Capítulo 10 - El no poder evitar enamorarse

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—¡Kira! ¡Kira! ¡Adivina qué!—exclamó Emma, de repente, muy ilusionada, tumbada en la cama, paralela a la suya. No dejaba de mirar la pantalla del móvil y en sus ojos había un brillo de emoción—¡Tengo una cita, tengo una cita!

—¿Qué? ¿Qué dices?—preguntó entre risas Kira, cerrando el libro que estaba leyendo—Emma, ¿no ves un poco exagerado tener una cita con un chico al que literalmente has conocido por Instagram?

—No, porque ha sido amor a primera vista...—replicó, poniendo una mirada como si estuviera en una película romántica de adolescentes de Netflix.

—No te vuelvas a enamorar, Emma. Hazme caso. La última vez estuviste llorando casi un mes...

—Ufff...Ni me lo recuerdes...—suspiró, haciendo un puchero—Pero bueno, ¡basta de hablar de mi terrible historial amoroso! ¿Qué tal tú y tu tío? ¿Ha habido algo?

—¡Que plasta eres con eso, macho!—río, aunque en el fondo estaba un poco harta de que su amiga bromeara con eso todo el rato—Ya sabes que no pasa nada con mi tío Richard...

—Pero te mueres por que algo pase, ¿verdad?—cuestionó la inglesa con una sonrisa traviesa—Vi cómo por las noches, en el internado, te saltabas la regla de no tener el móvil por la noche para ver los conciertos de su grupo en directo y cómo te guardabas varias fotos y artículos de él de diferentes revistas...

—¿Y? Una cosa, Emma, ¿crees que debería de decirle a mi madre que me voy a quedar un tiempo en Nueva York? A lo mejor se va a enfadar...

—Por supuesto que no se va a enfadar. Ella sabe lo mucho que quieres a tu tío y a tu padre, al fin y al cabo son parte de tu familia. Además, estoy segura de que se pondrá muy contenta cuando sepa que hayas encontrado un trabajo.

Kira sonrió. Agradecía contar una mejor amiga para lo que fuera y la daba muy buenos consejos si era necesario.

—¿Sabes? En el fondo, no puedo negar que, cada vez que veo a mi tío, me pongo muy nerviosa, y realmente no sé porque me pongo así con él...—confesó por lo bajini, un poco avergonzada.

—No te castigues a ti misma. Piensa que porque te des una alegría al cuerpo, de vez en cuando, no pasa nada...

La guiñó un ojo y las dos amigas comenzaron a reírse a carcajadas, cómo si fueran dos hienas.

—Si...Tienes razón...¿Te digo otra cosa? La regla esa de no ver el móvil por la noche me daba completamente igual, cómo si me pillaban y me castigaban. No me importaba. Hubiera hecho cualquier cosa con tal de verles a él y al grupo...

Love Me TenderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora