Bill se arrepintió de las prendas que había elegido cuando no fue capaz de ver la punta de las montañas por la niebla espesa que las cubría. Y pensó que Tom iba a notar el frío también, pero siguió manejando, dirigiendo el auto a saber dónde; a través de los árboles y la oscuridad de un bosque que ya se veía previamente transitado por autos: dos líneas paralelas que impedían que el pasto siguiera creciendo con normalidad.
El frío era un poco más intenso, pero no lo suficiente para sentir que ya dolía. Miraba por la ventanilla los miles de árboles que apenas dejaban ver la profundidad del área, hasta que fueron disminuyendo en cantidad y todo se sintió mucho más iluminado, permitiendo ver el cielo abierto, sin nubes, gris. Como si estuviera por nevar. También miró las pendientes y algunas carreteras a lo lejos; autos pequeñitos transitándolas.
Tom detuvo el auto en un borde, y sonrió, poniendo sus ojos en el paisaje.
-Guapo, ¿no? -Preguntó, al tiempo que se alargaba el torso hacia la guantera frente a Bill, misma que abría y de donde sacaba una pipa de madera y una cajita de metal. Después la cerraba de un golpe y echaba un suspiro de vuelta a su asiento, quitándose el cinturón de seguridad y recargándose sin más. Bill lo observó, de pronto pareciéndole más interesante que cualquier paisaje natural. Abría la cajita con cuidado, en donde tenía la hierba y un pequeño mechero rojo. Con índice, medio y pulgar tomaba una pizquita y la echaba cuidadosamente en la pipa, luego se la ponía en la boca y encendía el mechero; succionaba un poco, haciendo las mejillas huecas, y la hierba prendía en un rojo vivo. Echó el humo rápidamente y sonrió.
Bill pensó que antes habrían tenido algún tipo de conversación para quitar la barrera de la moral, pero ver que había llegado a hacer lo acordado, sin detenerse en nada más, quitó seriedad a lo de que estaba en una cita. Tal vez para Tom sólo había sido un polvo bueno y ya.
-Tu turno. -Le pasó la pipa, misma que se llevó a los labios y se encendió sin más. Su garganta se sintió arder, y tuvo que carraspear un poco antes de echar el humo por la nariz. Dejando la pipa en el mesón del auto. -Está buena, ¿no?
-Hum-hum -Exclamó, asintiendo. Tom lo miró, lo distinto que se veía cuando no usaba sus vestidos y pretendía verse más masculino. Lo lograba. Y no sabía qué tanto le gustaba. Incluso usando un maquillaje menos cargado, que lo hacía verse delicado, poder verle la nuez marcada, la quijada afilada y un gesto serio, le hacía sólo confirmar que era igual de hombre que él. Y eso le llevaba a tener problemas con todas las emociones que sentía de por sí cuando pensaba en él. Quizás era sólo que en su casa, salir con la broma asquerosa de que le gustaba un hombre, iba a traer muchas discordias; y probablemente una paliza de la que quizás no iba a salir con vida.
Encendió el auto para bajar las ventanillas y que el humo circulara. Ambos sintieron el cuerpo tembloroso por el frío, pero en silencio, siguieron fumando sin necesidad de decirse palabra alguna. Bill se miraba las uñas, ya un poco despintadas por la puntita; tenía la necesidad de tomar su móvil y mirar las redes por los nervios de no saber cómo romper con una conversación que le quitase lo incógnito. Reprobaba la cantidad de emociones que sentía dentro, como si estuviera al lado de una celebridad con la que no merecía estar. Había escuchado sólo cosas malas de Tom y aún así, su cabeza sólo pensaba que, con él, todo podía tomar el rumbo alterno.
-¿Tienes hermanos? -La pregunta lo tomó por sorpresa, sin embargo lo miró emocionado, agradecido de que había sido él el primero en ceder, aunque fuese con un tema del que prefería simplemente callar porque sus hermanos eran aburridos, odiosos. Habría preferido no nacer en primer lugar, que compartir la vida con ellos por norma hereditaria. Lo único bueno era que no había necesidad de seguir queriéndose ante los ojos de su madre, pues ella, inmersa en su propia vida deprimente, ya ni se esforzaba en seguir levantando la familia que le había tocado.
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SAUDADE.
FanfictionBill terminó con su vida el mismo día en que nació, tras una historia que no pudo proyectar sin dejar pedazos de sí mismo cada vez que la verbalizaba.