Para mala suerte del guitarrista desde esa vez que Kira conoció a Richard y al resto de sus tíos políticos de la banda, había tenido que cuidarla más que nunca.
Charlotte Jones estaba en el mejor momento de su carrera. Los álbumes, conciertos, giras, colaboraciones y entrevistas hacían que no tuviera ni un solo segundo para poder estar con su hija, y, cómo no la quería dejar con una niñera o con algún familiar, a Lawrence no le quedaba más remedio que hacerse cargo de ella.
La niña ya tenía seis años y hacía poco tiempo que había empezado el colegio.
Dos años habían pasado desde ese encuentro con su tío, y, lo único que quería era quedarse más tiempo con su padre para tener una excusa para poder ver a su héroe, a su salvador.
Al menos, había podido convencer a su madre de que cada vez que tuviera que irse de gira o algo similar la dejara con su padre.
—Bien Kira, los tíos van a venir a casa a escribir y a ensayar las canciones de nuestro nuevo álbum,—anunció el guitarrista, al entrar en su habitación—así que no bajes y no molestes a no ser que sea de vida o muerte, ¿de acuerdo?
Asintió con la cabeza con una dulce sonrisa infantil, sin prestar mucha atención a sus palabras.
Tenía un plan e iba a hacerlo costara lo que costara.
Al poco de irse Lawrence, alguien, en el piso de abajo, llamó al timbre. Con mucho cuidado, bajó las escaleras y asomó un poco la cabeza para ver quién era. Pero se decepcionó al ver que eran Lars y Robert, y no el hombre que esperaba.
Pero eso no iba a estropear su pequeño plan.
Pocos minutos después, alguien volvió a llamar al timbre. Tuve que contener el soltar un grito de alegría.
—¿Otra vez tarde, macho? ¡Te dije que estuvieras puntual!—gruñó su padre.
—Si, problemas con el tráfico, tío. Te juro que salí de mi casa puntual...—aseguro esa voz con la que Kira se sentía tentada a abalanzarse hacía sus brazos.
Pero no podía hacer algo cómo eso, así que, apretando los nudillos y sintiéndose muy frustrada, regresó a su habitación.
Oír como Richard cantaba en el piso de abajo hacía que su pequeño corazón se acelerara y sus mejillas enrojecieran. Se sentía cómo si estuviera en el paraíso.
Pero no podía entretenerse en sus fantasías y tenía que llevar a cabo su plan a la de ya. Era ahora o nunca.
Lentamente, abrió ventana, se agarró al árbol que había cerca de su ventana y, con mucho cuidado, trepó hasta abajo.
Temía que algún miembro de Siren la viera pero estaban tan concentrados en sus ensayos que nadie se dio cuenta de lo que estaba pasando.
Su plan, o mejor dicho, travesura infantil, iba viento en popa.
Caminó de puntillas hasta la puerta trasera de la casa por la que podría acceder antes a la cocina y no sería descubierta por los adultos. Comenzó a reírse en voz baja. Nunca se imaginó que podría conseguirlo.
En la mesa de la cocina habían cuatro vasos vacíos y algunas botellas rellenas de líquidos que Kira no pudo identificar.
Pero ahora venía la parte mas complicada.
¿Cómo sabría quién bebería de cada vaso?
Se estaba rompiendo los sesos para encontrar una solución hasta que dio con una que podría funcionar. Su padre siempre se sentaba en el mismo sitio y rara era la ocasión en la que se cambiaba.
A continuación, se sacó unas pastillas que tenía en el bolsillo. Se las había visto a su madre tomarlas cuando no podía dormir por el jet lag que tenía por los continuos viajes.
A pesar de que la había dicho que nunca las cogiera y se las tomara, en un descuido de la cantante, la niña cogió unas pocas pastillas de la maleta sin que ella se diera cuenta y se las guardó.
Pero no se las iba a tomar. Lo haría otra persona en su lugar.
Cogió una cuchara de un cajón y aplastó todas las pastillas que tenía hasta que se hicieron polvo. Impregnó sus dedos en el polvo y comenzó a esparcirlo por todo el vaso.
Lo hizo tan bien que el polvo casi ni se notaba. La luz de la lámpara de la cocina hacía que se disimulara aún más.
Se lavó las manos y se escondió en el hueco de las escaleras, sin poder evitar reírse.
Soplo quedaba esperar que su padre rellenara el vaso con cualquiera de las botellas que había y esperar que las pastillas, o lo que quedaba de ellas, hicieran efecto.
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Love Me Tender
RomansaKira, hija de la superestrella del rock Lawrence Morgan y la icónica cantante de pop Charlotte Jones, regresa a casa después de estar años en un internado de Reino Unido al alcanzar la mayoría de edad. Su regreso desencadena una búsqueda desesperada...