25.

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 —¿Puedo? —Quitó el cabello que cubría el parche en su ojo. Bill bajó la mirada, avergonzado, y suspiró fuerte al sentir los dedos de Tom acariciarle la piel. —Dios... ¿no ves nada?

Haber aceptado ver a Tom era lo último que debía hacer, pero estaba en una soledad que mataba, y en un silencio tan fuerte, incluso dentro de su cabeza, que lo hacía enloquecer todo el tiempo. Haber aceptado ver a Tom era lo que nadie deseaba que hiciera, mucho más ahora que la familia cuidaba cada uno de sus movimientos. Pero se sentía sin salida.

Y el sentimiento atorado detrás del pecho no le hizo sentir mejor, de hecho, haberse encontrado a sí mismo en esa situación, le había hecho avergonzarse de sus propias acciones. Volver a casa de Tom, después de los meses que había esperado su llamada y una mano que le hiciera sentir tranquilo con todo lo que estaba pasando, le había asegurado, que haberlo buscado en Tom había sido un error.

—Estoy muy solo... no quiero seguir viviendo. Me quiero morir. —Tom lo miró serio, alejando su mano. Para Bill también se veía muy jodido; Tom ya no tenía el brillo de vida en sus ojos. Se notaba la recaída a las drogas, el vacío en su vida.

—Ey... es jodido quedarte solo, pero al final es siempre mejor. Mira... quizás no lo ves ahora, pero en unos meses tal vez puedas.

—No... —Porque él nunca había sentido que la soledad era amiga. Siempre había soñado con un grupo de amigos con quien poder contar. Y a todos los había perdido por justificar al hombre que tenía al frente y por quien ya no sentía nada. Tan rápido. Como si se le hubiera presionado un botón que le aseguraba que Tom no era ya la persona por quien quería vivir.

—Yo tampoco quiero estar vivo, Bi... oye... ey, ey...

Bajó la mirada, y el llanto fue tan fuerte que agitó sus cimientos. Ya estaban casi todos en el suelo, era cuestión de un empujoncito más para darse cuenta de que tenía que empezar a construirse desde cero. Lo cual le daba terror pero era realmente inevitable.

—...No puedo... hummgg... —Se lamentó. Su cuerpo incluso para sí mismo diminuto y vulnerable. Tom le apretó de los hombros y trató de captar su mirada, pero la cortina de cabellos azabaches impidió el cometido. Y su cuerpo delgado, temblando, permitió poco más que sentir pena por él.

—¿No puedes qué? ¿Expresarlo? —Entonces sí lo miró, hasta cierto punto, un poco enojado, porque había sido gracias a él que la vida le había dado la espalda por completo. Si no había perdido a sus padres y hermanos era por puro amor.

—Todos me quieren ver muertoooh... —Dio de puños en la cama, en sus piernas, encajando los nudillos, con la intención de dejarse marcas. Tom le apretó las muñecas y suspiró, sin intención de usar toda la fuerza que aún tenía para hacerlo detener.

—A mí también. —Bill se agitó. —Ey... a mí también, Bi.... esta mierda llegó muy lejos...

—...Termínala entonces... —Lo miró a la cara, retador pero suplicante. En el gesto se veía aún dolor. —¡Termínala!

—No voy a matarte si eso pretendes. —Le soltó las muñecas con brusquedad. Su mirada se puso profunda, decepcionado de que regresara sólo para que pretendiera que le hiciera daño aún cuando estos meses Tom también se había rendido a la soledad justamente para no hacer las cosas como todos esperaban que las hiciera. —Si te quieres matar, hazlo tú.

—Nooh... no puedo... —La respiración se le acababa, como a un niño que no era capaz de controlar sus emociones. Cuando por fin podía recuperar el aliento, las lágrimas caían de sus ojos como riachuelos a rebosar.

—Deja de llorar, Bill... —Le apretó el rostro con ambas manos, sintiendo la humedad de sus lágrimas en las palmas. Le daba pena verlo así, tan diferente a como le conoció, y todo por culpa suya. Por haber jugado con su fuego y no dejarlo arder en su piel. —podemos irnos juntos...

SAUDADE.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora