—Siempre es el mismo cuento con él... —Bill se cubrió los labios detrás de la puerta; supo casi enseguida que estaban hablando de él. Toda su familia. Sin él. Seguramente era por el mensaje que acababa de mandarle a su padre suplicándole lo llevase de vuelta a casa. —Es su cumpleaños mañana, y lo quiere pasar encerrado en casa.
—Ya no quiere estar con nosotros nunca. Ni siquiera sé porqué le seguimos insistiendo. —Fue Anton, enfadado. Hubiese deseado ver la cara de Guillem para ver si asentía o prefería simplemente no reaccionar. —Siempre está enojado cuando nosotros sólo hemos querido ayudarle.
—Está deprimido. —Ofreció su padre, con una voz triste. —No sé por qué no pueden entender por lo que ha pasado. No es nada fácil.
—Ya lo sabemos, pero no está en nuestras manos todo su proceso, amor. —Su madre ahora. Sólo faltaba Guillem para comprobar que estaban los cuatro en contra suya.
—Claro que está en nuestras manos, es nuestra familia. —Volvió su padre, preocupado. Bill sintió que los ojos se le llenaban de lágrimas. Se sentía inútil allí de pie, así que hizo su aparición, y todos guardaron un silencio sepulcral, mirándolo como si fuera ajeno a ellos, como si ya no pudieran mantener la mirada sobre él sin pensar mal o tener miedo.
Contó algunos segundos de silencio, nadie se había atrevido a hablar, sólo lo miraban como si hubiesen cometido un error hablando a su espalda, y así era, pero le daba rabia que no pudieran ni siquiera compensar con una disculpa.
—Bueno, hablen de mí, ¿o prefieren que me vaya? —Se cruzó de brazos. Su padre fue el que intentó acercarse, pero Bill lo detuvo: —No.
—Bill, estamos preocupados, es todo. Mañana es tu cumpleaños... no queremos que lo pases solo en casa. —Lo miró a los ojos, pero Bill prefirió ver a sus hermanos, y luego a su madre. Sintió en el pecho una presión fuerte, pero no dijo nada, se quedó en silencio, incapaz de hablar. —Teníamos una sorpresa linda, no que...
—No quiero sorpresas. —Interrumpió. —¿La sorpresa será internarme en un psiquiátrico?
—Agh, Bill, escucha a papá. —Fue Guillem, negando. Bill lo fulminó con la mirada. —Ni me mires así, imbécil, estamos todos juntos por ti, para celebrar tu cumpleaños.
—Pues qué bonito, no quiero pasar mi cumpleaños con ustedes. —Escupió, molesto. —Primero hablan mal de mí a mis espaldas y luego fingen...
—¡Nadie habló mal de ti! —Gritó Anton. —Todos estamos preocupados... hacemos un intento por hacer que te sientas mejor y te lo tomas como una ofensa.
—Bill, estamos todos por ti. Nos preocupa que no quieras pasar más tiempo con nosotros, que todo el tiempo estás encerrado en tu habitación... no queremos que las cosas sigan así... —Su padre se acercó, y aunque Bill intentó retroceder, le atrapó del brazo para evitarlo, atrayéndolo así. —Haz un intento por estar con nosotros... en este momento somos lo único que tienes... los únicos que no vamos a dejarte.
Pero Bill apenas escuchó lo que quiso, y aunque en el fondo sabía que las intenciones de su familia eran buenas, en su cabeza las cosas se acomodaban para serle un arma con un único filo direccionado a su pecho. Todos en su contra; nadie esperaba más de él. No había expectativas, era un caso perdido. Sus hermanos ya ni siquiera hablaban con él de nada. Ni siquiera conocía a sus parejas, ni a sus amigos. Ni siquiera él mismo tenía amigos en la universidad. Sólo había reducido su existencia a ser un ente en su propia habitación.
—Así que ustedes son lo único que tengo... pues gracias. —Y fingió un tono de burla, cuando en el interior le dolía que su familia realmente pensara que no tenía absolutamente a nadie más.
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SAUDADE.
FanfictionBill terminó con su vida el mismo día en que nació, tras una historia que no pudo proyectar sin dejar pedazos de sí mismo cada vez que la verbalizaba.