27.

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 —Bill se quitó la vida, Tom. Y por razones claras, no quisieron que te presentaras en ninguna celebración.

Había sido la primera noticia con la que despertó. Y la única que le importó aunque tuviera alguna costilla rota y heridas en todo el cuerpo. Ni siquiera preguntó cómo había sido y su familia tampoco se lo contó. Pero no le pareció una idea descabellada sabiendo cómo se encontraba emocionalmente la última vez que lo vio. Pero imaginar lo que había sentido aquella noche, viendo cómo ponían sobre él una responsabilidad que nunca había sido suya, le hacía comprender el por qué de haber tomado una decisión así.

Era algo que él había estado barajando también. Vivir tan aislado de sus amigos y su familia por fin había empezado a mojarle los pies, y así de rápido también los tobillos y las rodillas. No había encontrado forma de nadar en contra de todas sus corrientes, y escapar del pueblo podría parecer una buena idea, si no supiera que todo lo que había vivido aquí algún día le alcanzaría y cobraría donde quiera que estuviese. Excepto si moría. Y la vida que tenía no era digna de vivir ante sus ojos; las cosas que había hecho por aparentar ser alguien diferente, había herido a gente que en él sólo veía amor. Eran hombres que se habían enamorado de él; hombres que estaban dispuestos a querer por él. Pero había creído que era más sencillo terminar con ellos para no terminar consigo mismo.

Quitarse la vida era hasta injusto para todos ellos.

Encima si la única persona que había creído que logró cambiar su percepción de la vida y el amor, había decidido irse del mundo también por culpa suya. Había llegado para arruinarle la vida, para hacerle sentir que las cosas bellas por las que sonreía eran inútiles. Le había hecho creer que amar estaba mal. Le había hecho creer que no merecía el amor de nadie. Cuando todas esas cosas las pensaba de sí mismo cuando se miraba al espejo.

—¿Por qué te pones así? ¿No era lo que querías? —Tom levantó la mirada a Noel, que se reía de verlo así. —Además estaba ciego y deprimido, nadie quería verlo.

—...Vete a la mierda...

—Vete tú. Qué bueno que por fin alguien te puso un alto... creo que merecías todo esto, aunque sea doloroso.

Tom bajó la mirada, sintiendo que la sangre le hervía. No sólo porque sentía que últimamente no tenía, ni voz, ni voto con su familia, sino porque sabía que tenían razón. No merecía menos de lo que le estaba pasando; merecía incluso más. El cuerpo lo sentía herido, pero no podía ni quejarse; estaba recibiendo las primeras cucharadas de todo el veneno que había alimentado a hombres inocentes. Y dolía al tragar, pero incluso mostrar que se estaba deshaciendo en ardor parecía irrisorio para el resto.

Haber despertado esa noche en el hospital le hizo odiar ser parte de la vida todavía. Habría deseado simplemente morir ahí, tal y como lo merecía. Pero seguramente la vida tenía más cosas que cantarle a la cara, y haber recibido la noticia de que Bill había terminado con su propia vida sólo le hacía pensar en su familia y en lo mucho que seguramente tenían que haber sufrido con Bill desde que era menor. Pero también pensaba en lo mucho que Bill había dejado por seguir juntos en una relación que no era justa con él. Sus amigos, sus posibles parejas. Todo lo había dejado para estar juntos, dándole el voto de confianza de que había cambiado y él le creía. Bill siempre había creído en él.

—Deja de llorar, mariconcito, si tú eso querías. Hiciste sufrir mucho a ese pobre niño para ahora llorar por él... —Le hablaba, enseñándole los dientes en una sonrisa feroz y altiva. —No cabe duda que eres un falso de mierda, y que todo lo que hiciste fue para aparentar.

—¡Déjame en paz! —Se limpió las lágrimas, pero sus labios temblaron con una fuerza vergonzosa que lo obligó a cubrirlos con una de sus manos. Su hermano echó una carcajada y se acercó más a él.

SAUDADE.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora