Tom ya no soportaba el peso de las burlas en casa. Sus hermanos hacían provecho de cada momento para mencionarle la relación que tenía con un supuesto hombre. No importaba si siempre había querido ser discreto, justamente para no terminar arrastrando todo esto hasta la familia, los rumores corrían más rápido de lo que podía alcanzarlos para callarlos, y ahora caminaba erguido todavía, pero con el impulso de mirar a todos lados para asegurarse de que no hubiese alguien que le obligara a bajar la vista al suelo.
Ya no era capaz de negarlo, sólo se quedaba en silencio. Estaba sintiendo que el control se le iba de las manos; a veces sentía vergüenza de sí mismo. Sobre pensaba todo el tiempo si era bueno para su reputación querer ir tan en contra de lo que la gente creía que era. No era ningún secreto que había follado con hombres, pero tampoco lo era, que esos mismos hombres habían sufrido daños irreversibles, o hasta la muerte. Y no importaba si no les había tocado una sola fibra de su cabello, si habían perdido la vida, indirectamente había sido por culpa suya. Y se levantaba el cuello porque tener ese tipo de poder lo hacía saber que estaba siempre con la mano en yugular de cualquiera que le cuestionara.
No podía creerse que ese era él cuando estaba tan joven... y ahora añoraba ser idéntico otra vez.
Pero fue cuando vio a Bill salir de su casa con un vestido largo color negro. Las botas de combate hacían un contraste atractivo, y estilizaba su cuerpo y su rostro al subir al torso, bien apretadito en la fibra de la prenda, con unas mangas bombachas que dejaban dos bracitos flaquitos caer delicadamente a sus costados. Y su cabello largo y lacio, con sus mechitas blancas. Su maquillaje perfecto.
Era una mujer.
Una puta mujer.
Detrás de él venía Casper. Tom puso los ojos en blanco, pero como siempre, cedió a que subiera al auto. Bill ya abría la puerta sin siquiera preguntárselo, dejado a su mascota subir como si fuera ya una costumbre. Cuando se sentó en el copiloto, el olorcito dulce de su perfume le llenó las fosas y automáticamente, su mano corrió a apretarle un muslo, y después deslizar la palma de rodilla a ingle. Bill le sonrió, complementando la energía que se había formado. La sangre se le fluyó al vientre bajo, excitándose rápidamente al verlo así de femenino. Era la misma sensación que había experimentado la primera vez que lo miró; el factor de que fuera un hombre vestido así, había confundido su cabeza, pero no en el mal sentido; lo había hecho de la mejor forma porque entonces ya no pudo imaginar su vida sin él.
—Te ves buenísimo... —Bill tomó la mano de Tom y la subió un poco más, hasta su pubis. Tom estiró los dedos, hasta poder definir mentalmente su miembro dormido. —Fah... me puse cachondo de sólo verte...
—Qué romántica bienvenida...
Bill se llevó la mano de Tom a los labios, para besarle los nudillos con mucha delicadeza. Sus ojos de pestañas largas lo miraron desde su posición, y una sonrisa hermosa le puso el rostro aún más femenino. Femenino. Tom lo pensó entonces, así de rápido. Bill era una mujer si no fuera por cosas obvias, pero... en esencia lo era, y quizás era también la razón por la que estaba tan clavado con él. Porque jamás le había pasado con otro hombre.
Entonces se le ocurrió pedírselo: ir a visitar a sus padres para que vieran que era una bella mujer con quien estaba y no un hombre cualquiera. Bill se puso muy serio durante el camino, y porque Tom deseaba poder pasar más tiempo con él, se prometió no ser tan grosero. Le suplicó que era por los dos, porque la situación en su familia era delicada y no quería tener que terminar la relación por mantener su reputación. Sabía que Bill no quería dejarlo nunca, y también se aprovechó un poco de la situación, así que picó por ese lado, y Bill terminó aceptando sin decir más nada. El resto del camino se quedó muy callado, pero entrelazó sus dedos con los de Tom sobre uno de sus muslos, hasta poder sentir el calor traspasar su vestido por el sudor de ambos combinado. Sudor de miedo y nervios, no de deseo.
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SAUDADE.
FanfictionBill terminó con su vida el mismo día en que nació, tras una historia que no pudo proyectar sin dejar pedazos de sí mismo cada vez que la verbalizaba.