Capítulo 39 - El segundo adiós

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El aeropuerto estaba lleno de personas apresuradas que iban de un lado a otro, las maletas rodaban sin parar y los anuncios de vuelos que salían de los altavoces llenaba todo el ambiente.

En medio de todo ese ambiente frenético y desenfrenado, se podía ver a Kira buscando su puerta de embarque.

Al encontrarla, se colocó en la fila, esperando entrar al avión cuánto antes.

—¡Kira, Kira!

Cuando se dio la vuelta para ver quién la estaba llamando, se llevó una gran sorpresa.

Richard corrió hacia ella, con la cara roja y jadeando cómo si hubiera estado corriendo una gran carrera.

—¡Richard!—exclamó, llamando más la atención de las personas de la fila—¿Qué haces aquí?

Apoyó sus manos en sus rodillas, sin parar de jadear, tratando de recuperar el aire.

Había conducido a toda velocidad y corrido por todo el aeropuerto para encontrarla.

Apretó los puños y luchó por mantener la calma.

—¡No te vayas! —¿Qué?

—¡No te vayas, por favor! ¡No puedo soportar la idea de estar sin ti!

Luchando contra sus lagrimas, incómoda por el espectáculo que estaban armando delante de todo el mundo, tuvo que recordarle lo que haría de forma tranquila y serena.

—Richard, sabes que tengo que irme....Sabes que esto es lo mejor para los dos...

—¿No puedes quedarte un poco más? Solo un día, una hora, lo que sea...No quiero que te vayas, por favor...Me haces tanta falta y no lo sabía hasta ahora...

A pesar de esa suplica, negó con la cabeza.

Para ese punto, Kira ya estaba prácticamente al borde del llanto.

—Lo siento, Richard, pero esto es lo que debo de hacer. Necesito seguir adelante, aunque me cueste mucho y con todo el dolor de mi corazón dejarte. Cogió sus manos y las besó con mucha ternura. El megáfono volvió a recordar que no la quedaba mucho tiempo si quería embarcar en el avión.

—Promete que volverás. Solo promételo y yo ya podré respirar al fin de una vez por todas. Promete que esto no es un adiós para siempre...

Las lágrimas recorrieron sus mejillas, luchando por encontrar las palabras adecuadas. Asintió con dificultad, incapaz de pronunciar palabra alguna y con un nudo en la garganta.

—Te lo prometo. Te lo prometo que volveré. No sé cómo ni cuándo. Pero volveré.

Ya debía de embarcar.

La abrazó fuertemente, aferrándose a ese efímero momento antes de su partida.

Profundizó más el abrazo, cómo si sus almas también pudieran abrazarse antes de separarse por completo.

—Te esperaré. Siempre te esperaré. No importa si es toda una vida pero siempre te esperaré. Quiero que sepas que siempre te amaré, que eres lo mejor que me ha pasado en la vida y que si quieres volver, aquí estaré siempre. Kira, t-te quiero...

Solo ella pudo oír lo que la dijo directamente en el oido. Se miraron intensamente, incapaces de decir nada más.

Solo bastaban las miradas para expresar lo que las palabras y sentimientos eran incapaces de decir.

Le dio un beso en la frente y avanzó, con los ojos llenos de tristeza.

Sintiendo cómo su corazón se partía en mil pedazos, la vio adentrarse en un avión que la llevaría a miles de kilómetros lejos de él.

Pensó en ir a verla alguna vez pero era mejor que no lo hiciera. Solo empeoraría más las cosas.

Kira se giró una vez más, regalándole una sonrisa que recordaría por siempre si su memoria y su cerebro no le fallaban.

Dio dos pasos al frente pero, de pronto, se salió de la fila y corrió hacia sus brazos, fundiéndose los dos en un beso tan profundo y tierno que nada ni nadie podría separarlos.

Era cómo si la multitud y el aeropuerto que habían a su alrededor no existiera. Estaban sumergidos en una nada en la que solo había tristeza y amor.

Cuando el beso terminó, parecía que habían pasado mil años.

No dijeron nada.
No eran necesarias las palabras.

Kira se secó las lagrimas de los ojos y volvió a la fila. Una vez que desapareció de su vista, Richard se desplomó en una de las sillas de la sala de salidas, dejando escapar un sollozo desgarrador.

El aeropuerto continuó con su ritmo frenético, pero para él, el mundo se ha había detenido en esa dolorosa despedida.

Se quedo ahí, solo, incapaz de no llorar y con un gran vacío en el pecho.

Cuando Kira se abrochó el cinturón de seguridad y empezó a sentir como el avión despegaba, no pudo evitar sentirse culpable por dejar atrás al hombre del que se había enamorado perdidamente desde que era una niña, pero al mismo tiempo, descalabró su mundo por completo.

Esperanzada en lo que la depararía el futuro, se acomodó en el asiento y observó la ciudad desde las alturas.

Love Me TenderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora