto la canción?, la escribí para ti- dijo Han, acariciando su nariz con la de Minho.

-La adoro, todo lo que haces me gusta, Han- respondió Minho, tomandolo por las mejillas, dejando un pequeño beso en su boca.

-Espero que te guste la cena entonces.

Minho hizo una mueca, alzando una ceja y mirando a Han con un poco de disgusto- ¿Tu la preparaste?.

Vulgar {minsung}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora