Alrededor de la fogata, el barullo de tantas personas era apenas perceptible. No podía diferenciar la conversación de nadie; eran palabras que flotaban en sus oídos, pero no tenían orden alguno, y coherencia, menos. Bebía de su cerveza y perdía la mirada en las llamas rojas y vibrantes. De repente sonreía cuando sus amigos le golpeaban respuesta a alguna broma que ni siquiera había llegado a escuchar; negaba con la cabeza y volvía la mirada dentro de sus propios pensamientos.
Estar en un lugar en donde se sentía abrazado pese a no conocer bien a todos, le daba un poco de paz. No necesitaba ser aquél que llamara la atención de nadie; aquí no le molestaban. Aquí era un grupo de gente que, al igual que él, tenían razones para no querer volver a casa temprano. Todos tenían una familia rota y a la que preferían no ver. Después de todo, eran jóvenes, quizás demasiado como para entender de lo que realmente estaba hecha la vida.
A pesar de estar con gente que le hacía feliz, a veces Tom se cuestionaba qué tanto era verdad ese pensamiento. Todos estaban riéndose, y aunque agradecía que no insistieran en hacerle parte de ninguna conversación, justo hoy se sentía un poco abandonado. Justo hoy porque, por la mañana, su madre apenas le dio buenos deseos y un beso en la mejilla antes de ir a clases. Justo hoy, porque no recibió ningún mensaje de quién solía ser su mejor amiga desde niños. Justo hoy, porque era su cumpleaños.
Veinte años; ya estaba cerca de rosar con sus dedos la edad en la que era casi adulto de verdad; los dieciocho eran estúpidos, si era consigo realmente honesto. Sólo servían para poder beber alcohol sin que los policías lo hicieran dormir largas noches en comisaría; pero era el mismo alcohol que llevaba bebiendo desde los trece años, así que no tenía de emoción absolutamente nada. Con dieciocho años ya podía ir a la universidad, aunque no le interesaba ir, pero eso significaba que podía manejar un auto, vivir solo. Vivir solo. Irse de casa por fin. Sin embargo, los veinte llegaron antes de que pudiera conseguir un digno trabajo que le diera los Euros suficientes como para poder alquilar aunque sea un cuarto compartido. Se tenía que apañar con una vida que todavía no le parecía digna de vivir.
-Vamos a quemar, esto me está aburriendo. -Miró a su amigo, Quiev, que le había dado un golpecito en el hombro y le sonreía, con sus colmillos prominentes. Esa sonrisa fue imitada por Tom, y se levantó de su lugar sin insistencias.
El humo y las llamas de la fogata le calaba en los ojos; el frío era tanto que se le helaban los huesos, de la misma manera que se le helaban las mejillas a cada paso que se alejaban de allí. Detrás del muro en el que se apoyaron los dos, para encender un porrito de hierba y ambos darle una calada grande, echando el humo dentro de sus propias camisas para disipar el olor. No era regular que su grupo de amigos y de fiestas callejeras tuvieran algún obstáculo con las drogas, pero en su contra les jugaba su edad y que, hace un par de horas, ya habían llegado policías a toquetearles el cuerpo y las pertenencias en busca de drogas y alcohol, o en su defecto, algo de dinero que pudiera servir para hacerlos ciegos.
La noche estaba oscura, quizás por el humo no se alcanzaban a notar las estrellas en el cielo, que se veía casi infinito. Y le imponía mirarse tan minúsculo contra tanta inmensidad. No se sentía extraño saber que todos sus problemas se reducían a cero si se ponía a pensarlo bien. De seguro había gente que sufría a diario, mucho más que él; gente que nunca iba a conocer en su vida, pero que tendría que pensar en ella cada vez que se sintiera desesperado, porque sus padres y hermanos siempre le hacían creerse dramático por sentir de más, o de menos.
-Estoy pensando dejar la escuela. -Habló Quiev, tras unos minutos en silencio. Tom lo miró, haciendo su largo cabello frente a uno de sus hombros. Sintió el cuello helado y encogió los hombros antes de darle otra calada al porrito y pasárselo a su amigo.
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SAUDADE.
FanfictionBill terminó con su vida el mismo día en que nació, tras una historia que no pudo proyectar sin dejar pedazos de sí mismo cada vez que la verbalizaba.