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 —¡Eh, maricón, ven aquí! —Bill caminó hacia allí, dócil, mirando a ambos lados en esperas de que los pasillos no estuvieran poblados. Se mordió las mejillas por dentro y apretó fuerte las asas de su mochila, sin poder entender en su propio proceso mental cómo había logrado que una persona que apenas conocía pudiera ponerle los vellos de punta y el miedo en cada centímetro de su cuerpo. —¿ya saliste del clóset?

Bill puso los ojos en blanco, dispuesto a dar media vuelta e ir dirección a su aula. Como siempre, estaba hora y media tarde. Ya ni siquiera servía la excusa de que el metro estuviera a reventar de gente y las paradas fueran cada vez más largas. A veces mejor prefería simplemente no entrar a la primera hora; de todas maneras, estaba a punto de reprobar esa materia y quizás todas las demás también.

—¿Qué quieres?

—Que me respondas. —Sonrió con superioridad. Sonrisa que hacía a Bill sentir diminuto y dispuesto a mejor no contestar ni pelear, porque era muy temprano como para estar decorando su rostro con un nuevo morado. Pero es que no se podía quedar callado, porque todo el mundo le decía lo estúpido que se veía estando en esa situación por culpa de no saber defenderse.

—No te importa. —Rufus vio a sus amigos y se carcajeó, tomándole la muñeca a Bill y levantándole el brazo, sin recibir un gruñido o gesto de incomodidad por su parte.

—Este guapo ha sido follado por Tollwut, dios... con razón esa cara de felicidad todos los días. —El corazón le sufrió un pequeño bote. El sudor frío empezó a dejarle el cuerpo tembloroso, pero hizo lo posible para que su gesto no declarara una verdad que no quería admitir. Y más que querer, simplemente no podía hacerlo porque Tom lo tenía con el pulgar encima, dispuesto a morder si llegaba a hablar de más.

No sabía cómo se había enterado, quizás por culpa de Quiev. De todas formas sabía que esto podía ser el inicio de algo que pudiera resultar horrible para su dignidad y de paso también la de Tom. Si se enteraba de que había gente que ni siquiera conocía, haciéndole burlas por algo que todavía encontraba vergonzoso y desagradable, seguramente lo dejaría y encima le enterraría los puños en la cara con intención de dejársela deforme como a todas su parejas anteriores que habían suplicado a Tom hacer de su relación algo público.

—Déjame...

—¿Nos enseñas el culito abierto? —Lo tomó de los brazos y dio la vuelta, apretándole fuerte contra la pared. Bill no pudo poner los brazos, por ello, lo más seguro fue poner la mejilla y chillar adolorido al sentir las frías baldosas contra su pómulo. —Seguro te dio como a una mujer.

—¡Suéltame! ¡No! —Empezó a bajar sus pantalones, hasta mostrar un poco de su ropa interior negra. Bill hacía fuerza y se agitaba, y por el movimiento de ambos, su móvil cayó al suelo y entonces Rufus encontró un mejor atractivo. Lo tomó entre sus manos y se carcajeó al ver que no tenía clave. Bill giró el rostro y abrió los labios, asustado. —.... eyy, ¡Dámelo! ¡¡Dámelo!!

—Quieto. -Fue uno de los amigos de Rufus: Rick, apretándolo fuerte contra su pecho. Bill se agitó, aunque contra el cuerpo tan robusto apenas parecían movimientos inexistentes. Pero Bill sentía que todo su interior estaba haciéndole presión para salir de su carne; implosionando su propio cuerpo por el miedo de sólo imaginar que entrara a ver sus fotos o conversaciones con Tom.

—¡Suéltenme!... ¡Yaaaa!

"Quiero chupártela" —Se carcajeó, leyendo los mensajes. Bill abrió los labios, sabiendo que sí estaba leyendo las conversaciones que Tom le había hecho jurar que borraría, pero no había hecho porque dependía emocionalmente de los momentos íntimos con él. Le gustaba guardar recuerdos de cuando Tom jugaba los mismos juegos que él le proponía jugar, o cuando eran mimosos sin intención de llegar a más que sólo demostrar que sí se querían. Y es que no era regular que Tom se lo demostrara; no era regular que correspondiera con la misma intensidad que él le demostraba. —"¿Cómo lo harías?" ... Bill... quién pensaría...

SAUDADE.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora