14.

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 —Hey, ¿te vienes a mi casa? Iann va a traer a algunos amigos. —Bill guardaba sus cuadernos en la mochila; levantó la mirada y saludó a su amigo con una sonrisa amigable. El aula iba vaciándose rápidamente, todos apurados de pasar el fin de semana lejos de la universidad y las largas horas escuchando temas que olvidarían al cruzar la puerta. —tengo unas ganas de beber...

Detrás, Georg iba llegando; puso mala cara al ser golpeado con la mochila de otro estudiante, pero sonrió ampliamente al verlos, apretando la mano en el hombro de Andy, y respirando con agitación de tener que cruzar facultades para poder ver a sus amigos. Bill cerró la mochila y se la colgó al hombro, palpándose los bolsillos de su pantalón para asegurarse de tener su móvil y estar listo para emprender el viaje fuera del aula y la universidad.

—¿Puedo llevar a Tom? —Fue su primera pregunta, casi que inocente. Pero ver los ojos de Andreas ensombrecerse, y su rostro simplemente denotar desagrado, supo que la respuesta sería negativa. Lo confirmó aún más cuando sus dos amigos se regalaron una mirada de disgusto, y Georg puso después la cara larga mirando a otro lado, como si estuviera harto de un tema del que realmente nunca hablaba, porque nunca le era permitido.

Y el pecho se le empezó a hervir de rabia, incapaz de razonar cómo era que nadie pudiera ser lo suficientemente humano como para tener la paciencia de conocer al Tom que él conocía. Que no era malo, que era bueno. Que estaba haciendo un esfuerzo grande por cambiar y si no había gente que le apoyaba, entonces iba a serle mucho más difícil. Pero es que nadie de quienes conocía realmente le daba una oportunidad; querían salvarlo de una relación de la que no tenía que ser salvado, porque se encontraba feliz y tranquilo. Y eso nadie quería verlo.

—Dios... obviamente no. Iann quiere pasar tiempo tranquilo, no con una mierda así de grande. —Gruñó Andy, siempre en defensa de su hermano. Pero nunca de la suya, pese a haber compartido tantas cosas siendo jóvenes; aún si sabía lo importante que era que sus mejores amigos pudieran convivir pacíficamente con su pareja.

Apretó los labios, y sus ojos viajaron a Georg; los músculos de su quijada apretados; una rabia densa que podía tocarse. Bill se sintió avergonzado de haber hecho esa pregunta, pero también molesto de no obtener el apoyo de sus únicos amigos.

—Entonces no voy. Tengo tareas que hacer. —Andreas negó, mirándolo con decepción y enojo. últimamente Bill ya no quería pasar tiempo con sus amigos a menos que estuviera Tom acompañándolos, y ninguno de los dos tenía ganas de verle la cara, después de que sabían que era él quien le había hecho los morados y heridas, por mucho que Bill quisiera encubrir que todo el tiempo estaba en decadencia por culpa suya.

—Entonces no vengas. Si la única forma de verte es con esa mierda a tu lado, mejor no verte y ya.

—Andy... —Susurró Georg, deteniendo el paso y a su amigo del brazo, quien lo miró, enseñándole los dientes de pura rabia. Negó levemente, pero accedió a que fuera él quien se lo dijera, con más tacto y menos arrebato. Entendía porqué Andreas no soportaba a Tom; tenía sus razones personales, que ambos habían decidido ocultar de Bill por el bien de todos, pero ahora se estaba haciendo más fuerte. La desesperación con la que Bill quería meter a Tom en todos los asuntos que tenían, por privados que eran, hacía que los dos a veces prefirieran simplemente no tomarlo en cuenta en sus problemas personales.

Se acercó a Bill, quien lo miró serio, intentando esconder que estaba molesto y decepcionado. En sus ojos, Georg podía ver que no había felicidad, y no es que en algún punto de su vida hubiese visto que la había, pero nunca antes había reclamado tanto que esa era una emoción que sentía, por el simple hecho de estar con una pareja que ni siquiera parecía respetarlo. Verle era triste; saber que estaba en drogas otra vez, aún más. Pero no había mucho que podían hacer, teniendo en cuenta lo poco que Bill dejaba que le ayudasen.

SAUDADE.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora