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Las visitas a su madre se volvieron más constantes, Han se la pasaba la mayor parte del día con ella, hablando de lo que sea o ayudándola en casa, limpiando o haciendo alguna actividad para que pudiera aunque sea divertirse un momento. Tanto para ayudar a su madre como para ayudarse a sí mismo, estar lejos de Minho por ahora era todo lo que necesitaba.

Pero no importaba cuán emocionado y contento se mostraba Han ante su madre, ella podía sentir que algo andaba mal en él, así que se detuvo un momento para tomar su mano, llamando su atención y haciéndolo fruncir el ceño.

-Han, ¿pasa algo?- preguntó ella preocupada.

-No, no ocurre nada- negó Han.

-Vamos, Jisung, eres mi niño, sé cuando algo te pasa- dijo queriendo animarlo a hablar.

El pelinegro dejó ir un largo suspiro- No es nada, solo que...alguien que quiero me mintió, y...se sintió de la mierda.

-¿Alguien te mintió?, ¿quién?- preguntó sin entender.

Han la miró un momento, ya habían hablado de eso antes pero su madre terminaba por olvidarlo, sonrió de forma dulce mientras apretaba el agarre de sus manos. Para ella, Han seguía siendo su pequeño hijo imprudente e infantil, seguía viéndolo como un niño, pero a decir verdad, eso no le molestaba al pelinegro, en cambio, ahora podía disfrutar de los cariños y mimos de su madre que se perdió hace años cuando se fue de casa.

-Un idiota, madre, no me hagas caso- dijo Ha queriendo cambiar el tema.

-Bueno, ese idiota parece importante y mucho- continuó su madre- No sé que pasó, y si no quieres contarme lo entiendo, pero debe ser algo serio como para que te comportes así.

-Algo así- Han frunció los labios- Digamos que no estoy dispuesto a rogar por amor cuando él aún no se olvida de alguien más.

Al decir eso, Han no pudo evitar sentir que el corazón se le comprimiera, bajó la mirada sintiendo un dolor punzante en el pecho, aunque fuera verdad lo que dijo, que no estaba dispuesto a competir por nadie, era imposible que no fuera doloroso hacerlo.

-¿Estás seguro de eso?, de que esa persona, ¿no te elegiría a ti?, o mejor dicho, ¿qué ya te eligió a ti?- preguntó.

La mirada cristalina del pelinegro se posó en su madre, la última pregunta que hizo logró hacer que una pequeña esperanza en él creciera, porque por más que detestara sentirte de esa manera, era casi como un castigo, que aún se ilusionaba a sí mismo diciéndose que Minho lo quería a él y solo a él.

-Es lo que yo más quiero, madre, créeme que sí.



Hace tiempo que Minho había colocado las fotos que se tomó con Han en aquella cabina de fotos instantáneas del supermercado en un marco que ahora estaba sobre su escritorio, cada día que trabaja lo miraba y sonreía al pensar que no faltaba mucho para poder ver en persona al lindo y testarudo pelinegro de la foto.

Pero las cosas cambiaron, demasiado rápido y para mal, Han no dejaba de evitarlo desde aquella vez, ya no lo veía sonreír y mucho menos le dirigía la palabra, se desaparecía casi todos los días.

Minho intentaba hablar con él, pero siempre era rechazado, haber ocultado aquello realmente le estaba costado mucho, y peor aún, tal vez le costaría a Han.

Aún así, sabía que todo se arreglaría pronto, ya fuera un final feliz o uno trágico, el día del viaje era a la mañana del día siguiente. Al llegar a casa y luego de tomar una ducha, Han se encaminó a la habitación de Han (sí, había estado durmiendo en otra habitación) para decirle que debía preparar todo para mañana, tocó suavemente la puerta y abrió, no logro verlo a simple vista así que entró para poder buscarlo.

Vulgar {minsung}Donde viven las historias. Descúbrelo ahora