9.

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 —Te ves horrible. —Iann le había ayudado a subir al auto, y después dio la vuelta al mismo para colocarse en el asiento piloto. Bill sonrió, a sabiendas de su estado: anoche, con Georg y Andy, se habían puesto a beber poniendo de excusa un desamor que no existía. Pese a que los tres estaban viendo a alguien, había algo en cada una de sus relaciones que los obligaba a cuestionar qué tanto la merecían y qué otro tanto la deseaban. Bill pensó en Tom toda la noche; desde aquella fiesta en casa de Quiev, no habían hablado. Hoy hacía tiempo récord de tres días sin hacerlo, y otro récord de la cantidad de veces que Bill había mirado la pantalla de su móvil para asegurarse de no perder un solo mensaje de Tom si es que llegaba.

Hasta ahora, nada.

—No quiero ir así a la universidad. —Gimió, abrochándose el cinturón de seguridad y después pasándose las yemas de los dedos por las ojeras, recogiendo el maquillaje que aún quedaba después de la ducha.

—Andy está igual, mírale.

—Vete a la mierda. —Ambos hermanos se rieron. Iann era mayor que Andy por casi cinco años, y era casi un hermano tanto para Bill como para Georg. Habían crecido juntos, y todo el tiempo lo pasaban en la misma habitación mirando películas y jugando videojuegos. Para Bill no había sido difícil encontrar cariño en esa persona, pues, al no tener confianza en sus propios hermanos, haber encontrado amor en otros había sido sencillo.

Durante el recorrido ninguno apenas habló; Bill iba maquillándose, queriendo deshacerse de las ojeras y la cara de resaca que llevaba. Georg había decidido quedarse un rato más dormido, de todas formas, iba con tan buenas notas en la universidad que no importaba una falta más. Bill suspiró ante el pensamiento, porque últimamente la escuela estaba pasando a segundo plano, y la presión se venía encima suyo, porque sin una carrera no sería nadie, porque sin estudios nadie iba a valorarlo.

—Ey, Bill, ven... —Iann lo tomó del brazo, cuando Andy bajó corriendo a su primera clase sin siquiera despedirse. Bill lo miró, serio, casi de mala cara. —¿te saltas clases conmigo?

—No puedo... —Se lamentó. Iann le sonrió, y sus colmillos prominentes le hicieron sentir el recuerdo de un amor imposible.

—Te invito un café, y luego regresamos. —Y no consideró que habría consecuencias graves, después de todo, esa materia estaba a punto de tener que repetirla por segunda vez en el año, así que era mejor hacerlo por faltas, que por no estudiar y encima seguir yendo a escuchar a su maestra parlotear por hora y cuarto para tener que hacerlo de nuevo el siguiente año.

Por ello, aceptó, e Iann lo llevó a cualquier cafetería lejana, muy lejana. Intencionalmente, suponía Bill, porque siempre quiso buscarle la mirada. Pero Bill siempre gustó de hombres muy diferentes a él. Iann era bueno, respetuoso, parecía tortuoso lo buena persona que era realmente y lo poco que hablaba y se jactaba de ello. Incluso Andreas decía quererlo sobremanera y motivaba a que ambos culminaran la relación que habían intentado llevar a cabo. Misma que Iann quiso hacer esperar porque, al tiempo Bill aún era menor de edad y no quería los problemas que algo así podría conllevar. De todas maneras, cuando tenían tiempo a solas, insistía en que no perdía las esperanzas de estar el resto de su vida a su lado.

Pero Bill no podía verlo así.

No era que le pareciera feo, de hecho, todo lo contrario, pero Andy era su mejor amigo, igualmente homosexual. Muchos en el pueblo decían que en la familia Brawl se extendía el gen de ser un maricón; que la única que se había salvado de contraerlo era la única mujer joven en casa; su hermana. A Bill no podía importarle menos, pero cuando se trataba de tener una relación, le parecía un poco incómodo recordar todas las veces que, por experimentar o simplemente divertirse, se había liado con Andy sin ningún tipo de pudor. Era algo que Iann sabía y le aseguraba que no podía importarle menos si a él le parecía prudente olvidarlo, pero que si seguía usando esa excusa, sería mucho mejor simplemente aceptar que no sentía ningún tipo de atracción por él.

SAUDADE.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora