-Gracias por prestarme tu ducha... sentía que moría... -Tom se echó en la cama, junto a Quiev, quien miraba por su móvil, serio, y asentía ante las palabras de su amigo. Había sido una fiesta larga, y no entendía cómo Tom aún tenía las ganas de ducharse, después de haberse bebido quién sabe cuántas cubas y fumado marihuana sin dejar que el efecto si quiera se presentara.
-¿Y ya me vas a contar o? -Tom se dio la vuelta en su costado, para poder ver a Quiev de frente, que seguía en móvil mirando las redes sociales, pasando las historias de sus amigos sin siquiera tomarse el tiempo de leerlas o mirarlas bien.
-¿Contarte qué? -Su amigo puso los ojos en blanco y se talló los ojos con fuerza, intentando no quedarse dormido y sucumbir al cansancio.
-Ay, Tom... tú crees que este pueblo es grande, ¿o qué? -Bloqueó su móvil, se dio la vuelta en su costado para estar frente a frente. Los ojos de Tom se veían aún dilatados, pero su cara menos hinchada de lo que seguramente podría verse la suya, porque la ducha lo había ayudado a estar un poco más fresco. -Todos te han visto darte unos besos con ese cero. Después de todo lo que has hecho para que no te relacionen con gente así.
Se quedó en silencio, incapaz de desconectar la mirada de la de Quiev. Un torbellino de emociones y miedos aprisionó su mente; pensaba que estaba siendo discreto, que la gente no los había visto huir juntos cada vez que podían, y para estar ya casi cinco meses juntos, las cosas parecían ir bien. Y hasta había pensado que la vergüenza que sentía de que supieran que estaba sujeto emocionalmente a otro hombre, dejaba de existir cuando se sentía tranquilo y sin apuros compartiendo tiempo con él. No había reparado en pensar que había gente que estaba siguiendo sus pasos porque, de alguna manera admiraban la persona que había sido de más joven. Que estuviera saliendo románticamente con un hombre que además era notoriamente gay, sólo lo estaba ayudando a ser parte de aquellos que cavaban su tumba tras cada acción cuestionable que hacían.
-Estoy jugando con él. -Fue lo primero que supo decir. Quiev levantó las cejas, incrédulo. No creía que estuviera haciendo algo así por lo callado que se lo tenía, por todas las veces que se había escapado con él. Y. su semblante, mucho más liviano, le dejaba saber lo mucho más tranquilo que se encontraba, y eso sólo ocurría cuando Tom compartía vínculos afectivos que, en lugar de restar, sumaban a todos los ámbitos de su vida.
Lo conocía de pies a cabeza, y sabía que esto no era sólo un juego.
-¿Jugando con él? -Vio a Tom pasar ambas manos por su rostro, deteniéndose en los ojos, para restregárselos, cansado.
-Sí, ha sido algo que se me ocurrió: Su familia es de dinero y... ya sabes.
-Pero a ti no te hace falta dinero, me tienes a mí. Además... ese muchacho es una burla para todos. Real nunca lo dejan tranquilo en la universidad... -Tom apretó las cejas, incrédulo. Podía ver en Bill una personalidad dócil y complaciente, pero no sumisa; no lo veía dejando que otras personas le doblasen el brazo por la espalda, callándose el dolor. Se veía un hombre fuerte y peleón; no iba a dejarse por nadie.
-¿Cómo vas a saber eso tú? Se supone que no te gusta la vida de los homosexuales. -Ante la excusa, Quiev puso los ojos en blanco y sonrió de lado, alargando la mano detrás de sí para apagar las luces. La oscuridad reinó en la habitación por largos segundos, hasta que sus ojos se acoplaron a la poca luz que entraba por las farolas de la calle.
-Tom, ni siquiera sus propios hermanos lo quieren. -Se rió. -Es un milagro que tenga amigos... igual de maricones que él, por cierto... pero, ¿no te suena el niño que intentaron matar tirándole por las escaleras del cole?
Tras un corto silencio de realización, Tom habló:
-¿Es él?
-Tom, Dios... me preocupas. -Bufó, negando pese a saber que no podían mirarse el uno al otro. -Y me da asco que salgas con gente así... usa vestidos... y es hombre. Me da unas arcadas cuando salimos con él.
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SAUDADE.
FanfictionBill terminó con su vida el mismo día en que nació, tras una historia que no pudo proyectar sin dejar pedazos de sí mismo cada vez que la verbalizaba.